Digna, ¿suicidio?

A diecisiete años de la muerte de la activista Digna Ochoa,  el caso fue presentado ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos. El hermano de la activista reitera su afirmación de responsabilizar a miembros del Ejército Mexicano (La Jornada, 19-X-12.)
«¡Hija de puta, te tenemos bien ubicada!»
Y tan bien ubicada tenían a Digna Ochoa y Plácido que días después de la amenaza fue encontrada sin vida, que se la arrancaron a balazos un 19 de octubre del 2001, como 10 años antes sacrificaron a una tan digna luchadora como ella: Norma Corona. Vida y muerte de las dos, qué paralelismos, hacía yo notar a ustedes hace exactamente un año y lo repito el día de hoy. Norma era abogada; Digna también; Norma hizo suya la defensa de los desprotegidos de la justicia; Digna también; la muerte violenta de Norma prefiguró la actividad humanística y el final trágico de Digna. Norma Corona Sapién  fue asesinada en mayo de 1990; a Digna Ochoa y Plácido la «suicidaron» un 19 de octubre, 10 años después. A resultas del asesinato de Norma y bajo la presión de organismos internacionales el entonces presidente Salinas ideó ese embuste descomunal que conocemos por su alias de Comisión  Nacional de los Derechos Humanos, cuya ineficacia malintencionada alentó la labor de organismos como el Centro de Derechos Humanos Miguel Agustín Pro, desde el que Digna Ochoa sacaba la cara por los presos de conciencia encarcelados injustamente,  al igual que por tantas y tantas víctimas del Ejército mexicano, (muertos, heridos, torturados, desaparecidos) que hoy carecen de una Digna defensora que los dé a valer. Marcos, el del EZLN,  reclamaba al entonces procurador del DF, Bernardo Batís:
– Sus funcionarios no sólo fueron torpes e ineficaces en el caso de la muerte de Digna Ochoa. También fueron deshonestos y ruines. Para fortalecer lo del suicidio se dedicaron a destrozar la reputación de Digna.
¿Sus asesinos? Ninguno. La defensora de los derechos humanos «se suicidó». ¿Sospechosos? Los militares a los que inculpaba en delitos diversos, pero de ese tamaño es la justicia en este país: juez y parte en el caso fue el propio Ejército. En la revista Proceso Ricardo Revelo:
“Como juez militar, a él le correspondió el caso de los militares procesados por la matanza de siete agentes de la Policía Judicial Federal en Tlalixcoyan, Ver., el 7 de noviembre de 1991 (¿recuerdan ustedes esa masacre?). La CNDH emitió la recomendación de que los militares que participaron en los hechos, entre ellos el general Luis Morán Acevedo, fueran castigados (…)  El general Rafael Macedo de la Concha los absolvió».
Vidas paralelas. Digna Ochoa sacó la cara ante el asesinato de Norma Corona, activista ella también. El asesino intelectual resultó ser el policía encargado de investigar el caso; a su hora, otro de  esa misma alzada presentó el caso como “resuelto”. A modo de premio Salinas lo ascendió de grado.  Digna Ochoa,  entre tanto, se avocaba a la defensa de los presos de conciencia encarcelados injustamente y por tantísimos damnificados de diversos elementos del Ejército mexicano.
Digna Ochoa. En febrero de 1995 agentes judiciales denunciaron ante el juez que “la monjita” los hostigaba durante los “interrogatorios”. Digna les impedía inventar versiones distorsionadas para evadir su responsabilidad en la tortura de aquellos presuntos zapatistas capturados en Yanga, que el entonces presidente Zedillo trataba de hacerlos pasar por guerrilleros peligrosísimos.
(Algo más de la activista,  mañana.)

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