¿Dónde estarán a estas horas? ¿Qué tierras anden pisando? ¿Cuántas son y en dónde se encuentren, que de un día para otro les perdí el rastro? Sólo en fotos las pude mirar, y eso muy de tarde en tarde, pero qué soberbia estampa la de todas ellas. En aquellas fechas me preguntaba por dónde andarían, quién o quienes las tenían discretamente apartadas del mundo, en dónde las escondían y de qué. Buscaba alguna respuesta, pero nada. De ellas, ni el rastro. Ellas, andavete…
Y la de preguntas que me provocaban: ¿esas extranjeras arribaron al país todavía virgencitas, o ya su currículo conocía trato con individuos, con grupos, con turbas, vaya uno a saber. Y aquella incertidumbre…
¿Su llegada a nuestro país? Al igual que Don Lázaro propició la entrada de León Trotsky, los Niños de Morelia y los muchos trasterrados de España que tanto nos dieron a valer en todos los campos de la vida pública, así el arribo de esas extranjeras fue auspiciada por Carlos Salinas. Ellas se aquerenciaron en nuestro país por obra y desgracia del vende-patrias de vocación entreguista y re-matador del patrimonio nacional, que es decir el de todos nosotros. Las introdujo al país ese perito en asesinatos políticos y complots contra aspirantes presidenciales que no compartan su vocación pro-yanki. Fue ese truhán quien las trajo a alternar con el paisanaje, aunque sólo en muy contadas ocasiones. Quizá alguno las haya visto en el cinescopio desplazándose por la vía pública a lo despacioso, a lo fachendoso y retador, con la cadencia de modelos de modas en la pasarela.
Bueno, sí, ¿pero dónde están a estas horas? A saber. Desde recién llegadas les perdí el rastro y hasta años más tarde las pude ubicar, por un corto tiempo, en las playas de Cancún, donde vacacionaba una convención de ricachones, de aquí y de allá, en cuyo obsequio salieron ellas a prestar sus servicios. Yo, una vez más, las avisté sólo en las fotos del matutino, que las captó en plena playa y ante la expectación general. Su vera efigie cubrió los diarios, aunque no estoy seguro si fue en la primera plana o en la sección cultural. Ha de haber sido en “Sociales”.
Recuerdo que recorté la estampa de alguna, la coloqué sobre mi mesa de trabajo, y aquella discreta excitación: alta como todas ellas, maciza de formas, extranjera, como las demás. Yo la miraba en la foto, la examinaba, la quise reconocer. ¿Será, no será..?
Y sí: enredada con alguno de uniforme, quién lo creyera. Coronel, general o algo por el estilo. Ahí, entre la multitud, la advertí entera, plena de vida y como buscando con quién desfogarse, motivosa que no fuera. Porque ella sabe tirarse a fondo, nomás con que alguno me la haga reaccionar a todo lo que dan su temperamento y capacidades. Entonces sí, esos orgasmos (multi-orgásmica, cada orgasmo de larga duración.) Ahí andaba, alharaquienta, dándose a notar, siempre robando cámara. Ella y las de su camada dónde estarán, me llegué a preguntar después de que vi su foto en Cancún y a todas volví a perderles el rastro.
Y aquí el contrasentido: elitistas como son todas ellas, siempre a las órdenes del gran capital, aparecen a cualquier hora allí donde son requeridas por los que les pagan sus buenos servicios, pero también donde se congregan los pobres, y esa es regla que no sabe fallar. ¿Cómo localizarlas, pregunta algún verriondo de sangre en hervor? Calma, que no es preciso rastrearlas: son ellas las que se encargan de localizar a aquéllos con los que se han de relacionar. ¿Y saben ustedes por qué?
(El por qué, mañana.)