– ¿Conoce alguno de ustedes ese relato de Marco Deveni?
Silencio. A la voz del maestro cesaron reniegos, exabruptos, las maldiciones de los contertulios contra la carestía impuesta por los impuestos del impuesto en Los Pinos. El maestro, su libreta de pastas negras:
Un día el Hombre llamó al Perro: “Te prohíbo que muevas la cola”. El Perro se quedó mudo de estupor: “Pero Amo, ¿por qué no quieres que la mueva? Toda mi vida la he movido y no te disgustaba, cuanto me llamabas y yo corría hacia ti, verme menear el rabo. Y ahora, de pronto…”
No pudo continuar porque se le hizo un nudo en la garganta.
-Imbécil. A ver, ¿Cuándo mueves la cola?
“Pobre Amo”, pensó el Perro. “No está en su sano juicio, y contestó: “Cuando me siento alegre, cuando juego, cuando me acaricias, cuando me reúno con mis amigos…”
-Basta. ¿Lo ves? Mueves la cola cuando te entregas al ocio y al juego, no cuando gruñes a algún desconocido ni cuando roes un hueso y otro perro quiere quitártelo. La mueves como cuando yo, antaño, me reía. Pero terminó la risa. Vuelve estúpidos a los hombres u a los perros. No voy a consentir que te pasees con el Gato, el Caballo y los Pájaros y les des el mal ejemplo de tu risa. No volverás a mover la cola.
-Imposible. Apenas te vea, apenas me silbes, no podré impedirlo, la cola se moverá. Es más fuerte que yo.
-¡No me contradigas o te entro a garrotazos! Te vigilaré. Lárgate.
El perro se alejó con la cola entre las piernas, llegó a su casilla, se desplomó, miró al vacío: “No tiene derecho. Es un abuso. ¿Habrá enloquecido?”
Al mediodía la Mujer del Hombre le trajo un plato de sopa. Al verla acercarse con aquel plato humeante el Perro se olvidó de la orden del Amo, se olvidó de la cola, y la cola se movió. De inmediato se oyó un vozarrón terrible: “¡Perro maldito, la cola! ¡Te voy a dejar sin comer!”
El Perro apretó las mandíbulas, cerró los ojos, encogió todos los músculos y consiguió que la cola se mantuviera rígida. Pero se le saltaron las lágrimas. La sopa le supo a vinagre.
Desde entonces la vida del Perro fue horrible. Mentalmente maldecía al Hombre. Andaba de mal humor. Cuando le traían la comida se quedaba tendido en el suelo y miraba para otro lado o fingía dormir. Comía cuando nadie lo observaba. Se atragantaba, la comida lo indigestaba.
Una noche un vagabundo se metió en la granja a robar unos duraznos. El Perro se arrojó sobre el ladrón y le clavó los dientes. Si el Amo no acude a tiempo lo habría matado. El Hombre felicitó al Perro: “¡Bravo, Perro, Bravo! Y para probar si seguía con su manía le acarició el lomo. El Perro cerró los ojos, la piel se le erizó, gruño sordamente. La cola se mantuvo inmóvil.
El Perro fue al jardín. Vio a sus amigos los pájaros. Los atacó. El Ruiseñor cayó envuelto en sangre. El hombre tomó el palo y propinó al Perro una feroz paliza. El perro se alejó, la sangre del Ruiseñor en la boca.
Veía todo rojo. Las pupilas le refulgían.
Una mañana el Hombre descubrió los restos de una oveja horriblemente mutilada. Otra mañana fue un cordero. “Es algún Lobo. ¿Pero qué hace el Perro, que no ha ladrado?”
Aquella noche el Hombre, con la escopeta lista, fue a ocultarse entre unos matorrales. Cuando la luna alcanzaba la cumbre del cielo una sombra sigilosa se deslizó en dirección del Hombre. De súbito el Perro pegó el salto, y en el cuello del Hombre que le había prohibido morder la cola…
-Las masas sociales, Calderón, impuestos, carestía represión, ¿alguna moraleja, contertulios?
(Pues…)