Del beato Maciel

Más que el paradero de sus seis o más hi­jos, los bancos del Chile pinochetista y quizá Liechtenstein serian buenos sitios donde comenzar a buscar ya no a Maciel el sexópata, sino al gran estafador y chantajista que po­cos, muy pocos hemos señalado.Y es ella, Roberta Garza, quien ha se­ñalado las sinvergüenzadas de Marcial Ma­ciel como estafador, chantajista y bienamado de Juan Pablo II, su protector. Y es como para preguntarse: ¿seguirá en Roma el proceso de beatificación de ese que, se­gún revelaciones escandalosas, fue tam­bién cocainómano?

Hace tres décadas que en la Puebla «de los ángeles» se celebró la III Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, y mientras se afirmaba la unidad y la comu­nión de la Iglesia, se excluía a los sacerdotes de la Teología de la Liberación en Iberoamé­rica «porque piensan de modo distinto». En Argentina, entre tanto, y «ante la indiferen­cia del Episcopado de aquel país», amplios sectores de la Iglesia Católica argentina, jun­to con gente de la comunidad, eran víctimas de una represión brutal que incluía el ase­sinato, la desaparición y el encarcelamiento de sacerdotes, religiosos y dirigentes de or­ganizaciones cristianas. Y a propósito, mis valedores, ¿continuará el sañudo proceso de aniquilación de la benemérita Teología de la Liberación, que intenta El Vaticano?

Marginados ya desde Puebla, excluidos por el clero de Roma, ya desde entonces los teólogos de la Liberación eran satanizados, y condenado su apostolado entre el pobrerío según la palabra viva del Evangelio. En México, por ejemplo, de la diócesis de Cuernavaca se echó fuera a don Sergio Méndez Arceo para acomodar a Posadas Ocampo y Luis Reynoso, bienamados de industriales. De la diócesis de San Cristóbal de las Casas se expulsó a don Raúl Vera para sembrar en su lugar a un aborrecedor de indígenas zapatístas, Felipe Arizmendi.

La Teología de la Liberación. Mientras más conozco los hechos de papas, obispos y cardenales, y más llego a saber de sacer­dotes paidófilos y pederastas, más admiro el compromiso de los cristianos (aunque cató­licos también, qué contrasentido) en su lu­cha por la liberación de pueblos oprimidos y, en su caso, reprimidos. Esto decía de los practicantes del Evangelio cuando la confe­rencia de Puebla el sacerdote Cabestrero:

– Los teólogos de la Liberación son la reserva más densa de la profecía y de la gracia del espíritu en nuestra Iglesia. Son su futuro mejor. Veo en ellos, con todos los que sufren persecución cruenta, ca­lumnia, tortura, cárcel, exilio o muerte por causa del Evangelio de Jesús, y con los mismos pobres, campesinos e indígenas que sufren pobreza y acoso en la fe, cons­truyendo el verdadero pueblo de Dios en éxodo y en cruz, el «hecho mayor» de la Iglesia latinoamericana en este tiempo, la mayor riqueza que ésta puede ofrecer a la iglesia universal. Y son fuerzas de huma­nidad y cambio social.

Los teólogos de la Liberación: «La con­fesión de la fe en Jesús de Nazaret como el Hijo de Dios, como el Cristo, sigue siendo un hecho eclesial fundamental y funda­mentalmente para una Iglesia que se de­nomine cristiana. Sin esa confesión no tie­ne sentido hablar de una Iglesia «cristiana», ni sería honrado hacerlo. Pero si se hace de Cristo una abstracción se corre el peli­gro, largamente confirmado por la histo­ria, de creer en un Cristo que no es sino extrapolación de determinados intereses, sean legítimos, egoístas u opresores.

Si se hace de Cristo una abstracción se corre el peligro, largamente confirmado por la historia, de creer en un Cristo que no es sino extrapolación de determinados intereses, sean legítimos, egoístas u opre­sores. Ocurre el paradójico peligro de po­derlo manipular, precisamente en el mo­mento de hacer una sublime confesión de Cristo. Por eso en Iberoamérica se ha­ce tanto hincapié en el Jesús histórico, a pesar de las dificultades que eso supon­ga, porque se comprueba la recuperación que hace el sistema opresor de cualquier Cristo que no sea el Jesús histórico. Cual­quier abstracción de Cristo que deje abierta la puerta a la injusticia o a la resignación e inanición ante la injusticia es fundamentalente sospechosa.

¿Los políticos Rivera Carrera, Carlos Aguiar y Onésimo Cepeda de aquí y de to­das partes? A ésos increpa el que habla por boca de Osías:

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