¿Atenco ya se olvidó?

(Lo dije hace meses y por obvias razones hoy lo reitero. La factura de Atenco sigue aún sin cobrar.)

Estoy mirando las fotos, y el espeluzno: cabezas resquebrajadas, rostros amoratados, bocas que chorrean sangre, manos y bocas a la defensiva. Golpes, maltratos, manoseos nauseabundos a la intimidad de algunas mujeres, extranjeras varias de ellas, a manos, a dedos, a hormonas encabritadas de los policías de un mediocre Peña puntero en la carrera presidencial. Miro este cuerpo tronchado y ese que, macerado a leñazos de tolete y culata de rifle, cae de rodillas, codos y frente contra el asfalto. A ese otro  cuatro de uniforme derriban a garrotazos, y a aquel otro  llevan a rastras. Hago a un lado las fotos y me pongo a pensar: cuánto hacía que  hasta antes del Verbo Encarnado y su cementerio particular (el territorio patrio) las primeras planas no se habían empapado hasta grado tal. Sangre de humano.  Atenco.

Todo se inició un día de tianguis en Texcoco los días 3 y 4 de mayo del 2006. La venta de flores por parte de algunos comerciantes de San Salvador Atenco derivó en una guerra florida de fulgurantes rencores, violencia aberrante y sangre desparramada. Resecos yerbajos en aquella pradera, una chispa bastó, y unas flores, para convertir Atenco en hornaza que estalló entre unos machetes enardecidos y unos sicópatas disfrazados con uniforme policíaco al mando de un lobo con piel de humanista y antifaz de demócrata. Dígalo, si no, la respuesta que esa mala copia de Díaz Ordaz dio hace algunas semanas a los requerimientos de 132 estudiantes universitarios:

– ¡Para eso tiene el Estado el monopolio de la fuerza legal, para ejercerla cuando las circunstancias lo ameritan!

Una violencia legal como la que perpetró en Atenco  su horda de sádicos disfrazados de cuerpo represivo. El ejecutor intelectual de un asesinato y un delirio de sangraduras encabeza las preferencias en la carrera presidencial. Tal es el poder de las «fuerzas vivas» del país; tal es la desmemoria de las masas sociales. (Mañana ese Peña  se encueva en Los Pinos. Es México.)

Y los resultados de una violencia que el Díaz Ordaz de masquiña provocó en Atenco: los enjuiciados no fueron los de uniforme, no fue el autor intelectual; fue un Ignacio del Valle, dirigente del Frente del Pueblos en defensa de la Tierra, condenado con varios de sus compañeros, libres el día de hoy, a más de un siglo de prisión. Fue  una América del Valle tiempo después refugiada en la sede de alguna embajada. Aberrante.

Tal es la justicia en México. Tal  es el violador los derechos elementales de los habitantes de aquel caserío. Tal es la desmemoria de las masas sociales, que a la manipulación aplastante  de Televisa lo mantienen como posible sucesor del Verbo Encarnado. «Para eso tiene el Estado la violencia legal».

Pero ante la pasividad y la indiferencia de quienes se disponen a votar: América del Valle sentenció a los agresores, comenzando con el de la «violencia legal».  América del Valle:

– ¡Que esos perros  se cuiden las espaldas, porque mañana, porque  hoy mismo, el muerto será uno de su lado. El pueblo de Atenco tiene licencia para machetear a cualquier militar, policía o granadero!

Atenco,  mayo del 2006. El autor intelectual de la masacre va a embrocarse mañana la banda presidencial. Paisanos, tengan presente, no se les vaya a olvidar. El 1o. de julio se les olvidó. ¿En el retorno del PRI-Gobierno lo tendrán presente?   Es Atenco, es Peña, es el pobre de espíritu que votó  por él.  (Es México.)

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