‘No se van a apretar el cinturón’

Aquí anudo, mis valedores, la trascripción de la tesis que expuse a ustedes en Radio Universidad el domingo 14 del mes en nuestro espacio comunitario de Domingo 6, que me parece de interés para algunos que se disponen a votar o abstenerse del voto, porque alude a ese modelo de democracia que los políticos han entronizado en el discurso oficial. Dije, digo:

Democracia. Si esto que nos repiten es democracia ¿desde cuándo vivimos los mexicanos bajo el régimen de la democracia? Porque entonces el México de hoy es producto directo de la democracia, y entonces es válida la pregunta ¿cuál es el estado del México actual bajo el régimen de esa democracia que tanto pondera el discurso oficial? Después de un somero análisis de la realidad objetiva tendremos que reconocerlo: o la democracia vale muy poco o eso que nos venden como democracia no va más allá de un producto falsificado. Antes de acudir a autores que analizan a fondo lo que es democracia, permítanme algunas preguntas en torno a la que en su discurso nos mientan los reaccionarios del Verbo Encarnado que gobiernan el país.

Democracia Yo, mexicano en México, vivo en la almendra de la violencia y la inseguridad. En derredor sólo observo pobreza y desempleo. He visto mermar el poder adquisitivo de mi salario y aumentar a lo escandaloso los precios de la canasta básica He observado a los políticos encargados de cumplir y hacer cumplir la ley (para que en este país la justicia sea una fehaciente realidad) violar a lo cínico e impune las instituciones del Estado.

Ahora mismo he escuchado al titular de la PGR, Procuraduría Gral. de la República, afirmar que de los implicados en el «incidente», entre comillas, de la guardería ABC, de Hermosillo, Sonora, que arrojó un horror de 46 cadáveres de criaturas calcinadas y decenas de heridas y agonizantes, ninguno de esos criminales pisará la cárcel, cuando sobre algunos defensores de su tierra que nunca han robado, matado ni causado víctimas inocentes, como Ignacio del Valle, el compañero Álvarez y algunos más, de San Salvador Atenco, purgan una condena de más de 106 años de cárcel en un reclusorio de alta seguridad. ¿Porque no se apellidan Bours ni Gómez del Campo, ni son parientes de la familia presidencial y el gobernador de Chihuahua? ¿Es esta democracia que con al menor pretexto invocan tales políticos, la que produce esa clase de justicia? ¿Para eso sirve la democracia en México?

Por otra parte, mis valedores, ¿cuál es mi participación en los asuntos políticos como para cambiar esa abominable erosión de la justicia? ¿Votar? ¿Y después de haber depositado mi voto en una urna con carácter de funeraria? Ante tal realidad objetiva yo, por cumplir con el derecho y la obligación cívica de votar, el domingo 5 de julio voy hasta la casilla correspondien­te, recojo la papeleta y procedo según mi conciencia ¿Y? ¿Ahí se agotó la que afirman es «democracia»? ¿Ahí terminó su influencia? ¿Eso es, y no algo más o algo menos, la democracia? ¿Qué papel han jugado las masas en el cotidiano ejercicio político de este país? ¿El de cruzar una papeleta y creer que eso fue democracia…?

Pero ha ocurrido que de repente me vuelvo indispensable para los partidos políticos que hasta ayer me ignoraban. Hoy, como presunto votante me toman en cuenta, me requieren noche y día y papeleta en mano me dan un papel protagónico. ¿Y después de la votación del 2006 no se olvidaron de mí? ¿No hicieron su política a su gusto, no medraron de ella? ¿Eso es democracia?

Ahora al acercarse las elecciones, los candidatos me prometen justicia, bienestar, combate a la corrupción, pero a fondo, y elevar mi nivel de vida. En anteriores campañas electorales me prometieron lo mismo, y nunca llegaron a cumplir sus promesas, ni mi voto tuvo el poder de forzarlos a su cumplimiento. ¿Qué fuerza tiene, entonces, mi voto? Por cuanto a los que durante meses me aturden con su catálogo de promesas, ¿por qué debo creer que ahora sí las van a cumplir, cuando nunca antes mi voto tuvo el poder de lograrlo? Pienso en las ofertas de Renovación moral, del mediocre reculón de las cejas alacranadas. Pienso, después, en la política motherna, en el bienestar de la familia, en el «cambio» del segundo marido de la Sahagún, en el «presidente del empleo», con el que los mexicanos pobres «ya no se iban a apretar el cinturón». ¿Y? Tales embustes de Calderón, ¿son democracia…?

(Sigo mañana)

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