Que el «hubiera» no existe

Eso lo admití ante todos ustedes el pasado viernes, pero ahora les reitero mi pregunta: ¿no han pensado alguna vez qué «hubiera» ocurrido en este país del 2006 a la fecha de haber llegado López Obrador a Los Pinos? Reanudo aquí mis especulaciones, ociosas y dignas del onanismo mental.
¿El tabasqueño hubiese exhibido desde Los Pinos su pequeñez física y mental, su mediocridad aplastante, su mal fario y su salación? ¿Mostraría que madre Natura le negó un chispazo de carisma y fuerza de voluntad ante el espejismo de licores y similares? De acuerdo a la ley de las compensaciones, ¿su complejo de inferioridad lo tornaría intolerante e intransigente, de genio pronto y de mecha corta?
Si en un momento de lucidez hubiese ejecutado un ejercicio de autocrítica y reconociera que su gobierno iba de tropezón en fracaso y de fracaso en tropezón,  ¿AMLO hubiese acudido al huracán de anuncios publicitarios, una pura engañifa y un puro embuste, para aturdir a unas masas sumisas y fáciles de manejar? ¿Les hubiese infundido zozobra y temor descalificando al adversario político con la patraña de que era “un peligro para México”?
Por cuanto al sentimiento de las masas sociales: ¿cuando el protagonismo del tabasqueño lo impulsara a caer sobre Puebla, San Cuilmas o Monterrey, ¿se tendría que sitiar las colonias de media ciudad y sembrarlas de pelotones y regimientos que acordonarían decenas de kilómetros para protegerlo del «amor» que inspirase a la gente? ¿De ese tamaño sería el temor, y tan flaco el carácter, y tan viva la conciencia del odio, el desprecio y el aborrecimiento que provocase en los millones que lo reputaran de impostor, invasor y espurio?
¿Imaginarlo pagando un altero así de facturas? Tanto para ti, Washington, y para ti, Gordillo, y para ustedes, treintena de  mega-ricos que me encaramaron en Los Pinos, y algo más para los organismos corporativos de control de PEMEX, para duopolio de TV. y para ustedes, comentaristas de casi todos los  «medios» manipuladores de pobres de espíritu.
¿La familia de López Obrador estaría educada por beatas del Verbo Encarnado que con Norberto Rivera, Sandoval Iñiguez, Onésimo y legionarios de Cristo manejarían el gobierno?  ¿El tabasqueño andaría dándole al César lo que es de Dios y al diablo el estado laico? ¿Lo imaginan ustedes disimulando mientras por enfrente deambulasen en su plena libertad las honorables familias Salinas, Montiel, Fox, Gordillo, Romero Deschamps, Bribiesca-Sahagún y congéneres? De hacerse el disimulado, ¿tan cínico lo consideran como para proclamar aquí y en el exterior que el nuestro, «amigas y amigos», es un estado de Derecho?
¿El tabasqueño hubiese realizado la maniobra demencial de desbozalar a soldados, marinos y policías, y aventarlos a la calle a provocar la hecatombe de una alucinante violencia  que se llevaría entre las patas la vida de niños, ancianos, amas de casa, estudiantes y uno que otro criminal? ¿Habría acribillado los derechos humanos de narcos y  víctimas? Cuando, estrategia fallida, viese enfrente un montón de cabezas sin cuerpo y cadáveres descabezados,  ¿acudiría a la Casa Blanca  con la mano extendida y mentando el Plan Mérida, como si la caridad de unos dólares pudiesen remediar llantos, duelos y lágrimas? ¿Andaría a estas horas jurando por el Verbo Encarnado que los 100 mil cadáveres que tornaron en camposanto el territorio nacional fueron culpa no de su demencial estrategia, sino de los propios narcos? ¿»Hubiera» López Obrador? ¿Qué me contestan? (En fin.)

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