Digo tu nombre…

Y retorno a la vida. “Cuando aspiro tu refajo de bosques, cuando me hundo en tu huipil de pájaros, me anega tu aliento de maíz y volcán, tu espina aguda de picaflor». Te nombro aquí, Guatemala,  y mi mente se agita, hervorosa de bosques, lagos, rostros. «Se oye cuando una garza cambia de pie» Es la Guatemala dulce y sombría de Cardoza y Aragón,  de Alaída Foppa y sus hijos, de Otro René Castillo, poeta también  sacrificado por la bota y el espadón. Digo Guatemala, hoy doliente por el respingo del suelo que provoca a estas horas el luto y las lágrimas.
Pues sí, pero es también la  sombría Guatemala de aquellos milicos que hicieron garras su gente y su historia. En enero de 1980, por ejemplo, para implantar un proyecto de desarrollo de industrias transnacionales, el gobierno desalojó de sus tierras a los campesinos que en son de protesta, tomaron la sede de la Embajada de España, y fue entonces: los comandos les lanzaron bombas incendiarias. En la hornaza se calcinan 38 paisanos, entre ellos el padre de Rigoberta Menchú. A uno que sobrevivió a la masacre en el propio hospital donde le curaban las quemaduras lo asesinaron.
Ay, patria – a los coroneles que orinan tus muros tenemos que arrancarlos de raíz -y colgarlos de un árbol de rocío agudo – violento de cóleras del pueblo.
Guatemala. Con poco más de 10 millones de habitantes, la sangrienta cosecha de los tigres militares: 440 aldeas borradas del mapa, 300 mil exilios, 50 mil viudas, 250 mil huérfanas y miles de muertos y desaparecidos. “A los compas, amarrados, nos aventaron al barranco, contra las piedras. Sólo yo me salvé porque fui a dar a una poza de agua”, en mi cara uno de ellos ante los micrófonos de Radio UNAM. Dulce y sombría, hoy dolorida por la remecida telúrica que deja a su paso muerte y dolor. Guatemala.
Su revolución de 1944 dio la presidencia del país al Dr. Juan José Arévalo, y seis años más tarde a Jacobo Arbens. Muchos fueron los beneficios que logró el paisanaje, desde leyes favorables a los obreros y una reforma agraria que entregó a los campesinos sus tierras hasta la construcción de la carretera al Atlántico que liberó al país de la dependencia de los ferrocarriles de la United Fruit Co. Pero la historia de siempre:
Las iras de la compañía gringa se desbozalaron, y  ahí intervienen la CIA, el Depto. de Estado y aun el Pentágono. Caiga el presidente Jacobo Arbens y trépese el teniente Castillo Armas (1954). Esa historia,  ¿dónde la hemos oído antes? ¿Dónde no la hemos escuchado? ¿A dónde no llegará el gringo depredador?
Para los chapines llegó la esperanza con el gobierno civil. La noticia, días antes: “Los guatemaltecos tienen confianza en el cambio, que les dará empleos, combatirá la criminalidad y abaratará el costo de la vida». Esa terca, esa inútil esperanza, que no cesa en los pobres de espíritu.
Sería entonces cuando los chapines caerían en el espejismo de la “democracia” con civiles como Cerezo Arévalo y el asesino de un par de mexicanos Alfonso Portillo, que llegó con las consabidas promesas, siempre incumplidas: «¡Soy un hombre del pueblo y a mi pueblo me debo como gobernante! ¡Voy a restar poder a los militares y a  crear un nuevo país, basado en la paz, el respeto a los derechos humanos y mejores oportunidades para todos».
Hoy por bandido lo tienen enchiquerado en una celda carcelaria, ejemplo que   por acá nunca habrá de cundir. Pero destino de pueblos débiles: como en México retorna en PRI, a  Guatemala regresa el gobierno del espadón. (Lóbrego.)

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