España ha muerto. Murió de la otra mitad.
Así yo, mis valedores. Cómo conciliar dos raíces en pugna dentro de mí. Cómo hermanar mis dos sangres, la vencedora con la vencida. Como hablar de identidad y de idiosincracia si en mi condición de mestizo mal avanzo a lo hemipléjico, una mitad enhiesta y mortecina la otra mitad. Inclinado sentimentalmente a Tenamaxtle el caxcán, mi sentimiento lo expreso en el idioma que me legó Cortés. Con él pienso y me comunico con otros mestizos como yo mismo. ¿Entonces? ¿Cómo pacificar mis dos raíces irritadas, que dijo aquél? Aquí el principio de la pugna entre mi hontanar nativo y mi conquistadora raíz:
Fue un ocho de noviembre de 1519 cuando el invasor español pisó el valle de Anáhuac e inició una que denominó conquista para encubrir la invasión y destrucción sañuda de todo un imperio con la ciudad capital y sus habitantes, y una cultura, una religión, una cosmogonía. Mediante el genocidio mayor que registra la historia del mundo Cortés «decapitó una civilización floreciente en plena vida» mientras que en el suelo de Anáhuac «la sangre corría a raudales como el agua cuando hay una gran lluvia». De ese horror nací yo como mestizo.
Bueno, sí, pero a cambio de todo lo que destruyó, a la etnia nueva nos aprontó una cruz ensangrentada, una virgen enraizada en Tonantzin y una religión distante del cristianismo tanto como de aquí al cielo, que renovó en el mestizaje el pensamiento mágico de Huitzilopochtli y Coatlicue: milagro, misterio y autoridad. Laus Deo.
Cortés destruyó todo un imperio. En la fecha de la invasión era tlatoani Moctezuma Xocoyotzin, que antes de habitar el palacio y convertirse en «dios» había participado en una decena de acciones invasoras y expansionistas contra pueblos tan distantes como el zapoteca y algunos más. En la fecha de la defensa del territorio disponía, además de su conocimiento del terreno y la forma de defenderlo con éxito, de una tropa calculada por cronistas que se apartan de la historia oficial en alrededor de 100 mil guerreros águilas y guerreros tigres. La vida del polémico Moctezuma II finalizó el 1o. de julio de 1520.
¿Dioses los invasores? La creencia supersticiosa de los nativos se apagó cuando uno de los caballos capturados fue destazado y en trozos enviado a los contingentes guerreros en prueba de que era embuste la creencia de que Quetzalcóatl reencarnaba en Cortés. Los dueños del fuego y el trueno eran mortales. No más.
México-Tenochtitlan, 8 de noviembre de 1519. Con los primeros resplandores del alba levantóse el capitán español para disponer su gente. Los hombres se agrupaban bajo las banderas y sus corazones latieron cuando la corneta difundió su brioso llamado por el agua y por el bosque, hasta apagarse en el eco lejano de las montañas.
Ahí avanza Cortés, enhiesto su estandarte de terciopelo negro bordado de oro, con la cruz encarnada y la inscripción latina: «Amigos, sigamos a la Cruz». Viene detrás un contingente de 110 marineros y 553 soldados, 10 cañones pesados, 4 culebrinas ligeras y 16 caballos. Detrás, un contingente de unos 6 mil indígenas, la mayoría tlaxcaltecas, víctimas y temibles enemigos del imperio meshica. En el corazón de un mundo desconocido el grupo de aventureros avanza al encuentro de 100 mil guerreros águilas y guerreros tigres. Es la historia.
Moctezuma, Cortés. ambas sangres en pugna coexisten dentro de mí. ¿Identidad, idiosincracia? Será cuando se reconcilien, cuando haya paz entre Hernán Cortés y Cuauhtémoc. (México.)