Plañideras

Crispante, mis valedores, explosivo se nos torna el ambiente previo al proceso electoral del próximo día 13 de noviembre en Michoacán. ¿Por otro edil sacrificado en esta delirante, inexistente  guerra  que lleva perdida Felipe Calderón? ¿Cuántas víctimas ha vomitado una presidencia municipal, cuántos el domicilio particular, cuántos la guardería infantil y la media calle, la carretera federal y los caminos vecinales o las veredas de la serranía? Millar y medio de niños han asesinado los rifles al servicio de Calderón, y a unos padres huérfanos de sus hijos ningún panista dio el pésame por esas criaturas cuya muerte no pasa de “daño colateral”.  ¿Por qué entonces, la sobre-reacción en el duelo por la muerte violenta del edil de La Piedad, en el territorio michoacano?

Ello se debe, mis valedores,  a los dividendos que con el falso duelo y los paños negros ofrenda el panismo a la cuenta de la Cocoa como ensayo para las elecciones del 2012. Es por ello que los histriones del blanquiazul sacan del armario la máscara y los velos oscuros,  se gotean los ojos con lágrimas de glicerina y con aspavientos y manoteos a la mitad del foro patrio y el alcahuetaje al tanto más cuanto de todos los medios de condicionamiento de masas claman al cielo y exigen justicia.

Nada tiene de novedosa la representación teatrera, burda imitación de la puesta en escena que instrumentó el Tricolor cuando le asesinaron a un Torre Cantú, su candidato al gobierno de Tamaulipas. Fue cosa de ver un huipil retorcerse al clamor de Beatriz Paredes culpando a Calderón de la muerte del candidato y a gritos y manoteos demandando justicia. Lo consabido.

Porque el nuestro es el país del surrealismo y el astracán, el esperpento y la gesticulación de esos cuya acción politiquera lubrican con el falso duelo y las lágrimas de utilería. Nosotros, en tanto, como espectadores del torneo de tenis.

Sí, que hoy mismo, en nuestra crispada vida pública, de la piedad al odio no hay más que torcer el pescuezo para pasar del dolor ante los paños oscuros y el llorar de las plañideras al horror escandalizado ¡porque de forma insólita y repentina se descubrió excedida una cuenta pública en el erario coahuilense!

– ¡Moreira, ladrón, sinverguenza!

Ah, esas masas sociales cuyos sentimientos y acciones modelan y modulan la de plasma y el cinescopio. Esas,  a pendulear desde la piedad inducida por la muerte del edil hasta la iracundia manipulada contra el exgobernador de Coahuila. ¡Quién se iba a imaginar que en la claque política del país se escondiera un defraudador de los dineros públicos! ¡Quién iba a suponer que del panal de abejas que un insensato golpeara con el cañón de una AK-47 iba a brotar el enjambre de lancetas que, enfrentadas a decenas de miles de chaquetines color verde oliva, sembrarían en el patrio territorio más de 45 mil cadáveres, uno de los cuales sería el edil panista de La Piedad, Michoacán!

¿Por qué en esta cara de la moneda semejante alarde de compasión y piedad mientras que en esta otra tal estupor y el odio consiguiente? ¿Es este el primer edil sacrificado, es aquel el primer político al que descubren de presunto ladrón? ¿No advertimos en ambos casos la sobre-actuación de los histriones politiqueros, que con artes de mala ley a lo mañoso  manosean nuestros sentimientos  en provecho del Sistema de poder? ¿No nos percatamos de que agitan las ramas para luego recoger la cosecha de votos que como hojas secas se desprendan de la ramazón? Ah, politiqueros. Ah, México, nuestro país. (Lóbrego.)

 

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