Quien ve más lejos en el pasado más lejos podrá ver en el porvenir.
La historia oficial, mis valedores, esa trampa con la que el Sistema de poder nos distorsiona el pasado de nuestra comunidad. Ahora mismo, cuando ese Sistema se dispone a conmemorar el Centenario de la Revolución y el Bicentenario de nuestra Independencia (aberrante derroche de recursos económicos) habrá que recordar que la historia siempre es un proceso, que no fue uno solo sino diversos los movimientos de independencia, y que no comenzaron con Miguel Hidalgo, como tampoco las revoluciones de 1910-17 con Francisco I. Madero. Muy malagradecidos hemos de ser si olvidamos a los precursores cuya hazaña como iniciadores de los movimientos libertarios pagaron con prisión y grilletes, y aun con la propia existencia.
La revolución es el único acto que puede transformar las condiciones sociales intolerables, pero también puede conducir a la creación de estas situaciones sociales intolerables. (A. Camus).
A propósito de los precursores de la revolución: El Valedor, programa que tarde a tarde transmito por internet, he recordado a los heroicos visionarios que en 1808 intentaron la independencia del país, y que en
la empresa tuvieron que enfrentar el poder y la furia de los peninsulares, y pagarlo con la vida Muchos fueron los mártires. Vale la pena consignar aquí algunos nombres.
Francisco de Azcárate, Primo de Verdad, Mariano Michelena y aun, algo lógico, un cura de un bajo clero descontento por los fueros y desmesuras de la jerarquía: Manuel Ruiz de Chávez, párroco. Y qué alto destaca la figura de un fraile, Melchor de Talamantes. El, peruano de nacimiento, a punta de escritos y prédicas encendió la fogata independentista hasta dar directamente en una de las tinajas de San Juan de Ulúa, donde pasó el resto de su existencia hasta perderla entre vómitos y «fiebre prieta». Y meditarlo, mis valedores:
Al peruano que aventó por delante su vida por la independencia de su país de adopción, a la hora del sepulcro tuvieron que desprender del cadáver grilletes y cadenas. Pero el tamaño del agradecimiento oficial: cuando se habla de la independencia de México el discurso conmemorativo comienza el nombre obligado: Miguel Hidalgo. Es la historia. Es México. Mis valedores:
Muy semejante a fray Melchor de Talamantes, los textos de historia reiteran, machacan, que el iniciador de la Revolución del 1910-17 fue un cierto vitivinicultor espiritista de nombre Francisco I. Madero. Pocos, a la hora de los discursos, otorgan el mérito a los verdaderos iniciadores de la eclosión revolucionaria los hermanos Enrique y Ricardo Flores Magón (Jesús, el tercer hermano, va aparte).
Ricardo Flores Magón. Vidas paralelas la suya y de fray Melchor, el visionario de la Revolución fundó un periódico y un partido político y fue el inspirador, el instigador de movimientos de insurrección tan decisivos en la explosión revolucionaria como las huelgas de Cananea y Río Blanco. ¿Su destino final? Una celda en la prisión norteamericana de Leavenworth, Kansas, donde ciego y debilitado terminó su vida de guía, de baqueano, de iluminado al que sus beneficiarios hemos olvidado, o casi.
Asi pues, estoy condenado a cegar y morir en la prisión, mas prefiero esto, que volver la espalda a los trabajadores, y tener las puertas de la prisión abiertas al precio de mi vergüenza No sobreviviré en mi cautiverio, pues ya estoy viejo; pero cuando muera, mis amigos quizás inscriban en mi tumba «Aquí yace un Soñador». Y mis enemigos: «Aquí yace un Loco», pero no habrá nadie que se atreva a estampar esta inscripción: «Aquí yace un Cobarde y un Traidor a sus ideas…»
Flores Magón murió completamente ciego un par de años más tarde, el 22 de noviembre de 1922, en la prisión de Leavenworth, Kansas, EU. Aquí, para conocer al héroe, para reconocerlo, estos fragmentos de la correspondencia del prisionero, precursor e ideólogo de la Revolución, ya cuando estaba a punto de muerte en su celda penitenciaria:
«Mis males no ceden, y cada vez me siento más debilitado, corporalmente, por supuesto, pues por lo que respecta a mi voluntad, es la misma de siempre. Yo me doy ánimo para ver si mi pobre carne reacciona y puede resistir victoriosamente la temible tuberculosis que está amenazándome, y detener por algún tiempo la pérdida total de mi vista Mi única esperanza de poder recobrar mi salud es la libertad, el cambio de clima y de régimen de vida pero esta esperanza es tan débil…»
Contrapunto obligado con Ricardo Flores Magón, mañana aquí mismo, los ditirambos que el iniciador oficial de la Revolución Mexicana dedicó en su momento a Porfirio Díaz, dictador. (Aguarden.)