Más preciosa que la vida, la libertad

Tierra, a ti descendemos, para dilatarse en todo hombre – tierra de nuestras derrotas y nuestras victorias, que asciendes en todos los corazones en un misterio pascual.

         Karol Wojtyla, mis valedores. Muerto en aroma  de beatitud, el coletazo del nombre Marcial me lo avienta al descrédito. Por que su memoria no sobreviva de simple pontífice milagrero, anticomunista y solapador de paidófilos, hoy rescato al Karol Wojtyla poeta, su etiqueta mejor. El canto y el llanto por “su” Polonia plagada de  Nazis:

         “Cuando pienso: Patria, me expreso y me arraigo; el corazón me habla entonces como de una secreta frontera que va de mi hacia los otros, abrazándolos a todos en un pasado más antiguo que nosotros. Es de ese pasado – cuando pienso: Patria – de donde emerjo para aprisionarlo dentro de mí como un tesoro. Sin cesar me pregunto cómo multiplicar, cómo ensanchar el espacio que comprende – Cuando pienso: Patria – escucho la guadaña golpear el muro de trigo que forma un todo con la altura celestial. Los segadores están segando…

         Cuando pienso-. Patria, busco el sendero que divide los flancos de la montaña como una línea sobre las alturas. Así corre la Patria, abrupta, en cada uno de nosotros. El camino recorre las mismas vertientes, vuelve a los mismos lugares, se convierte en ese gran silencio, que visita noche a noche los pulmones de mi tierra -Tierra, que no cesas de ser una partícula de nuestro tiempo. Ya que conocimos nueva esperanza, vamos atravesando este tiempo en la búsqueda de una tierra nueva. Y a ti, vieja tierra, fruto del amor de las generaciones, te elevaremos con un amor que sobrepasa al odio…

         Cuando escucho lenguas diversas siento crecer las generaciones, aportando cada una un tesoro de su tierra, -cosas antiguas y cosas nuevas. La tierra se vuelve un canal de luces que brillan profundamente en los hombres, ríos iguales que corren con agua siempre igual y siempre nueva;

         Cuando se escuchan en torno diversas lenguas, una sola -la propia- tiene resonancias para nosotros. Ella se clava en el pensamiento de las generaciones, se derrama alrededor de nuestra tierra, se convierte en el techo de la casa donde nos congregamos – Fuera de ella resuena raramente (en los hombres que hablan en derredor, islas en el océano de la palabra universal, no encuentro ya mi propia ola) – Los activos de mi tierra no han aumentado; si el lenguaje ha manado más allá, es para perderse en canales que se secan.

         Penetro al corazón del drama – Patria; desafío de esta tierra, para los antepasados y para nosotros, para que determinemos el bien común y cantemos la historia con las palabras de nuestro lenguaje, como un estandarte. El cántico de la historia se eleva de los actos fundamentales sobre la roca de la voluntad – Sentencia proclamada por los héroes seculares: se encaraban al desafío de la tierra como al de la noche oscura, gritando; ¡La libertad es más preciosa que la vida! Un grito de libertad más fuerte que la muerte…

         Tierra, a ti descendemos, para dilatarse en todo hombre -tierra de nuestras derrotas y nuestras victorias, que asciendes en todos los corazones en un misterio pascual. Tierra, que no cesa de ser una partícula de nuestro tiempo. Ya que conocimos una nueva esperanza, vamos atravesando este tiempo en la búsqueda de una tierra nueva. Y a ti, vieja tierra, fruto del amor de las generaciones, te elevaremos con un amor que sobrepasa al odio…”

         Karol Wojtyla, poeta. No más. Qué más. (A su memoria.)

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