«Nunca se había enfrentado el problema del crimen de manera integral con la firmeza y la contundencia con que lo hemos hecho». (Vocera presidencial.)
¿Que el «hubiera» no existe? Por supuesto que no. El «hubiera» no existe más allá de los vagorosos terrenos de la fantasía y la especulación de ociosos o desesperados. No más.
Pues no existe el «hubiera», ¿pero qué «hubiera» ocurrido con este país a partir del 2006 si se «hubiera» respetado la voluntad mayoritaria y reconocido el hipotético triunfo de López Obrador en las urnas? Morboso que es uno, que gusta de edificar castillos en el aire sólidamente cimentados en la fantasía, porque, vamos a ver: de no haber ocurrido la maniobra de Washington, el clero político, una treintena de mega-ricos y prácticamente todos los medios de condicionamiento de masas que haiga sido como haiga sido encaramaron al beato del Verbo Encarnado en Los Pinos, ¿en qué situación habría quedado el país al término del sexenio?
El «hubiera» no existe, pero esta morbosa curiosidad. ¿Ninguno de ustedes se ha preguntado en qué México viviríamos el día de hoy de haber sido el tabasqueño quien se estuviese preparado para entregar el gobierno? ¿López Obrador «hubiera» tramado su campaña presidencial apodándose «presidente del empleo»? ¿»Hubiera» aturdido a unos cándidos a los que la esperanza irracional nunca abandona, con promesas como aquellas de que cancelaría la tenencia vehicular, bajaría el impuesto sobre la renta y garantizaría para todos los mexicanos la seguridad pública, promesas que nunca iba a cumplir y engañifas que enterrarían todavía más la desfalleciente esperanza de unas mayorías cándidas? ¿AMLO, por eso mismo, terminaría su sexenio como un embustero?
¿Con México dividido por culpa suya «hubiera» tenido que penetrar a la sede del Congreso como un invasor, por una puerta excusada y a la viva fuerza, como a la viva fuerza ahora sería arrojado al desván de la historia? ¿Cabría toda la gestión del perredista entre una desbozalada invasión a San Lázaro y un derrumbe en el cuarto de los triques, los trebejos de la historia, y entre ambos extremos un hervoroso borbollón de sangre, muerte, luto, lágrimas..?
¿La susodicha historia lo calificaría de estadista o de mediocre irredento, forrado con ese estiércol que es el del desprestigio en su fama pública? ¿AMLO estaría ahora mismo calentándose los sesos y los «esos» enfriándose con la preocupación de ponerse a salvo de las iras populares que provocó su mandato? ¿Andarían sus serviles procurándole acomodo dentro de las fronteras de algún país remoto donde sobornar a sus autoridades para que le permitieran ponerse a salvo hasta que la desmemoria de los agraviados hiciera su efecto, como hoy mismo ocurre con los Fox y los Salinas que en tiempos recientes ha padecido el país?
¿AMLO ya «hubiera» transado con el sucesor para que le cuidara unas espaldas bestialmente manchadas de podre y de sangre? ¿Tanto se parecerían el par de compinches, el saliente y el que se dispusiera a entrar? ¿Por torpe y mediocre López Obrador hubiese propiciado la vuelta del PRI a Los Pinos?
El «hubiera» no existe, ¿pero sería el tabasqueño quien se dispusiera a entregarle la banda presidencial a un priísta? Si rondase por ahí la leyenda de que en la tumba de su padre AMLO le hubiese jurado que no permitiría la vuelta del PRI al gobierno de este país. ¿Qué, entonces?
Si en un momento de lucidez y en un ejercicio de autocrítica, libre de momento de intoxicantes de cualquier marca y origen…(Sigo mañana.)