La selva lacandona, mis valedores. Me referí el viernes pasado a la referencia que consigna Pedro Salmerón Sanginés en La jornada del pasado martes, en donde cita al sacerdote e historiador Jan de Vos, que habiendo llegado a Chiapas hace 40 años fue testigo y actor de la asombrosa biodiversidad de Los Altos y la selva lacandona, así como «las abismales diferencias entre indígenas y no indígenas, y la devastadora pobreza de las minorías». Y que habiendo tomado partido por los excluidos, ha decidido dar a conocer las condiciones atroces que se viven en algunas de tales regiones chiapanecas.
Yo tiempo atrás me había entrevistado con Cuauhtémoc González Pacheco, investigador del Instituto de Investigaciones Económicas de la UNAM y autor de El capital extranjero en la selva de Chiapas (UNAM, 1983), quien me proporcionó material referente a la pobreza del indígena y la riqueza vegetal que depredaban las transnacionales. Con base en su apasionada exposición del problema y en los documentos que me dejó sobre esta mesa de trabajo sigo aquí con la historia del lacandón y su selva o, para no mentir: de la selva y sus lacandones, porque nunca la selva ha sido del lacandón. Asombro mostraba el investigador:
– Uno se pregunta cómo fue posible que las grandes transnacionales descubrieran, escudriñaran y desposeyeran a la selva y a sus habitantes de sus riquezas, cuando la mayoría de los mexicanos de entonces ignoraban su existencia.
Por cuanto a las primeras compañías madereras:
Los descubridores de la selva.
Ellos fueron Felipe Marín y Juan Ballinas. Ellos descubrieron en los ríos el medio para sacar los árboles de maderas preciosas de la selva lacandona. Marín cortó 72 árboles en la década de 1860 y los lanzó desde el punto donde el río Usumacinta toma tal nombre, para comprobar que eran conducidos hasta la salida de la selva, a un sitio llamado Boca de Cerro, no lejos de Tenosique, Tabasco.
Este lugar muy pronto se convertiría en un importante centro de empresas madereras, pues en él se asentaron los hombres encargados de atrapar las trozas que el río conducía y entregarlas a los empleados de las compañías madereras, «quienes las llevarían por el mismo río a los hombres encargados de atrapar la madera». Que ahí se asentaron quienes recuperaban los troncos, y que aquellos troncos recién cortados los entregaban a los empleados de las compañías madereras, que las llevaban por el mismo río a los puertos de embarque: Frontera y Ciudad del Carmen.
– El descubrimiento de Marín inauguró la explotación de las empresas llamadas montería, que operando desde Guatemala y con permiso otorgado por ese gobierno extrajeron madera de la selva lacandona de 1860 a la siguiente década.
Las firmas madereras más importantes que operaron desde el vecino país fueron Manuel Sisniaga Otero y la Casa Janet y Sarté. Un cálculo conservador, basado en los permisos expedidos en Guatemala, permite asegurar que en sólo una década las empresas madereras cortaron 73,710 árboles de caoba y cedro de la selva mexicana.
Enero del 2005. La Jornada:
Está en marcha, el reacomodo de comunidades zapatistas en el sur de Montes Azules. El viaje desde La Realidad hasta Boquerón tomó tres horas. La media que falta por caminar no es nada con las seis horas de selva y lodo que anduvieron ayer. “Estamos llegando en tiempo para trabajar la tierra y preparar la siembra de maíz».
Y que en la selva lacandona la comunidad exige a las autoridades…
Esa terca exigencia nunca satisfecha. (Mañana el final.)