De los mediocres que en la trágica docena han sentados sus dos reales en el sillón de Los Pinos hablé con ustedes ayer, y de la megalomanía delirante de un Fox que fue a Washington a asegurar que cuando presidente «atajé a Chávez, como también a Fidel, que intentaban poner al Peje en Los Pinos». Me referí a la pretendida trascendencia que de una u otra forma intentan esos mediocres, desde Eróstrato hasta el que haiga sido como haiga sido logró encuevarse en Los Pinos.
La trascendencia, o cómo lo van a recordar cuando muera si es que no consiguen olvidarse de él. Y a esto, mis valedores, quería yo llegar: el que fue presidente de mi país, Fox de apellido. ¿Un ser trágico? ¿Un irresponsable, un conchudo y baquetón? Porque el varón de vergüenzas en su nidal trae el pudor, el honor y el decoro a flor de conciencia. El tiene en tanto su imagen y fama pública, que mucho se cuida de mantener en recato como salvaguarda de la propia dignidad. Pero Fox…
Lo padecí como presidente de mi país y sufrí la amargura de comprobar día a día el tamaño de sus limitaciones en cuanto pretendido estadista y su falsía a la hora de cumplir planes, proyectos y promesas de cuando candidato presidencial. Nada cumplió, y ya en Los Pinos se aplicó sañudamente a enemistar su gobierno con Cuba, Venezuela y tantos más países hermanos, mientras que su vida pública, nada edificante, despedía tufos de descomposición dentro de su vida familiar. Lilián de la Concha, sin ir más lejos.
Por cuanto a su disparatario personal, ese lo conocemos todos, que anda en boca de todos y todas las bocas lo escupen, tanto como las reiteradas evidencias de su incultura y zafiedad. Y es como para preguntarse:
¿Cómo entender a ese Fox humano, o casi? ¿Tanta insensatez cabe en uno que así aportó en su momento a las masas sociales renovados motivos de queja, desánimo, frustración y burletas? ¿Tiene conciencia de que la comunidad lo erige como rey de burlas? ¿Es él quien se burla de la comunidad? ¿Es inmune a los aletazos de la humillación? ¿Tiene un formidable sentido del humor? ¿Lo tiene del ridículo? ¿Es un conchudo de siete suelas? ¿Cómo resiste la cargazón de un ludibrio que así le razga a estas horas su fama pública? ¿Fuerza de carácter? De ser este el caso, ¿de dónde saca tal fuerza? ¿De su pura enjundia? ¿Del Prozac y demás tranquilizantes? Uno que no fuera Fox y en tanto las comunidades de aquí y allá lo señalan de insensato, ¿dónde ocultaría la cabeza? ¿Es un personaje trágico, o no pasa de ser uno más de los hilarantes protagonistas de la picaresca de rompe y rasga de mi país? Mis valedores:
Aquí dejo de teclear, miro hacia el frente y la mirada se me extravía más allá de esos árboles, de la ermita, de un firmamento gris, pizarroso. Mirando sin ver (viendo sin mirar), pienso y medito: sea el caso que sea, yo tengo la requemante sospecha de que a uno de la alzada de Fox no lo merecían las masas, no lo merecía mi país, no lo merecía yo, que nunca de los nuncas, ni por mal pensamiento ni aviesa intención, voté por el tal. Pero achaques de la embustera y costosísima «democracia» oficial. Mis valedores:
Que sucesor de Fox uno de mayor megalomanía y menor autocrítica no podría encaramarse en Los Pinos, pensaba yo. No lo permitiríamos los mexicanos. Hoy, después de escuchar hace un par de semanas un delirante mensaje que quiso teñirse de rosa y se tiñó de sangre de una cifra demencial de cadáveres, pienso, medito y de algo estoy cierto: también esta noche va a ser de insomnio. (Dios.)