Las masas sociales, mis valedores. Por demás elocuente el dilema que se les planteó a principios del mes, cuando los medios de condicionamiento las pusieron a escoger, en la misma noche, entre un partido futbolero y varios partidos políticos representados por sendos aspirantes a la presidencia del país. Rudo y permanente dilema, que esta vez se resolvió en una especie de empate entre la demagogia y el esférico. ¡Gooo!
Dilema rudo, en verdad. ¿Qué habrá resultado más provechoso para quienes tuvieron que elegir entre el debate entre las patadas en una cancha de futbol y las patadas de los candidatos del Poder? ¿Cuál de ambas opciones dejó una migaja de beneficio para el individuo y para las masas sociales? ¿Cuál beneficio, cuánto de beneficio? Al final del encuentro pelotero o de la pelotera de los políticos, ¿qué de provecho le quedó al espectador de la «democracia» o del encuentro futbolero? ¿Algunos grados habrá escapado de la mediocridad, del intolerable subdesarrollo mental en que lo ha mantenido la calidad de la educación que imparte esa altanera Gordillo que hasta al de mecha corta acaba de doblarle el filo? Pero sí, aquí el beneficio que a las masas les dejó el dilema: ya en futbol tienen sus milagrosos «Santos», como en mes y medio tendrán su «santo» milagroso que les va a conceder el prodigio de transformar el país gracias a que el día señalado trazaron a su favor una equis en la papeleta electoral. Así de fácil. Así de milagroso. Los santos sexenales, en tanto…
Esos en brama hoy día, a estas mismas horas, quemando copal al santito de la papeleta electoral. Esos, en la industria del chiqueo y la alabanza a unas masas a las que ensalzan de viva voz, en persona y en anuncios publicitarios desde todos los medios de condicionamiento de masas. Esos, al clamor y el juramento de ver por «los más necesitados», porque «primero los pobres; haré más por los que menos tienen». La náusea. Mis valedores:
Esa es la industria que más dividendos aporta al fascismo y demás sistemas de poder. Oigan, si no, pero sin darles crédito, los juramentos de amor y devoción de los candidatos del Sistema a «los que menos tienen», gente pobre (pobre gente) acarreada al olor del refresco y el taco hasta el templete del santo demagogo que clama, palabras al viento, ventosidades:
«¡Nunca más un México sin oportunidades! ¡Nunca un México sin justicia, sin respeto a la ley, sin respeto a los derechos humanos!» Ante un contingente de gente pobre acarreada hasta el templete del santo de su devoción: «Los desheredados de la fortuna son mi interés. Yo, de contar con su voto, he de rescatarlos de situación tan atroz». De pie, índice en alto, frente al grupito de indígenas que se logró acarrear: «Nunca un México sin sus comunidades autóctonas integradas al desarrollo nacional!» Ante los campesinos: «Voy a reactivar las luchas agrarias». ¿Jóvenes «nini»? «¡Seré el presidente del empleo!» Frente a los trabajadores arremolinados en el zócalo el Día del Trabajo: «Seré el abanderado de todos ustedes, el sector obrero!»
Y terminaron por aplaudir esos mal llamados «sindicalistas», el pecho forrado con la camiseta de este partido o del candidato aquel, que a simples productores de votos los ha reducido el Poder. Mis valedores:
¿Llegaremos a entender algún día que esos candidatos son del Sistema y no de todos nosotros? ¿Seguiremos soportando la democracia representativa, que usurpó la soberanía que nos corresponde a través de la democracia participativa? (Lástima.)