El Napoleón del trópico

El Salvador, patria de luces y sombras, donde el poeta guerrillero Roque Dalton fue asesinado por la propia guerrilla, mientras que una bala asesina abatía en plena celebración del oficio litúrgico a monseñor Oscar Arnulfo Romero, arzobispo de San Salvador, para que su asesino intelectual, un Roberto D’Abuisson ultraderechista fanático, fuese muerto poco tiempo después por la gracia de un cáncer fulminante, que de paso se iba a llevar a uno de los secuaces de la ultraderecha, José Napoleón Duarte, presidente de El Salvador. Tal es el preludio de los acuerdos de paz que en enero de 1992 firmarían gobierno y guerrilla salvadoreña ahí, miren, no lejos de donde esto escribo: en el Castillo de Chapultepec. Recordé ayer aquí mismo, después del reciente triunfo en las urnas de Mauricio Punes candidato del FMLN, a Roque Dalton, poeta, del que aquí agrego algunos apuntes para luego hablarles de Napoleón Duarte, el Napoleón del trópico, y sus experiencias con la ayuda militar de Estados Unidos, que pudiesen servirnos para sopesar alcances y consecuencias del «Plan México», embozado a lo vergonzante en su disfraz de ‘Iniciativa Mérida». Porque es la patria el punto de partida, – básica piedra tumultuaria extendiéndose, – savia y semilla de la floresta cantadora del hombre…

Estos de Dalton, mis valedores, son poemas paridos a punta de ardimiento, iracundia y nostalgia; de los desabrimientos del exilio; de las amorosas ausencias; poemas que trovan a la patria (negada a la fuerza por la bota y el espadón) con el mismo celo con que se cantaría a la mujer amantísima; que loan a la mujer con resonancias de canto patrio, como trovarle a una tierra íntima y nutricia; poesía esta de Dalton que es un puro sustantivo, la pura esencia, el ser, y no más. Qué más…

Porque es la patria misiva leal hacia aglomeraciones fraternas y ecuménicas. –Así nos surge el canto- y la patria renace junto a cada palabra…

Roque Dalton murió en y de su patria, a manos de sus compañeros de insurgencia, como una coherente prolongación de su militancia política en la tierra del espadón cuartelero. Dice la dedicatoria del ejemplar que traigo entre manos, y que hace tiempo fui a rescatar de alguna librería de viejo:

«A María, que me dio su casa y su pan cuando fui perseguido». Y una fecha, y un país, México, y no más. Por cuanto al Napoleón de El Salvador…

 

Juzgo pertinente recordar aquí, ahora, a tal figura polémica que inició el diálogo con la guerrilla a principios de los años 80, ese José Napoleón Duarte, presidente de El Salvador, que en alguno de sus viajes a Washington y circundado de personajes de la diplomacia y el gobierno gringo, de repente cayó de rodillas ante la bandera de Norteamérica y a ojos cerrados se puso a besarla Al ponerse de pie ya había asegurado la ayuda militar norteamericana para combatir a la guerrilla salvadoreña. De diciembre de 1980 a mayo de 1982, este Napoleón fue jefe de la junta de gobierno de su país. Entre esas dos fechas se registra una de las épocas más sangrientas, más enconadas, del conflicto armado que tuvo su desenlace años más tarde en el Castillo de Chapultepec.

Aquí, con sus propias palabras, el esbozo de retrato hablado de Duarte. Sobre la ayuda norteamericana le pregunta la reportera:

Dentro del contexto del condicionamiento de la ayuda de Washington a su gobierno, ¿los asesores militares estadounidenses también le dicen a usted cómo manejar la guerra?

La respuesta, por demás elocuente y muy a propósito para sacar conclusiones: «Este es el problema, ¿no? La raíz del problema está en que la ayuda nos es dada bajo tales condiciones que su uso, en realidad, está decidido por los estadounidenses y no por nosotros. Decisiones tales como: cuántos helicópteros tenemos que comprarles, cómo habremos de gastar nuestro dinero, cuántos camiones necesitamos y para qué, cuantas balas y de qué calibre, cuántos pares de botas, y dónde deben estar colocadas nuestras prioridades. Todo eso».

Más adelante en la entrevista- «¿Nos está diciendo que el ejército se dedica al reclutamiento forzoso?»

Siempre ha sido así En mi país cualquier hombre mayor de 18 años está sujeto a hacer el servicio militar. Cualquier joven puede ser detenido por la calle e interpelada ¿cuántos años tienes? ¿Dieciocho? ¡Adentro! Soldados que no tienen tierra, dinero ni trabajo, tienen que defender a los poderosos, tos oligarcas, los ricos. Pero del otro lado la guerrilla está haciendo lo mismo…

(Más de Duarte, un día de estos.)

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