Así pues, mis valedores, la nueva historia de El Salvador se escribió en nuestro país después de que el tanto de toda una década la patria que tiene hoy de presidente a un ex-guerrillero vivió requemándose en las vivas llamas de esa guerrilla que cosechó un amontonamiento de muertos, civiles más que combatientes, junto a una lóbrega sucesión de mutilados, damnificados, desaparecidos y exiliados. Guerra civil. Durante los gobiernos derechistas y proyankis de ARENA, a lo largo de más de una década, el santo y seña en el país hermano fueron los desgarramientos internos y los odios empozados, la sangre derramada y las lágrimas. El Salvador…
Ahora los dos bandos en contienda firmaban la paz. En enero de 1992 el presidente salvadoreño y los comandantes de la guerrilla signaron el documento. Un jueves fue, y al final se escucharon aplausos. Ahí, en el momento de entregar su AK-47 a Salinas, el mediador, habló el comandante Shafick Handal:
– El Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional ingresa a la paz abriendo su mano que ha sido puño, y extendiéndola amistosamente a quienes hemos combatido, como corresponde a un desenlace sin vencedores ni vencidos. Nosotros no estamos llegando en este momento como ovejas descarriadas que vuelven al redil, sino como maduros y enérgicos impulsores de cambios hace mucho tiempo anhelados por la inmensa mayoría de los salvadoreños”.
Y al término del protocolo, recordando los años de la guerrilla:
– Hijueputa! Esta mierda se acabó…¡y nosotros seguimos vivos!
Pero esa paz había sido lograda al precio de mucha sangre inocente: la de los sacerdotes jesuitas, la de monseñor Oscar Arnulfo Romero, la de Roque Dalton, poeta, guerrillero y héroe civil ¡muerto por sus propios compañeros de guerrilla! Ah, trópico…
La paz será cuando la luna se despida del agua – con su corriente oculta de luz inenarrable…
Roque Dalton. Estoy mirando su foto: rostro gris, indefinido, casi como el mío propio, como el de cualquiera de ustedes; pero no, son los rasgos de uno que con su muerte guerrillera anunciaba el estallido de la paz. Su biografía personal, escueta:
Dalton fue uno de los salvadores de El Salvador, varón de redaños que vivió su existencia a trancos, y que a chicotazos de exilio fue desmoronando nostalgia y poemas, siempre a salto de cárcel y trasterras hasta la hora del sacrificio final. Riguroso destino.
Haz nacido – para desentrañar la solución del odio – para ascender, llevando al pueblo de la mano – a la altura del trueno…
De Roque Dalton apenas tengo noticias; que en vida fue de los más relevantes poetas de su solar; que se comprometió en la lucha de su gente con todo lo que ello supone de militancia política, destierro y, casi por ley natural (por ley humana, inhumana), el sacrificio violento de la propia existencia. Sé que vivió entre nosotros y que por acá le editaron su primer libro: Ventana en el rostro, poemas; sé también -¡alucinante!- que lo vinieron matando sus propios compañeros de lucha. Que si por cuestión de estrategias, de ideologías divergentes, de tácticas revolucionarias, de… Lóbrego.
Ventana en el rostro es un librillo enteco, de apenas 130 planas, pero todas apretadas de muy elocuente, visceral poesía; el volumen se integra con toda una sucesión de poemas fechados en la cárcel o en exilio; de esos poemas que se publican casi siempre en ediciones póstumas, después de que el poeta fue asesinado con lujo de crueldad, uno de los pocos lujos a que tuvo acceso en su vida.
(Más de Dalton, después.)