Los amos del basural

Y yo les pregunto, mis valedores: ¿cuál de los dos problemas calculan ustedes que resulte más áspero para el gobierno de la ciudad? Uno es el terreno donde vaciar los miles de toneladas de basura que se recolectan cada día; el otro, relacionado con la propia basura, es un tal Cuauhtémoc Gutiérrez de la Torre, nombre excesivo para el legislador y líder priísta, cargos excesivos también,  que al igual que su padre (asesinado por asuntos de una mala pasión femenina), en basuras de toda especie ha venido medrando hasta la náusea. Es México.

El problema se derrama hasta las miles de familias que sobreviven de la basura. Los pepenadores, y yo alguna vez publiqué la fábula de la mosca y araña y me asombraba de que entre las moscas algunas se tornan arañas, como ocurre con los líderes sindicales y los del comercio ambulante y aquí lo inaudito: que el basurero produzca arañas multimillonarias como el susodicho priísta Cuauhtémoc Gutiérrez De la Torre. Y a propósito de moscas y arañas:

Hace algunos ayeres una revista científica, o algo por el estilo,  encargó un reportaje sobre los “pepenadores” a Mayahuel Mojarro (ella tan hermosa que en ratos pienso que lo hace a propósito), o tal vez prefiriese entrevistarse con algunos de ellos. Aquí la entrevista que, salida del basural, somete a todos ustedes esta sota moza de los ojos garzos (que no merecen llorar, sino que lloren por ellos, proclama el cantar):

“Fue aquel un súbito encontronazo con el universo de los desechos que arroja (lo más lejos posible) una ciudad consumista,  descomunal. Las pupilas de la intrusa (yo, Mayahuel) se desperdigaron por las vivas entrañas de aquella geografía inhóspita, y con todos los sentidos absorbía pelos y señales del basurero: tufos, agrios olores, el zumbar de los nubarrones de moscas, el revuelo de unos zopilotes que se refocilaban con los desperdicios…

– Zopilotes todos nosotros, que manejamos la basura de una ciudad que no pudiera sobrevivir con su porquería. Esta es su casa, señorita. ¿Qué es lo que dice que vino a preguntarnos?

La «intrusa» llevaba dispuesto todo un formulario de preguntas que se proponía plantear a algunos de los personajes del basural: formas de vida y de labor, datos, cifras, en fin. Abrumada por una realidad que no había imaginado se acercó al que se identificó con los zopilotes:  “Usted es el dirigente del gremio, ¿no es cierto?”

– Ningún dirigente. Sí, se me estima, me obedecen, pero aquí el único dirigente es este mundo, mírelo: el mundo de los desechos, de los desperdicios, de lo que se ha echado a perder, y con el que nosotros ganamos.

– Así que se logra vivir de la basura…

– Se sobrevive, y mal, todo el santo día rascándole aquí, espulgándole  allá, reciclando, clasificando. Mire en derredor. ¿Qué ve?

Todo un mundo de desperdicios, desde latas vacías hasta paquetes de algo indefinido, pasando por el cacharro desportillado, la ropa hecha garras, el peltre enlamado, el óxido, la descomposición.

– Y en este mar de desechos, ¿ningún objeto de valor?

– ¿Sabe qué es lo que hemos encontrado dentro de la basura? Más basura. Bultos, paquetes, todo vacío, menos algún pañal desechable.

– Pero algo de valor. Una joya, un reloj, algo.

– Antes sí, pero ahora, nada. Qué de valioso puede traer la basura, con esta basura de crisis que chicotea todo el país. Pregunte aquí a los compas del tiradero todo lo que antes llegábamos a pescar entre la basura. Pero ahora…

(Esto sigue mañana.)

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