Un Judas tricolor

Sigo aquí, mis valedores, con el intento insensato que inicié ayer mismo: reivindicar públicamente, hasta donde ello es posible, a Judas Izcariote. Para empezar:

El fruto podrido de su corrupción ascendió a 30 monedas, ni una más. ¿Y el de los Judas Jerásimos del Revolucionario Ins? ¿El de los Salinas de la cuenta secreta de la que se hurtó la mitad, según dicho de M. de la Madrid, él mismo acusado por el periodista Jack Anderson de tener una cuenta secreta? ¿Y el Fobaproa de Zedillo, y Romero Deschamps, los Hank Rhon, y congéneres tricolores?  El de los tales asciende a 30 veces 30 millones de millones multiplicados hasta el infinito, y esto en moneda nacional mexicana, que es decir en dólares arrancados a la viva fuerza del patrimonio de un pueblo pobre y empobrecido a jalones de sexenios, tricolores y del Verbo Encarnado.

Judas, tras de su acción corrompida, mostró tener la humildad para no sentirse infalible, y entonces pensar, y realizar un ejercicio de autocrítica y luego pasar a la acción. La conciencia tenía tan bien afincada en su nidal que fue su conciencia la que lo forzó a encarar a los de la Función Pública y por la cara aventarles las 30 monedas de la corrupción. ¿Los otros, en tanto? Esos hasta hoy día con sus 30 monedas multiplicadas por 30 hasta la naùsea escondidas en banco seguro y ante ninguna autoridad planean regresar la milésima parte de lo robado; antes bien, antes mal, antes peor: a seguir en el cotidiano disfrute de sus 30  veces 30 mil millones. ¿Y nosotros, que delegamos en semejantes redrojos morales?

El Izcariote, ya perpetrada su acción execrable, no huyó a lo cobarde, modelo de judío errante, para años más tarde, fiado en la desmemoria de las masas sociales, pasearse, a lo cínico, entre nosotros, sus víctimas. Judas no utilizó de burladero una Secretaría de la Función Pública agachona, alcahueta de Montieles y demás Bribiescas con todo y su parentela, nido de ratas, especímenes de una corrupción lucrativa e impune. Mis valedores:

Esta es, a mi juicio, la prueba fehaciente de que el Izcariote es mucho menos villano en el drama del Nazareno que los licenciados Jerásimos en el drama de unas masas que ni por padecerlos se deciden al ejercicio de pensar. Como resultado de su acción corrompida Judas murió de muerte violenta, sus talones penduleando sobre el solar denominado “Campo de los Alfareros”, Acéldama. Al Izcariote lo ajustició no el Salvador del mundo, sino el Salvador Vega de una Función Pública aplicada por propia mano en derredor del gañote. ¿Y los otros? Sus 30 monedas multiplicadas hasta el infinito las defienden con el compinchaje alcahuetòn de jueces, abogados y  supremas cortas…

Si tan ásperamente batanea la Historia al Izcariote de la nefanda traición, ¿cómo habrá de juzgar a los Izcariotes de la pasión colectiva de los 112.5 millones de empobrecidos por una depredación del tamaño de la de Montiel, los hijos Montiel, la madrastra Montiel, Fox, Marta y sus raterazos?

Pero, mis valedores,  no ir a  caer en la autoflagelaciòn; mejor atenerse a los conceptos de un par de sabios. Don Juan, mi padre, el primero:

“No me almiro de esos bandidos. Me almiro de ustedes, por agachones”. Y Sor Juana: “Queredlos cual los hacéis – o hacedlos cual los queréis”.

En fin, que cada pueblo tiene el Judas que se merece; nosotros  no merecemos a un Izcariote de 30 monedas, sino al de las 30 que quepan en la fortuna de los Salinas y demás rapaces y  predadores. ¡Y pensar que el Judas tricolor puede volver  a Los Pinos! (Mèxico.)

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