¡Dejarme solo!

Tal clamó, tanteando que la tenía facilita, el diestro zurdo en la “México”.  “¡Dejarme solo!”  Saleroso él, plantado en el centro del ruedo en la “México”, el coletudo inició la faena a tenor de la crónica que inicié el pasado jueves, pero a los primeros sofocones: “¡Ejército, Marina, policías!” Y a las trágalas llegó al segundo, y entonces: “¡Legislativo, judicial!” Ahora, próximo el cerrojazo: “¡Pueblo de México, comunidad internacional!”

Y trapazos van, y corredizas vienen, y a intentar esas chicuelinas, pero fueron esas chicuelas las sacrificadas. Daño colateral. “Sí, pero apenas el 10 por ciento”. Y esos naturales tan artificiales de un diestro tan chueco,  y un capotazo aventado a las trágalas, y perder, con  la pañosa, la compostura. Y en la suerte suprema qué de pinchazos.

“¡Pinche, mataor!” “¡Mátelo con ráfagas R-15, el arma de sus policías sardos y de sus sardos policías! ¡Pinche!”

Y en el ruedo trapazo viene y trapazo va, y la México una pura silbatina y un puro refregón de Tula (Tula es mi madre), que la lidia no convenció a los villamelones, mucho menos al conocedor. El diestro, qué chueco, escondido tras las naguas de miles de uniformes color verde olivo. “¡Esta matanza de los mexicanos es por la seguridad de los mexicanos!” Yo, mostachos pegados a la oreja de la sota  moza que traigo conmigo: “¡Y para el cambio de tercio falta todavía un bruto!” “¡Qué bruto. Este horror va a prolongarse 9 meses más!”

El maleta, a todo lo largo (lo cortito)  de los brazos, larga esa tanda de trapazos al aventón,  y a la embestida del noble bruto el innoble pega la graciosa huída, y a sacarle la vuelta a los gañafonazos, y una y otra vez: “¡No, si vamos ganando! ¡Si sale polvo por la ventana es porque estamos limpiando la casa!”

Y a ver, esa banda,  que se aviente Cielo andaluz. Pero ni andaluz, y mucho menos cielo: un sonsonete corrientón, El hijo desobediente (la favorita del mataor, con la que exhibe su “buen gusto musical”). Suenen tuba y tambora,  para ver si esa murga logra callar la rechifla y esas mentadas de madre que bajan de los tendidos de sol. Pero nada, que burletas y silbidos vituperosos le arrojan hasta sus enemigos. Y nada, que a tanto había llegado la charlotada sexenal que ahí se dejaron oír los tres de rigor. Tres avisos. Vivo al corral le regresan el burel “Estado laico”, como antes  “Crisis económica” “Inseguridad pública” y  “Desempleo”. “¡Sáquenlo a él también, pero desorejado! ¡Rabo y oreja!”

El aludido, ceja como cola de alacrán: “¡A ver si siguen interpelándomela  cuando se la corte al quinto de la tarde!”  (La oreja.) Yo, observando los cabeceos de la guerita, mi acompañante: “Mejor nos fuéramos a cortar rabo y oreja tú y yo”.

En eso, válgame, que brinca al ruedo “Soberanía nacional”, un pinto barroso al que el desangelado mataor intentó recibir a porta gayola, pero lástima: se maneó con el capote y terminó con el trapo enredado entre las criadillas, y con ellas maneadas ni cómo defender el país de la Iniciativa Mérida y los contratos de riesgo en PEMEX. Trágico.

“¡Ya, mataor, con una tiznada! ¡O se tira a matar y corta una oreja o bajo yo y le corto las dos!”

¿Que  qué? ¿Quién tal gritó? ¿Las dos qué? ¿Quién se las va a cortar? A la distancia no lo distingo con claridad. ¿Fue Ebrard el espontáneo que va a cortársela? ¿Fue López Obrador? ¿Peña o Manlio? En fin, que para tal matalote unas enaguas son suficientes, y sobran.

¿Ustedes alcanzan a distinguir quien amenaza con bajar a cortárselas al diestro zurdo? (¿Quién?)

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *