Medio día. Cerca ya de la basílica cachondeada por un sol como marido impotente (calienta, sí, pero no satisface). En los peregrinos que avanzan de rodillas hacia el atar de la Guadalupana hay sangre, sudor y lágrimas. Me acerqué al vejancón molacho, gabán y mostacho amarillento de nicotina. Le apronté el micrófono. “¿Puede decirme el motivo de la peregrinación?”
-Cuidao con el bigotón, don Carmelo (jadea el prieto de junto, agrio el gesto y las rodillas llagadas). Puede resultarnos ratero. Que no venga a estorbar a los señores danzantes.
-No se cisque; el Tadeo se nos pone de fierro malo cuando se jinca unas pencas de nopal entre pecho e intercostales. Onde que la cruda le pegó fuerte. ¿Es pa´l programa de Fabiruchis?
-¿De dónde vienen en peregrinación?
-Nosotros, como la mayoría de los mexicanos, somos penitentes. ¿Usté no? Desde El Cuarteroncito Abajeño venimos, traemos mezcal. Calculamos que dentro de una hora, según lo permitan en el cielo Dios y en la tierra los chinches puesteros, vamos a estar postrados a los pies de la Morenita, implorándole un favor pero que muy especial. ¿No, Tadeo?
¡No le dé cuerda! ¿No ve que está sacando de onda al chueco Nabor y lo hace chafiar con la chirimía? Todavía fuera pa´ Televisa…
-Acá venimos los abajeños a implorarle a la Morenita un milagro pero que muy canelón. Por eso, mire: nos las venimos pelando a tallones en el asfalto. El Tadeo ya viene regándola, su hemoglobina.
-Se aprovechan de su nobleza, don Carmelo. ¿No lo cisca la pinta del bigotón? Y usted es el de los centavos, recuérdese.
-A eso venimos de rodillas y a sus pies: a pedirle su protección y que con su manto de estrellas cubra El Cuarteroncito Abajeño. ¿O tan penitentes seremos como pa´ permitir que a todos los abajeños se los cargue la tiznada, con perdón?
-¡Aguas, güey! Aquí el Turicate anda trompezándose con el cable del bigotón. No lo dejó rematar el pasito del águila azteca como Dios manda. ¡Que no venga a estorbar la coreografía, don Carmelo!
-No haga caso. El Tadeo siempre ha sido de genio trabajosón, y hoy anda como enhechizado. Imagínese: su primer día de jurado.
-¿Concurso? ¿Jurado de paz?
-Jurado del mezcalito. Ni olerlo en el tanto de dos semanas, todo un suicidio. Es esa la manda que le prometió a la Morenita si nos hace el milagro. Yo le ofrecí toda una semana son quemarme un solo farito, y el de la sonaja y capa fiusha prometió que en tres días con sus nochis no iba a probar carne humana, o sea la de Emérita, su vieja. Con sacrificios de este calibre, ¿podrá negarnos la Morenita los dos milagros?
Con que dos. “El primero: que logremos traspasar la barrera del sonido, o sea la escandalera del ambulantaje. Y el segundo, el principal”.
Le escuché el pedimento, reflexioné, tragué saliva, pelé los ojos, se las jalé al Tadeo, me arrodillé, abrí los brazos al cielo.
-¡Eitale, dejamos ái mis pencas de nopal! Qué desfiguros. El golpazo al hincarse, sus meniscos se los hizo pinole! ¡No alce los brazos a lo pendejo, que ya le chispó la sonaja al guerrero tigre!
De rodillas hasta que me sangraron. No iba a ser para menos. ¿Saben ustedes en dónde queda El Cuarteroncito Abajeño? En Michoacán. “Y ya el carbón nepotismo anda queriéndonos embombillar de gobernadora a su hermana, Luisa María Calderón, ¿se imagina la tinga?
Me la imaginé. ¡Beatas del Verbo Encarnado! Y me las apachurraba contra la pelleja, las dos pencas de nopal. Quesque su hermana. (Dios…)