A Lecumberri, becado

¨Nada de nadie debemos esperar sino de nosotros mismos.
José Revueltas, mis valedores. Solía entrevistarme con Andrea, su hija, y preguntarle sobre las ideas políticas y literarias del autor de Los errores, el Ensayo sobre un proletariado sin cabeza y tantos títulos más. En una de nuestras charlas Andrea me dijo:
– Para mi padre Lecumberri significaba una especie de beca, según le gustaba decir de broma, para poder trabajar, estudiar y tomar notas, para elaborar esquemas que más tarde iba a desarrollar, siempre centrado en torno al análisis de la historia del Siglo XX. Su trabajo durante las temporadas de encierro era intenso, fructífero. En 1974, días después de haber salido de Lecumberri me escribió a París:
«Estoy trabajando en las notas sobre mi actividad teórica que se refieren a mi punto de vista sobre las revisiones que tenemos que hacer respecto a la teoría del Estado. Mi trabajo se llama Los nuevos contenidos de la realidad contemporánea. Este me lleva cada vez más lejos, y en México casi no me atrevo a dar a conocer mis puntos de vista. Es dogmatismo es mucho más fuerte de lo que podemos imaginar».
– Ya en 1971 mi padre me había comunicado, con aquél su entusiasmo cuando se refería a su obra teórica:
«Trabajo sobre todo lo nuevo: los cambios en la composición orgánica de la clase obrera, el papel del Estado, etc. Nada de nadie debemos esperar sino de nosotros mismos. Pensar, escribir, luchar con audacia, despojados de todo fetiche, de todo dogmatismo, no importa a dónde lleguemos».
– Sus trabajos teóricos, que no publicaba por falta de editor o que de editados tuvieron una nula o escasa difusión, pronto se darán a conocer como un todo: su obra teórica tanto como por sus libros de ficción. Estos son algunos conceptos sobre cultura latinoamericana que me escribió a fines de 1971:
«América Latina se asoma a la cultura universal mientras conquista su independencia política en el primer tercio del siglo XX. Una doble apertura hacia el mercado internacional capitalista y hacia las ideas de la época. En ambas, con un retraso de dos siglos, al menos.
España, a partir de la Contrarreforma, se convirtió en un ghetto cultural de alcances planetarios, lo cual acaso explique el reblandecimiento intelectual que apartó al lenguaje castellano de todas las manifestaciones avanzadas del pensamiento. Aquí reside el punto de arranque de nuestra tragedia: la Conquista, en lugar de representar un avance, sólo produjo un engendro, un monstruo desintegrado: cabeza de perro en cuerpo de serpiente con alas y un arcángel diabólico por dentro. De ahí el asombro un tanto perverso de los europeos».
– Acerca de su propia obra mi padre me escribía a París:
«Cada uno de mis libros representa un momento, dicho de modo hegeliano, del proceso que integra la totalidad de mi obra. Esto me inclina a considerar la más reciente como la más representativa. Me considero inserto en una literatura cuya actividad intenta despejar lo insólito de la realidad; una literatura que actúa con la dialéctica de la conciencia como expresión crítica de la enajenación de la realidad y de toda realidad enajenada. No presupone ni asume, entonces, ninguna clase de propósito o tendencias extrínsecas: políticas, sociales, morales. Hay que huir de los personajes teleológicos, esos que tienen una personalidad ética, moral o política, porque introducen en el material una tesis preconcebida, que disminuye la calidad artística de lo producido».
Esto afirmaba José Revueltas. (A su memoria.)

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