Nuestros «representantes populares», esos 400 legisladores en quienes recae la altísima responsabilidad de crear leyes y aceptar o rechazar las iniciativas de ley que les envía el Ejecutivo. ¿Cuáles son los políticos de carrera que integran la LXI legislatura? Los candidatos del 2006, según la relación que hiciera el maestro en la tertulia de antenoche, fueron una aberrante colección de cantantes, sexólogos, curanderos, figuras de la farándula y del clásico pasecito a la red. ¿Con ellos nos fue peor que hoy con los Cristian Vargas? El estudioso:
– A los diputados actuales les falta preparación. Quisieron subsanar tal carencia en dos meses. Los diputados no se improvisan. Qué sentido tiene tener ahí gente tan inútil. (Toda una cáfila de cobrones, digo yo. Habló el maestro):
– Ya en 1985, ante la ausencia de más de cien legisladores que holgazaneaban en la cafetería de la Cámara o se reportaron enfermos, lo admitía el ex locutor y líder de la bancada priísta Luis M. Farías:
– Efectivamente, entre los diputados hay uno que otro flojo, aunque en realidad no hace falta que los 400 (aún no se trepaba a 500 su número) asistan a las sesiones. La presencia de unos cuantos, que son los serios y cumplidos, es suficiente. ¿El faltista mayor? El actor David Reynoso…
Un actor. Años más tarde, el también actor López Tarso se defendía de sus críticos cuando diputado: «Son tonterías esas críticas. En mi gestión logré que los actores no llevaran el libro mensual, que no se declarara cada mes, sino al año. ¿Usted cree que un diputado llega a la Cámara con un plan ya concebido? Uno llega dispuesto a colaborar en el grupo lidereado por alguien.
– Pero en todas las campañas se hacen promesas, programas.
– No, oiga, no. Yo durante mi campaña nada prometí. Lo único que dije fue: «si es que puedo haré algo por mejorar la vida de todos ustedes». Quede muy claro que mejorar las cosas no es su función. Tiene que estar ahí en la Cámara para enterarse de qué ley se discute, luego levantar el dedo cuando lo tiene que levantar, o así lo considera. Es todo.
Molesto, el actor calificó de «tonterías» la crítica de que él sólo levantó el dedo para votar, por ejemplo, a favor de una miscelánea fiscal que dañaba a su propio sector: «Mire: sería un absurdo que el diputado de los actores (sic) dijera: ¡Yo no apruebo! ¿En contra de la opinión mayoritaria? Qué les pasa…
– ¿Cuántas veces subió a la tribuna?
– Sólo en dos ocasiones. El PRI sabe a quién mandar al foro…
Y que si revisamos el Diario de los Debates, podremos comprobar que, en sus tres años de ejercicio, no suben a la tribuna ni una sola vez. A esto se agrega que sólo un pequeño núcleo tiene presencia en el Poder Legislativo: el de los bien preparados. ¿El resto? Bah…
Agosto de 1991. El actor Julio Alemán, se comprometía, formal:
– En cuanto yo sea diputado lograré que en radio y televisión se incrementen y difundan programas que fortalezcan nuestra identidad nacional para frenar la penetración cultural. ¡Es un compromiso! (¿Y…?)
Pero los deportistas también, todos ellos inútiles e faltos de preparación para ocupar una curul. En julio de 1991 fue entrevistado el nadador Felipe «Tibio» Muñoz, que andaba en plena campaña: «¿Sus sueños inmediatos?»
– Sí, bueno, mira: el sueño de todo deportista es la política. Lo que «nosotros» hemos hecho es comprometernos a hacer un trabajo honesto.
– ¿El comprometerse ha sido su estrategia de campaña?
– No, no, no. ¡Esa no es estrategia! ¡Esa es la pura verdad…! (¡Sic!)
– ¿Qué tan politizado se encuentra, señor Muñoz?
– Bueno, mira, eso no sabría yo decirte La política es tan amplia y tan vasta, ¿verdad?, que dudo que muchos de nosotros, los que aspiramos a diputados, estemos politizados. Tampoco.
– ¿Entonces su preparación para ocupar la curul…?
– Déjame decirte que a mí me gusta mucho más la práctica que la teoría. Porque la política es, sin duda, una ciencia a la cual habría que dedicarle una tesis. Toda una tesis. (¡Resic!)
– ¿Tiene muchos deseos de ser diputado?
– Muchos, porque el sueño de todo buen deportista es ser diputado.
Válgame. Clamaba un Bernardo Segura, marchista:
– ¡Mi medallita de bronce por una diputación! ¡Quiero ser diputado por lo que represento para el pueblo! ¡Las resoluciones que tomaré serán «reales»…!
¿Algo peor que votar por especímenes tales? Sí, el abstencionismo.
Y ahora, de repente, ya es legislador el tal Cristian Vargas atrabiliario rompedor de puertas, de reglas, de bocas, de… (A patadas. Fúnebre.)