Los leales quieren que Calderón y Zavala estén cerca en el debate sobre la reforma a los documentos básicos del PAN y que acudan a la Asamblea Nac. Extraordinaria en marzo del 2013. Que Margarita busque la Presidencia del PAN a finales del 2013 y que encabece los esfuerzos que deberán tener resultados concretos en las elecciones federales del 2015 y el 2018. (A. Aguirre M., 19-XII-12.)
Pero no, se esfumó el peligro. El hechizo quedó atrás. La sirena que intentaba enredarme con sus cantos se alejó de mi nave. Yo, con la tripulación, a salvo. Ella, la cautivadora, como a Odiseo la sirena del mito, intentó enredarme con el embrujo de sus tonadas. Yo, a la manera del héroe, me hice atar al palo mayor y así pude sortear el peligro de caer en el hechizo de su reclamo musical. Ella me tendía sus redes y de carnada aprontábame una imagen no hermosa, pero sí hermoseada al tanto por ciento por sus voceros oficiosos desde la industria del periodismo. La hechicera me guiñaba un ojo. Cerrando los ojos la dejé pasar. En el aire del país quedó, basurilla en el viento, la frase de Calderón (¿Lo recuerdan ustedes? ¿Habrán podido olvidarlo?)
– Margarita tiene los méritos para aspirar a la grande en el 2018.
¿El síndrome de la Sahagún? (Me estremecí.) Margarita. Miro su foto en el diario reciente, pero una foto que tiene el tufo de la prehistoria. La observo hasta bizquear. En ella advierto la imagen de una matrona más bien madura, rostro como desbastado a hachazos. La recuerdo tanteando el terreno para ganarse el afecto de las masas sociales, algo que no pudo lograr. ¿Se arriesgaría a ser en el 2018 una Vázquez Mota de pacotilla?
Pero no. Margarita no le iba a seguir el juego a Calderón. Seria y ponderada la advertí en el pasado sexenio como para abstenerse de aspirar seriamente a sacar de Los Pinos a un PRI que su marido dejó entrar por su endeble personalidad de mediocre y «apenitas» en todo, menos en el demencial derramamiento de sangre y muerte en todo el país. ¿Margarita se tanteaba con la suficiente autocrítica como para no ir a caer en los alardes baratos, carísimos para mí y los demás, de nueva rica, en que se hundió la Sahagún? ¿Seguiría siendo la ecuánime y ponderada de siempre ya con la presidencial cruzada a los pechos? ¿No perdería cordura y decoro, y que en ella aflorase como en la Sahagún una codicia desbozalada y una rampante vulgaridad? ¿Qué tal si ya en pleno deslumbramiento y como compensación de nunca haber sido buscase tener? Sus derroches los pagaría yo mismo, con la multitud de aturdidos que hubiésemos caído en su hechizo. ¿Qué nueva catástrofe pudiese o pueda ocurrir si le brotan, salpullido de la mediocridad, esos instintos pedestres de la arribista, y a lo compulsivo regresa al rejuego politiquero y le da por figurar, por atragantarse de protagonismo? De ponderada y prudente proyectó durante seis años su imagen ante las masas, pero no olvidarlo: para que aflore lo peor de una personalidad mediocre hay que dotarla de poder.
En fin. El peligro de Margarita parece haberse desvanecido. Que por más manipulaciones que el marido intenta a estas horas nunca retorne al bataclán politiquero por supuesto, lo que es por mi voto ella nunca va a uncirse a la lucha por el poder en el 2018, por más presencia e imagen que a su hora le hayan elaborado los serviles que medran del negocio de relujar y maquillar «primeras damas» y por más que a estas alturas semblantee la situación el beato del Verbo Encarnado. Cuidado, pues. (Vale.)