Y es como para preguntarse, mis valedores: ¿pues de qué barro fuimos hechos los mexicanos? Cinco bases y trece decisiones; no más. Esas cuantas promesas bastaron para que el firmamento de Anáhuac se iluminara con el arribo del Quinto Sol, y el delirio. Con sólo declamar esas bases y esas decisiones el taumaturgo hizo brotar en el erial rosas, y de un lastimado país forjó la tierra prometida donde han de fluir arroyos de leche y miel. Y ahí el éxtasis que el nuevo tlatoani generó en la conciencia nacional. Entre los embelecos que embelesaron a los marchantes del histrión:
¡Cruzada contra el hambre y la corrupción, y paralelamente licitar dos cadenas de televisión abierta! ¿Qué más quieren, quieren más? Es así como en México se genera el prodigio, una vez más. Con el ascenso del Quinto Sol el meshica sobrevive a la frustración que de herencia le deja el beato del Verbo Encarnado. Previamente fumigada, la casona oficial de Los Pinos amanece estrenando inquilino.
Suertudos que somos los mexicanos. Porque ahora sí, con la voz del nuevo tlatoani resonando en un mundo meshica al que los destellos del Quinto Sol iluminan, calientan y marcan rumbos, de sus cenizas renace el Fénix de la esperanza, que en un proceso dialéctico y a más tardar en el 2018 volverá a convertirse en cenizas, para un 1o. de diciembre renacer a la voz de un nuevo chamán. De qué material estemos forjados los mexicanos, esto lo saben muy bien y muy bien ensayado lo tienen y nos lo recitan los rimbombantes histriones sexenales:
«¡Compatriotas», «amigas y amigos», «señoras y señores!» Ah, México.
En fin, que por frases no vamos a parar. Flamígeras, retumbantes, tanto más sonoras cuanto más vacías. Que si el imperio de la ley, que si los derechos humanos y las garantías individuales, y soberanía popular, y estado de derecho, y que si sobre la ley nada, y que si fuera de la ley nadie, y que si…
Mientras tanto, condenado al olvido y al polvo, el beato del Verbo Encarnado (ese impostor de la triste figura y la ingrata memoria) ha caído al desván de la historia; a las telarañas su discurso oficial pedestre, plagado de lugares comunes y de frases chabacanas: «ponerse las pilas, no bajar la guardia y caminar hombro con hombro para salir adelante». Contra tal discurso barato, que tan caro nos vino costando a las masas sociales, el viejo PRI con disfraz de juventud destapa su retórica estallante de fuegos artificiales y mienta los vocablos de su vetusto nacionalismo revolucionario mientras a las masas nos arruina con su neoliberalismo tecnoburócrata importado. Mis valedores:
Muerte y ruinas, desilusión y disparos de alto poder contra el estado laico, contra el estado de derecho, contra los mexicanos. Eso y no más dejó tras de sí el que tantas veces dijo «¡salud!» para todos enfermos. Autoelogio sus dichos, aborrecible su guerra particular contra todo lo que se movía y contra el que iba pasando. Años que fueron de sangre, disgregación familiar, emigraciones masivas y pueblos fantasmas. Calderón.
Pero ahí la conformación psicológica del mexicano. Correlativa al tamaño de la desilusión tiene siempre, como compensación, renovadas reservas de esperanza. Falaz, infundada, según le advierte la historia, pero las masas qué valor atribuyen a sus enseñanzas, cuando es más atractivo el pensamiento mágico.
Pero albricias. Sobre las ruinas de un impostor se prende, flamante y enhiesta, la esperanza renovada. Son los demagogos, son las masas, es México. (Nuestro país.)