Sicalíptica

Del amor hablé ayer aquí mismo, mis valedores,  y que para ir de visita a la casa de mi sota moza subí a la azotea por mis chonchines de lujo. Pues sí, pero lástima: las tormentas nocharniegas me los dejaron empapados, y qué hacer.

A lo sonámbulo deambulé entre los tendederos de la azotea, hasta que de repente, en el hotel de allá enfrente,  que da a Los Pinos,  ¿y esa luz, y esa ventana, y las sedas sobre la alfombra, y aquella cama,  y encima..?

Lo que vi  a lo vouyerista; lo que escuché y lo que supe: que el de la cama no podía rematar la faena. Impotente, sí.

– Ay, bárbaro, qué tallón. Cinco años y medio de puros tallones. Yo así no, si no se para el negocio mejor párale a la propaganda.  Ya me tienes toda mojada, pero sólo con  tus chorros de sudor. Déjala de ese tamañito, Felipe. Reconoce que no pudiste. ¿Qué? Apoco te sigue la cruda…

– Cuál cruda,  ahí voy de nuevo. Tú flojita, ¿ves? Esa rodilla, no me la claves, aguántame. Me extraña, si yo soy pero que gallo de espuela. A ver, no le frunzas.

– Ay, que torcida me diste, Felipillo. No, ya me entró, sí, pero esta urgencia de ir al bañito.

– Pérate, si yo nunca había fallado. Hasta bien pedro podía ponerle, me extraña.  –Jadeos, estrujones, Kama Sutra forzado, frustrado. En mí la lástima había anulado la morbosidad. Pobrín del pobre hombrecillo, pensé. “A ver, así, mira, como si te colocaras en suerte para una inyección intramuscular. Pero no en el brazo, amiga».

– Ay, ya estoy molida, muerta de cansancio. Mañana, ¿sí?

Vi el rostro del terco aquel: desencajado, desmadejado, los ojos brillantes de pánico, y alborotadas las cejas. “Me extraña, si yo soy de los que pa pronto».

– Pues sí, pero ya están cantando los gallos. Y ese ladrar de perros…

– Yo a esos perros, como decía mi asesor político, ni los veo, ni los oigo. Mira, amiga, necesito más flexibilidad, mucha apertura, o sea  democrática. Anda, por tu madre.

– Por la tuya, Felipillo, déjame ya.

– Y luego esa rodilla, la izquierda, que se me encaja en el nervio. Qué fregar con esa izquierda democrática, que quiere mamar de la ubre.  Mira, si te pusieras así como… ¿Has visto una conejita cuando se dobla así,  para luego pegar el brinco? Así, así, no te me descuadres, déjame perfilarme.

Tensón, desesperación, impaciencia contenida, impotencia, que hagan de cuenta delantero mexicano del clásico pasecito a la red: llegue y llegue a la puerta contraria, y al tirar a gol, vil cancetinazo. Por cuanto a esa pobre virilidad: exánime. Pero ándenle, que de repente, desgarrada voz:

– ¡No, Felipe, no, por dónde andas, qué haces, despistado!

Yo lo estiré, el pescuezo, pero ándenle, que en eso que se apaga la luz. Felipillo  y su Comisión Federal de Electricidad, que valen lo que ese redrojo del cuarto de hotel. Me quedé a oscuras. ¿Y ahora? Con desgano pensé en regresar al tendedero, comprobar que mi íntima prenda seguía empapada y enfilar hacia mi habitación, qué remedio. Pero esta morbosidad vouyerista… Ya el escenario en tinieblas, me embebí en los ruidillos, y los traducía mi imaginación. Oí la vocesilla aguada también:

Mi gestión quedará marcada por la búsqueda incesante en la seguridad, la justicia y la aplicación de la ley.

Mis valedores: fue entonces. Sentí cómo la masa social se alzaba de la cama, y a gritos:

– ¡Felipe, sicalíptico, qué haces! ¡Basta ya de  bla, bla! ¡Cinco años y meses de pura lengua,  pero de acciones, nada! Y a pura lengua fíjate que no…

Me sorprendí aplaudiendo. Yo sin calzones, pero aplaudiendo. (Qué pena.)

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