Sombras nada más

Veo un México de comunidades indígenas, que no pueden esperar más a las exigencias de justicia, de dignidad y de progreso; de comunidades indígenas que tienen la gran fortaleza de su cohesión, de su cultura, y que están dispuestos a creer, a participar, a construir nuevos horizontes.

Veo un México con hambre y con sed de justicia. Un México de gente agraviada por las distorsiones que imponen a la ley quienes deberían de servirla. De mujeres y hombres afligidos por abuso de las autoridades o por la arrogancia de las oficinas gubernamentales.

Luis Donaldo Colosio, mis valedores, ¿lo recuerdan ustedes? Más allá de bronces y mármoles, auditorios y plazas públicas, calles y callejones sin salida que mal soportan el nombre del sonorense que en su momento les endilgó el PRI-Gobierno, ¿qué queda a estas horas de aquel mediocre candidato presidencial del PRI cuya máxima hazaña fue morirse de muerte violenta? (Toda muerte es violenta). Nada queda, o casi nada. A lo desganado, por no dejar, unos cuantos desocupados del Tricolor van a hilvanar este fin de semana, en la rutina del ritual, tres frases hechas, y ya. Ah, pero aquello que fue hace 18 años…

Hace 18 años logró salpicarnos el chapoteadero de sacarina, cursilería y lagrimeo de glicerina que habrían  de expeler esos oportunistas histriones de la necrofilia con  vocación de plañideras que a lo aspaventero iban a perpetrar el aquelarre del oportunismo ventajista para sacar raja y tajada de aquel coyote de su misma loma al que antes masacraron como recurso para luego vendérselo a los incautos como héroe, mártir y salvador de la patria. Mucho cuidado, dije a todos ustedes por aquel entonces. Mucha cautela, que semejante dulzor es el de ciertos venenos. Del copal, el humazo, se me quedaron algunas volutas:

“El nombre del mártir en calles y plazas”. “Inauguración de la Plaza Colosio. Asiste. Mexicanos por la victoria”. “Del pueblo a Luis Donaldo, héroe y mártir de la democracia…”

“Desde las primeras horas de este día, decenas de magdalenenses acudieron al panteón  a visitar la tumba y la escultura de bronce en el centro del mausoleo donde reposarán los cuerpos del matrimonio Colosio”.

Y que la escultura del tal está unida a la de su esposa Diana Laura, con su brazo izquierdo apoyándola, “lo que significa, aclara un H.J. Islas, ingeniero,  la mano suave con la cual el candidato trataría los problemas políticos, a la población humilde y a los indígenas (sic). En tanto, el brazo derecho lo mantiene en alto, con la mano empuñada que demuestra la fuerza y la energía que seguramente usaría para los problemas difíciles del país”. Válgame.

Diana Laura. La mujer que siempre brilló con luz propia, no pudo resistir la ausencia de su compañero Luis Donaldo y en la mañana del 18 de noviembre (1995) terminó de cansarse (¡!); hasta ahí, las noches eternas y de soledad, no resistió más la ausencia del compañero y extendió los brazos para que la recibiera…”

Melcocha, sí, pero de un A.M. Barrasa el verdadero monumento a la cursilería: “Colosio era una luz en las tinieblas, un camino en la encrucijada, un ser superior que como Cristo, fue sacrificado por los rencorosos, los envidiosos, los que percibieron que era un hombre que haría un gobierno de equidad y justicia, y su interés mayor sería para los pobres. De honradez acrisolada, que prevalecería su espíritu democrático. Nuestro México querido y los pueblos de la Tierra de ese llamado Tercer Mundo ya tienen en su calendario cívico y social otro héroe civil».

(Mañana.)

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