“Madruguetes y artificios legislativos”

La manera abrupta y contradictoria con la que actuó para reformar el 24 Constitucional exhibe una vez más los afanes de la clase política por congraciarse con la jerarquía católica (Bernardo Barranco.)

Al triunfo de las sotanas me referí el miércoles pasado, cuando consideraciones político-electorales llevaron a los diputados a modificar el 24 Constitucional. Las sotanas lograban  el triunfo tardío del cristero sobre el “impío” Calles, y a propósito de la “cristera”: cada mañana viajábamos mi abuelo y su nieto de seis años a lomos del cuaco barroso. Yo, en ancas, me afianzaba a la cintura de don Chepe, y tomábamos camino rumbo a La Cañada. Al mirarnos algún lugareño, su dejo cantadito:

– Cuánto quiere el abuelo a su nieto…

– Mucho lo quiere si sea cariño  protegerse los lomos con el chamaco. Y es que cuando cristero dejó muchos fierros en la lumbre, no vaya a ser una bala “perdida”…

Es así como viajé a La Cañada, y detrás de los fortines naturales,  mezquites y encinas, me topé con montones de casquillos de máuser y carabina, cáscaras de la almendra de plomo que al grito de “¡Viva Cristo Rey!” el cristero Gorostieta y su fanaticada quemaron contra los guachos pelones del “impío” Calles, el pecho debidamente protegido con el escapulario de paño rojo con la entrañable leyenda:

Detente, bala enemiga, que el corazón de Jesús está conmigo.

Fue así como encontraron la muerte mis cristeros paisanos en su magnífico intento por desencuadernar una Carta Magna que hoy, sin peligro físico alguno,  lograron las huestes del impuesto en Los Pinos; los difuntos de sotana y chaparreras quedaron, junto a los casquillos vacíos, detrás del pochote aquel, y del huizachito, y de la varaduz. Hoy, los restos de una Constitución desencuadernada, ¿dónde fueron a quedar?

Es la historia: de Gómez Farías, Juárez y Lerdo a Echeverría todo se volvió, en apariencia, derrotas para las sotanas, con sendos respirillos a la hora de Avila Camacho, el Alemán y el matancero de Tlatelolco: “Cristianismo sí, comunismo no. Este hogar es católico y rechaza la propaganda protestante”.

Pero ándenle, que nos llega López Portillo,  y que manda traer al papa aliado de Reagan y el gran capital, y que los mercachifles hijos de Mamón saturan el país de bulas, escapularios, reliquias, medallas, rosarios, carteles, escarapelas y de estampitas prodigiosas que pintan a todo color la invención  de un indio barbado que se arrodilla ante la nueva conquistadora. México dejaba que las ilustrísimas chinelas pisotearan el clausulado de la Carta Magna mientras Wojtyla, en Los Pinos, oficiaba la misa para el místico regodeo de una Cuquita madre de JLP, y todos contentos y reconfortados con la bendición papal. De ahí en adelante faena redonda para las sotanas. Incluso la calle donde se ubica la nunciatura apostólica quedó herrada con el fierro de “Juan Pablo II”. ¡Dios!

Los cristeros triunfaron. Después de LEA y JLP el primer impostor de Los Pinos, por “legitimarse”, anudó relaciones oficiales con El Vaticano, y las visitas de Wojtyla se tornaron semanales. ¡Y que llega la “pareja presidencial” (Fox y Sahagún), y que el Estado laico se arrodilla y le besa el anillo al pontífice! Pues sí, pero ahí el horror: de repente codazos, patadas y caballazos, a la viva fuerza y por la puerta trasera lograron entrar a la Historia los beatos espurios  del Verbo Encarnado. Hoy día los Ratzinger y Norbertos dueños son de las riendas, el mando y la Carta Magna. ¿Nosotros, en tanto? (Laus Deo.)

 

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