Altarcillo anual

El Ajusticiado de Viernes Santo, mis valedores. Hoy, como hace varios ayeres, aquí mi pregunta anual, indiscreta: aquellos de ustedes que viven en paz su condición de agnósticos o descreídos, ¿leerán a estas horas el evangelio de Mateo? Los oratorios de Bach sobre el drama del Gólgota, ¿los escucharán, quedo y a solas, por estos días? De hacerlo establecerán una sana distancia con la estampida de la católica grey que se vive a estas horas arrastrando por playas y discotecas su fervor religioso, como también de curas, obispos y cardenales inmersos hasta el alzacuello en grillas políticas. Laus Deo.

«La fe sin obras está muerta, pero las obras tienen vida aun sin la fe. El bien que hace el ateo cuenta igual que el bien de los creyentes. Las buenas obras acercan a Dios incluso a quienes no creen en él. Un incrédulo que hace el bien está salvado. Un creyente que no hace el bien está perdido. Crear el reino de Dios es más valioso que solamente creer en él».

Con quien tal dijo yo estoy de acuerdo. ¿Y ustedes? Aquí el imaginario reporte del Ajusticiado que imaginarios discípulos hacen llegar a su madre:

«Compañera María: Sobre el paradero de su hijo Jesús Equis, desaparecido desde principios de la semana, tenemos informes de que fue acusado de terrorista y aprehendido por los rumbos de Ciudad Neza, donde decía sus parábolas al pobrerio. Secuestrado por la policía antiguerrillas, el compañero Jesús fue recluido en una cárcel clandestina y presentado ante el procurador de justicia, que no al no encontrarle elementos de culpabilidad se negó a juzgarlo, para luego lavarse las manos y ponerlo en las de militares en función de policías, que el tanto de toda una noche lo torturaron. No delató a sus compañeros de lucha.

Por si algo la pudiese aliviarla en trance tan doloroso ha de saber que frente a sus torturadores Jesús se comportó como lo que es: el purísimo espejo y flor de virtudes. Quienes tuvimos la suerte de conocerlo no lo olvidaremos jamás. Cómo, si fue un varón de estatura cabal, que tuvo un gran amor por su vida y que, siendo su vida lo que de más valor tenía y lo único suyo, su vida fue lo que aventó por delante a la hora de probarse como aliado de un paisanaje al que amó sobre sí mismo. Que eso le sirva de consuelo en la almendra de su amargura…
La vida del luchador fue sencilla, al ras; gustaba de caminar con los pies desnudos por la orilla del lago y subir la montaña y alimentarse de frutillas y tenderse a la vera de los trigales. Amaba el mar…

Se sabe que gustaba de la meditación; que era dado a reunirse con el pobrerío y a los desheredados aconsejarles de igual a igual con palabras domésticas, de esas que son agua y savia, vientre y raíz. Y sus parábolas: que el reino de la Verdad es semejante a un grano de mostaza en el pico de un ave… (El compañero Jesús, alias El Nazareno, fue humano hasta el tuétano; tanto, que días antes del prendimiento se reblandeció de repente, le sudaron sus manos y la frente se le perló de sudor: «¡Padre, si quieres, aparta de mí este destino! Pero no se haga mi voluntad, sino…»)

Parece, compañera, que a Jesús le agradaban las cosillas parvas, insignificantes; que amaba la compañía de los pobres de espíritu, de los lisiados, de alguna ramerilla de poca monta (por ser de tantas, qué contrasentido); que tuvo la mansedumbre del hombrecillo de siempre y su temible fiereza cuando se trata de morir por lo que vale la pena morirse. Su hijo Jesús, compañera María, tenía que acabar como termina todo el que tiene redaños para encararse a la burguesía cimarrona, sabañón infecto del Sistema de poder, hija putativa del capital-imperialismo de Estados Unidos (de Roma, perdón). Por eso fue que acabó hecho tírlangas de luchador, retazos de varón enterizo, piltrafa de Hombre, sin más. Así pagó su osadía magnífica ese al que a estas horas están segando la vida despaciosamente para mejor disfrutar, a lo sádico, su agonía. ¿Le servirá de consuelo? No pasa del mediodía, dicen.

Ya falta poco, compañera María. Ya apenas alcanza resuello, entre lloraderas de una aguilla manándole de las mataduras. Una compa, María de Magdala, le repite (quedo): «Tu vida, compita, mucho valió, pero tu muerte valdrá mucho más. Tu muerte cegará y segará la injusticia y la explotación del hombre por el lobo del hombre. Tu muerte será la inspiración del humano para persistir en la contienda (¿en la utopía?) contra la inhumanidad del humano. Que a tu muerte podamos vivir; que tu muerte sea nuestra vida. Muere ya, y muere en paz, compañero del alma, compañero…»

Jesús, flor y espejo, y frutilla madura de la Humanidad. (INRI.)

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *