Destierro, encierro, entierro

Fue hace apenas algunos años. Para la Guatemala dulce y sombría de los poetas y héroes civiles (Otto René Castillo,  Lía Cardoza y su marido escritor y tantos más embozados con nombres de combate) terminaban los tiempos feroces de la dictadura militar. Con un Cerezo Arévalo trepando las escaleras del palacio nacional se iniciaba la era de los gobiernos civiles. Poco duró el gusto a los hermanos chapines, al parecer. Después de Alvaro Colom ahí prepara su arribo al sillón del gobierno un Otto Pérez, bota y espadón militar. Guatemala.

Yo estuve en aquella ciudad capital durante los tétricos años del cuartel y la mazmorra castrense. Hice, de amigos, a una pareja de escritores, ella y él. Después de una tarde de charla, tinto y café, yo ya de regreso en mi tierra, les envié este mensaje:

Marucha y Virgilio, amigos ausentes: sea este un a modo de mensaje del náufrago que ustedes encuentran extraviado en la playa, y que en leyéndolo recuerden de golpe al fuereño aquel que de visita en su tierra, en la fugacidad de un par de horas fue amigo de ustedes, estudiantes de la Universidad de San Carlos. ¿Se acuerdan? En el forastero identificaron al fabulador de relatos  y novelas de fantasmagorías, como aquel Bramadero, una Malafortuna de muertos resucitados y aeroplanos antediluvianos, y una cierta Trasterra que… Sí, lo real maravilloso, que dijo Carpentier el cubano.

De llegarles el mensaje recordarán el café, el tinto y aquel poema que me ofertaron mientras hablábamos de verso libre y alejandrinos. De repente, ¿se acuerdan?, en la quietud de Guatemala (“donde se oye cuando una garza cambia de pie”,que dijera Cardoza y Aragón) retembló aquella descarga de metralletas. La charla, a media voz, se empantanó en asuntos de guerrilla y dictadura militar. A ti, Virgilio, te oí aquella tristura:

– Cuándo será ese día en que nuestro país disfrute de un gobierno civil como el de ustedes, en México. Cuándo será ese cuando…

Y me interrogaban acerca del presidente de mi país; un licenciado Jerásimo, por supuesto. Es que eran los tiempos del PRI-Gobierno…

Qué tiempos. Reinaba entonces su graciosa majestad Echeverría Primero. Después vendría la alucinante danza de la(s) pompa(s) y circunstancias de Su Alteza Real JLP, y luego la sórdida galería de los mediocres cuanto rapaces vendepatrias, donde destacó Su Alteza Serenísima, uno chaparrito, peloncito, orejoncito, que con su voz de pito de calabaza se dirigía a sus súbditos:

“¡Compatriotas! ¡Liberalismo social! ¡Solidaridad! ¡Con el Tratado de Libre Comercio, directamente al Primer Mundo!” (Válgame.)

Tú, Marucha, el suspiro: “Cuándo tendremos en Guatemala un gobierno civil…” Y un trago al tinto. Al desgano, me acuerdo.

Yo, por no desilusionarlos, hermanos guatemaltecos, sofrené mi primer impulso: contarles eso en que los gobiernos civiles habían convertido los asuntos de mi país. Pero sí, años más tarde, por fin, llegaría para ustedes el turno del mandatario civil. Al tomar posesión de su cargo, el del frutal apellido (Cerezo) iba a clamar, índice en alto, las promesas del consabido catálogo: “¡Compatriotas, mi gobierno retornará al camino de la democracia, la justicia social y el respeto irrestricto de los derechos humanos”. Perfecto.

Perfecto, sí, ¿pero dónde había yo escuchado esa promesa siempre incumplida? En fin. Ustedes, amigos guatemaltecos, contaban ya con su gobierno civil. Yo, entonces, conocedor del paño y escamado por la acción nefasta de unos gobiernos civiles… (El lunes.)

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