Fue en el 2006. Aquel amigo me solicitaba un apunte sobre lo que cualquiera pudiese decir a los integrantes de la Asamblea Legislativa de aquel entonces. Porque el tema me fue de interés, pero sin ánimo de publicarlo, pergeñé las siguientes líneas, que hoy cobran renovado interés. Juzguen ustedes.
En referencia a la presentación de la iniciativa de Ley de Sociedades de Convivencia, que se presenta a debate ante esta Asamblea, permítanme la referencia histórica:
«En acabado de hablar David, el alma de Jonatás quedó prendada del alma de David, y Jonatás le quiso como a sí mismo, y celebró alianza con David, pues le estimaba como a su propia persona».
Y la conclusión de este pasaje histórico: «Los filisteos mataron a Jonatás, y entonces David entonó esta elegía: ¡La flor, oh Israel, muerta sobre tus colinas! (…) ¡Muerto Jonatás sobre tus collados! Angustia siento por ti, Jonatás, hermano mío, para mí tan grato. Era tu amor para mí más preciado que amor de mujeres…» (Por demás elocuente.)
Las mujeres. Aquí el arrebatado poema que un alma enamorada dedicó a una de ellas: «Corriendo por mis venas – sutil llama vivísima – no bien te miro, siento. – Y en mi inmensa delicia – a los dulces transportes – que siente el alma mía – la lengua a hablar no acierta – y la voz juzgo perdida…(…) Feliz quien a tu lado – por ti sólo suspira – y el hondo placer goza de oír tu voz divina…»
En el primer caso de amor, es obvio, de inmediato identificaron ustedes a los protagonistas del bíblico suceso: Jonatás, hijo del rey Saúl, y David, sucesor en el trono. Por cuanto al poema de amor: se trata de la «Oda a una hija de Lesbos» compuesta por una que mucho la amaba: Safo, la célebre poeta griega encabalgada entre el 600 y el 500 antes de nuestra era. Poema, sí, de una mujer a otra mujer, de la que estaba enamorada…
Pero ya en nuestro tiempo, sobre el amor y los amorosos escribe Octavio Paz «Tras de la desaparición de la Unión Soviética, en Occidente se repitió el fenómeno de la postguerra triunfó y se extendió una nueva y más libre moral erótica. Este período presenta dos características: una la participación activa y pública de las mujeres y de los homosexuales; otra, la tonalidad política de las demandas de muchos de estos grupos. Fue y es una lucha por la igualdad de derechos y por el reconocimiento jurídico y social; en el caso de las mujeres, de una condición biológica y social; en el caso de los homosexuales, de una excepción. Ambas demandas, la igualdad y el reconocimiento de la diferencia, eran y son legítimas…»
Por cuanto a la eclosión del 1968: «Su herencia fue la libertad erótica. En este sentido el movimiento estudiantil fue la consagración final de una lucha que comenzó al despuntar el siglo XIX. ¿Pero qué hemos hecho de esa libertad? Hemos dejado que la libertad erótica haya sido confiscada por los poderes del dinero y la publicidad…»
Asiento aquí lo que en torno a las preferencias sexuales establece la ley en el Artículo 206 del Código Penal del Distrito Federal:
«De uno a tres años de prisión, así como de cincuenta a doscientos días de salario mínimo, como multa, al que provoque o incite al odio o a la violencia, excluya a algún usuario, o niegue y restrinja los servicios a personas que se distingan por su orientación sexual».
David, Jonatás; Safo y sus acompañantes femeninas en la isla griega de Delfos: cuántas historias como esas, que a diario ocurren entre nosotros: su elección sexual fue diferente a la nuestra, y con ello pasaron a formar parte de una minoría castigada, vejada discriminada. Se los dice un heterosexual. (Es México.)