Nocivo el sondeo de opinión

Los sondeos no son instrumentos de demo-poder (un instrumento que revela la ‘vox populi’), sino sobre todo una expresión del poder de los medios de comunicación sobre el pueblo (…). Se trata de simples «rumores»‘, de opiniones débiles, deformadas, manipuladas e incluso desinformadas. En definitiva, de  opiniones ciegas.
Ciegas, les llama Giovanni Sartori, porque los profesionales del oficio saben o deben saber que la gran mayoría de los interrogados desconoce los temas sobre los que se le pregunta, y es así como la plaga de  «encuestas», de «sondeos de opinión» que, imitación de formas extranjeras, ha cundido en el país, no pasa de ser un recurso más del Poder contra las masas sociales. Cuidado.
Aquí, en un castellano aceptable, reflexiones del experto en asuntos políticos y culturales.
Los sondeos de opinión: el entrevistador formula una serie de preguntas que  el entrevistado contesta, lo que aclara de inmediato que esas respuestas dependen en gran medida del modo en que las preguntas fueron formuladas y que el entrevistado casi siempre se siente «forzado» a improvisarlas en el momento. Sin más.
¿Es eso un parámetro de lo que piensa la gente? Quien esto afirmase no diría verdad. La mayoría de las opiniones recogidas por los sondeos  son débiles porque no expresan opiniones intensas, sentidas a profundidad; volátiles, porque en pocos días pueden cambiar; inventadas en el momento para decir algo, porque si se responde «no sé», la situación del entrevistado puede resultar desairada ante los demás; y que, sobre todo, producen un efecto de reflejo, un rebote de lo que sostienen los medios de comunicación.
Es así como las opiniones, por lo general, resultan ser débiles. Es  excepcional que se consigan opiniones profundas. Sartori cita a Russell Newman:
De cada diez cuestiones de política nacional que se plantean todos los años, el ciudadano medio tendrá preferencias fuertes y coherentes por uno o dos, y virtualmente ninguna opinión sobre los demás asuntos. Lo cual no es obstáculo para que cuando un entrevistador empieza a preguntar surjan opiniones inventadas en ese momento.
El resultado, afirma Sartori, es que la mayoría de las opiniones son frágiles e inconsistentes y que  se expresaron en relación  a unos temas que se desconocen de manera total. Puede el entrevistador preguntar sobre una «ley de metales metálicos», y con todo y lo absurdo de la pregunta no retornará a casa con las manos vacías porque un tercio o dos de los entrevistados va a aportar la correspondiente opinión.
Tenemos, por otra parte, el problema de la muy fácil manipulación del sondeo. Preguntar, por ejemplo, si se debe permitir el aborto o si se debe proteger el derecho a la vida es presentar las dos caras de una misma pregunta en relación a un problema que las masas sociales entienden, pero la diferente formulación de la pregunta puede cambiar la respuesta en un 20 por ciento de los entrevistados. Quien se deja influenciar o asustar por los sondeos (el «sondeo dirigido»), a menudo se deja engañar en la falsedad y por la falsedad. (Conste.)
«Creo que somos muchos, afirma Sartori, los que estamos de acuerdo, aunque lo digamos en voz muy baja, en que la sondeo-dependencia es nociva y que las credenciales demócratas de semejante instrumento son sólo espurias». Y su conclusión:
«Los expertos en sondeos se limitan a preguntar al entrevistado: ¿qué piensa de esto?, sin antes averiguar lo que de esto sabe, si es que algo sabe.» Y a opinar. ¿A opinar? (Uf.)

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