Decíamos ayer: tiempos difíciles vive a estas horas el movimiento obrero del país. Grave es el momento, cuando toda la fuerza del Sistema de poder, gobierno y empresarios como punta de lanza, se arrojan de lleno contra un gremio trabajador cuya defensa queda a criterio de unos legisladores que son parte integrante del propio Sistema, y lo más problemático: que el propio trabajador carece de la conciencia cabal del peligro y no cuenta con la memoria histórica ni la cultura obrera. Es por ello que desconoce la técnica, la táctica y las estrategias para neutralizar semejante peligro. Hoy mismo, mis valedores, para el movimiento obrero, las aguas bajan turbias…
El gremio trabajador se advierte desarmado frente al peligro que lo amenaza, y esto lo certifica la respuesta de movimientos contestatarios como los sindicatos de electricistas y de Mexicana de Aviación, al igual que el denominado Yo soy 132, que en sus formas de lucha desperdician las lecciones que ofrece la historia. ¿Qué significa para ellos ese elemento fundamental de todo movimiento reivindicatorio?¿Qué y cuánto han aprendido del movimiento obrero-estudiantil de 1968, hoy más actual que nunca? ¿Han logrado rebasar la etapa transitoria de una marcha-plantón que les arroja a la cara su obsolescencia, su inutilidad? ¿Han conseguido sus propósitos de lucha? ¿Qué han logrado hasta hoy día? ¿Qué habrán de conseguir frente a la reforma laboral calderonista? (¡Imagínense!) ¿Cómo van a neutralizar sus malos efectos? Aquí, de la memoria histórica:
El movimiento sindical mexicano libró grandes batallas durante las primeras seis décadas del siglo XX. Su exponente máximo fue la huelga ferrocarrilera de los años 1958-59, en la que los trabajadores lucharon de forma heroica. Diez mil elementos fueron a parar a las cárceles. Los analistas de izquierda revolucionaria especializados en el movimiento obrero hicieron un análisis a fondo de los aciertos y debilidades de los métodos aplicados por los dirigentes ferrocarrileros.
En esas épocas, por fortuna, existía dentro de la izquierda el método de la autocrítica, que bajo ningún pretexto aceptaba la autocomplacencia ante los errores de la izquierda, algunos tan graves como el del citado movimiento ferrocarrilero de 1958-59, que enmarcó su lucha en el contexto de huelga parada, en la que los huelguistas se dedican a realizar asambleas, marchas y mítines, pero cuya labor se desgasta en las “guardias”. La mayoría de los trabajadores permanecen en sus hogares o se van de paseo como si estuvieran de vacaciones, y esperan que el matutino o la televisión les informe de los resultados del conflicto. Núcleos reducidos de huelguistas cargan con el peso de todo el movimiento, mientras el resto descansa a la espera a que se les convoque a realizar actos espectaculares y protagónicos que producen mucho escándalo, pero tienen poquísima efectividad.
– Nosotros, me dice el maestro, procesando tal experiencia a principios de los años 70, mejoramos nuestras tácticas y estrategias hasta lograr triunfos y crear el sindicalismo independiente. Pero entonces Echeverría…
Porque el protagonista de los sucesos de Tlatelolco y el halconazo del 71 contraatacó corrompiendo líderes sindicales y auspiciando la amnesia de las experiencias ganadoras para sustituirlas por esquemas perdedores que hoy mismo aplica el trabajador y de esa forma asegura el triunfo del enemigo histórico. Hoy mismo Calderón, antes de asestar su golpe letal contra el obrero…(Esto sigue mañana.)