¡Lo mejor está por venir!

Es el Imperio, mis valedores. Alza la Voz desde el trono, y metrópolis y colonias, aquel «¡Oh!» de admiración.  La noticia central del periódico madrileño:
Four more years, tres palabras, que dieron al vuelta al mundo. A Barak Obama le sobraron 127 caracteres para anunciar que estará cuatro años más en la Casa Blanca. Su tuit fue rebotando por cada esquina del planeta a las 5.16 de la madrugada española. El tuit enviado por el reelegido presidente de los EEUU alcanzó el récord de reenvíos por minuto después de que Obama escribiera el mensaje original.
Y «¡Lo mejor está por venir!», frase de Obama que cimbró a un mundo adicto a las frases  tanto más retumbantes cuanto más vacías. Tramposas, en este caso. Porque, mis valedores, así se pervierte el lenguaje de los políticos.  En su campaña uno de ellos promete que acabará con la pobreza, y esa promesa le otorga el triunfo en las urnas. Termina el mandato, pero no la pobreza, y entonces, en lugar de reconocer su fracaso como gobernante: «¡Dejo las bases para acabar con la pobreza!»
Y aquellos aplausos de las masas cándidas…
Una de las promesas de Obama en su campaña presidencial de hace cuatro años: «Solucionaré el problema migratorio!» ¿Y? El voto decisivo para la reelección fu el voto «latino», lo que eso quiera decir.
Esa frase de Obama de que  lo mejor está por venir implica un fracaso gubernamental, una realidad amarga que los gobernados se tragan porque el engaño es necesidad de las masas sociales y porque el lenguaje tramposo del reelegido les doró la píldora: Lo mejor está por venir. A propósito:
Cuánto haya avanzado el país del Norte  desde que sus racistas del Sur  aplicaban feroz discriminación contra la población negra. Cuántos amaneceres no mostraban al vecindario el cadáver quemado, masacrado, hecho garras, de un negro que cayó en manos de las feroces hordas del Ku-Klux-Klán.
El árbol de la horca. Tal puede nombrarse el “árbol blanco” (Jena, Luisiana, EU.) destinado para gente de raza blanca bajo el que varios estudiantes negros se atrevieron a sestear hace algunos ayeres, acción que desbozaló un conflicto de racismo e injusticia que culminó con una tumultuosa movilización de protesta que amenazaba iniciar un nuevo movimiento nacional semejante al de los años 60 en defensa de los derechos civiles en los Estados Unidos. En eso, de súbito, que un negro arriba a la Casa Blanca, y entonces: «¡Lo mejor está por venir!»
Aquí algunos apuntes que tomo del estudioso C.  Fontanellas sobre la dificultosa coexistencia del negro norteamericano con los de piel blanca durante la guerra civil:
Fue la rivalidad entre los confederados esclavistas sureños y los estados del norte de EU lo que encendió la Guerra de Secesión de 1861-65. Los esclavos negros intuyeron la gran oportunidad para luchar por su libertad e igualdad mientras en el norte los negros libres intentaron enlistarse con las fuerzas de la Unión. Su entrenamiento militar fue prohibido por la policía. El gobierno federal evitó el alistamiento de negros en el ejército. Lincoln los rechazó en 1861 y en los años siguientes, esa doble moral.
La agitación de la negritud preocupó al gobierno, que creó un plan para retornarlos al África o a alguna una isla del Caribe. Fracasó tal política. El negro logró enlistarse en el ejército. Fue  discriminado. Llegó a rehusarse a cobrar su medio salario en relación al del blanco. El ejército sureño se encarnizó con los negros. Se negó a tomarlos prisioneros. Los heridos eran asesinados. (Mañana.)

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