Plaza tomada

Ciudad Nezahualcóyotl esta vez,  mis valedores, esa entrañable  comunidad a la que le trovan M. Iglesias y su Grupo «Canto del hombre y del pueblo:
Nezahualcóyotl querido – tierra de polvo y de sal – tus colonos han sufrido – ¡pero van a despertar!
Despertar, mantenerse despiertos y combatir, una vez más, por la integridad de un territorio que un precio tan alto costó a sus fundadores. La sobrevivencia es su signo, y después de conjurar tantas plagas no es cosa de rendirse al final. Animo.
Tengo en la mente el trazo de Ciudad Nezahualcóyotl, de sus calles con nombres de canciones populares, allá por el centro de una comunidad que conozco desde hace años porque allá impartí uno de los talleres de lectura que más he apreciado. Es por mi afecto a los amigos de aquellos rumbos que la noticia del martes pasado me duele en lo vivo. La Ciudad Neza que yo conocí y aprendí a querer no merece la nota del matutino, que firma Martín Moreno:
¿Quién podrá negar que Ciudad Nezahualcóyotl, en tiempo récord -tres años-, se convirtió en plaza tomada por «La Familia Michoacana» y disputada por «Los Zetas» durante el gobierno del priísta Edgar Navarro?
Así que plaza tomada, tan gallarda ciudad…
Si ustedes conocieran la  epopeya de ese cacho de México que surgió de la nada, que por obra, gracia y redaños de unos heroicos desesperados, vino a nacer en un llano inhóspito donde parecía imposible todo aliento de vida más allá de las lagartijas. Cd. Neza es suma y síntesis de lucha y sudor, sufrimiento y carencias sin límites de aquellos pioneros que habiendo sido desplazados de todas partes, a querer o no tenían que afincarse en algún lugar, y se toparon con aquella inhóspita llanura desdeñada hasta por los coyotes, puro terregal, tepetate y reverberancias de un sol como toro en brama. Se santiguaron, fajáronse ellas sus enaguas y ellos sus pantalones, y ora pues, obre Dios, y aquí me planto y de aquí nadie me saca, faltaría más. Y a imaginar la ciudad…
Y ahí fue el agenciarse la lámina y el cartón,  y alzar aquel remedo de cuartucho, y en  tiempo de fríos tiritar, y asarse en los calores de mayo, y bajo las tormentas de junio andar con el agua al cuello y  la boca  reseca por falta de agua potable. Pero ánimo, paisas, y a la gloria del tabicón ir insinuando la vivienda mientras se lidia con la falta de transporte, víveres y servicios básicos, y la plaga de ratas de campo y la de ratas de tierras, los  fraccionadores,  transas del medro y de la engañifa, y a los fregados fregarlos más…
Pero el destino del paisa es la sobrevivencia: por ahí fueron surgiendo barruntos del centro escolar, el mercado y el templo. Y ábranla, que entre charco y hoyanco va el pavimento, y el agua entubada, la luz, el drenaje, el teléfono y lástima: también  la antena de televisión. Fue así como a pura enjundia, temple y redaños, los arrimadizos de todas partes y de todas partes desplazados hicieron el milagro de cosechar, en aquel desierto, rosas. Ciudad Nezahualcóyotl…
Claro, abundancia, lo que se llama abundancia, tampoco. Vías públicas de primer mundo, no exagerar. La avenida Pantitlán, sin ir más lejos: si al rata Montiel, gobernador por aquel entonces, lo atacó la insensata compulsión de ampliar la zona de sus ilícitos, yo con el alma deseé que su marcha a Los Pinos tuviese la tersura y suavidad del asfalto de la Pantitlán, de punta a punta vibrador cacarizo de baches, donde al transitarla el automovilista, por no morderse la lengua, tenía o tiene que apretarlas. (Esto sigue después.)

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