¿Inocente, culpable?

Cómo juzgar, sin los elementos de juicio, a don Álvaro Colom, presidente de Guatemala. Cómo involucrar en un hecho de sangre a la señora Sandra Torres de Colom, la «primera dama». Lo que sí puede demostrarse es la distancia que existe entre las promesas del candidato y las acciones del gobernante. Esto allá como aquí mismo, donde a estas horas las masas sociales son bataneadas por la verborrea de los aspirantes a puestos de elección popular. Siniestro.

Aludí ayer, a propósito, a Alfonso Portillo, que cuando candidato a la presidencia de Guatemala clamaba frente a los hermanos chapines:

¡Soy un hombre del pueblo y a mi pueblo me debo como gobernante!

El asesino anda prófugo, y no por haber derramado sangre sino como presunto ladrón. Seis días antes de su toma de posesión ocurrió que en Zumpango de Neri. Guerrero, familiares de los dos estudiantes asesinados un 22 de agosto de 1982 por este Alfonso Portillo cuando arrimado a la Autónoma de Guerrero, condenaron la acción de Zedillo al entrevistarse con el matón y demandaron justicia por la muerte de los dos estudiantes mexicanos, «a los que Portillo asesinó con premeditación, alevosía y ventaja». 

Esto, hace veintisiete años. Hoy, ¿un nuevo asesino en el palacio de gobierno del país hermano? Me niego a admitirlo. Ojalá que se imponga la verdad y que este escándalo carezca de sustento, que de otra manera dañaría en grado sumo al país, A la Guatemala dulce y sombría. 

Cada día eres otra; en recuerdo, en realidad, en esperanza. Sencillo amor como en tu mano la sal y el pan. Guatemala.

Qué tiempos. La bota y el espadón cuartelero gobernaban el país por los días aquellos en que fui a conocerlo. Años más tarde llegaron los tiempos del presidente civil; yo entonces, ya de regreso en mi tierra, mandé a dos amigos chapines este mensaje público (¿vale para hoy?):

Marucha, Virgilio: cuánto quisiera que estos renglones llegasen a ustedes, allá en la vivienda que habitan en su ciudad capital; que este fuese un a modo de mensaje del náufrago que ustedes encuentran rodando en la playa, y que en leyéndolo recuerden de golpe al fuereño aquel, de visita en su tierra, que en la fugacidad de un par de horas fue amigo de ustedes dos, estudiantes entonces de la Universidad de San Carlos. En el forastero identificaron al fabulador de cuentos y algunas novelas de fantasmagorías, como aquella Malafortuna de aeropuertos antediluvianos y muertos resucitados. Lo real maravilloso, ¿se acuerdan?

De llegarles el mensaje recordarán el café, el tinto y aquel poema que me ofertaron mientras hablábamos de verso libre y alejandrinos. De repente aquella descarga de metralleta. Recordé al poeta asesinado por los milicos:

Desgraciados los traidores, madre patria, desgraciados – Ellos conocerán la muerte de la muerte hasta la muerte… 

La charla, entonces, a media voz, se empantanó en asuntos de guerrillas y gobierno de bota y espadón. Escalofriante. Tú. Virgilio, suspiraste:

– Cuándo llegará el día en que Guatemala disfrute de un gobierno civil como el
de ustedes, en México…

Me interrogaron acerca del presidente de mi país. Qué tiempos. Reinaba entonces Echeverría, que sería sucedido por la danza alucinante de la(s) pompa(s) y circunstancias de López Portillo, y más tarde por esa sórdida galería de los tan mediocres cuanto rapaces que llegaron después.

– Cuándo tendrá Guatemala un gobíerno civil, como ustedes…

Un trago al tinto; al desgano, me acuerdo. Pero años más tarde, por fin, llegaría para ustedes el presidente civil. Al tomar posesión de su cargo, el del frutal apellido Cerezo iba a clamar, índice parado, las promesas del catálogo;

– ¡Mi gobierno retornará al camino de la democracia, la justicia social y el respeto irrestricto de los derechos humanos!

Perfecto. Ya contaban ustedes con un Cerezo civil de apellido frutal. Yo, entonces, conocedor del paño, me arriesgué al papel de aguafiestas y les envié aquel mensaje reservón: ya tienen ustedes su gobierno civil, felicidades. Atrás han quedado la bota y el espadón. Seguro estoy de que a solas, en aquel cuarto que huele a maderas, a estas horas brindarán con tinto y alzarán la voz y la copa en honor del civil. Como en México. Ya tienen en el gobierno su Cerezo Arévalo. Felicidades, pues, pero un momento, no repetir todavía el brindis; aguarden, amigos, que algo quiero aclararles.

(Esto, mañana.)

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