No, un momento, que legislar no es tan fácil como guisar…
Ayudante de cocina se tornó el nuevo-izquerdero Víctor Hugo Cirigo. presidente de la Comisión de Gobierno de la Asamblea Legislativa, ante la acusación del diputado Tomás Pliego Calvo de que en la recta final de la Cuarta Legislatura se registra una grave parálisis, a más de su sostenimiento en extremo oneroso para los contribuyentes. «Existe un interés especial, jura Círigo, por que lo antes posible salgan todos los dictámenes de iniciativas de ley, como el de Austeridad…»
Austeridad. Sesenta y seis «representantes populares» en la Asamblea Legislativa, aparte de los 500 a los que pagamos por que nos representen en el Congreso de la Unión. Hasta el sexenio de López Portillo teníamos que solventar gastos, viáticos, dietas, bonos de marcha y demás a 300 de ellos, que bastaban y aun sobraban muchos; pero en eso que llega a Los Pinos el primer mediocre que vivía en la creencia de que alebrestar una ceja da personalidad, y se encontró con un problema de desempleo grave entre los políticos, y fue así como para evitarse problemas con ellos De la Madrid nos enjaretó de golpe y a querer o no 200 más, algunos de la talla política de López Tarso, Julio Alemán, Silvia Pinal y el tibio Muñoz. Después llegarían en tropel Pancho Cachondo y sus émulos, y así hasta hoy. «Ahora que diputados de verdad…»
Tal dijo maestro, tufillo de burla en la voz, en la tertulia de anoche, para luego leer en su libreta de pastas negras: Noviembre de 1920. Los diputados legislaban sobre un aumento en los impuestos del pulque El legislador don Felipe de la Barrera, representante del distrito pulquero de Otumba, ocupó la augusta tribuna: «¡Hay que mirar por el pobre pueblo mexicano, al que sólo se le recurre a la hora de las elecciones! ¡Protejamos la baratura del pulque, porque buena falta está haciendo en Europa toda, donde habrían sido felices si hubiesen tenido a la mano, para olvidar los horrores de la guerra, un licor tan delicioso como el pulque, nuestro licor nacional..!»
Apenas había terminado de hablar pidiendo que el pulque no fuese gravado con nuevos impuestos, cuando el diputado don Aurelio Manrique llega majestuoso a la augusta tribuna; lleva en sus manos un envoltorio. Lo descubre, y resulta que es un flamante vaso de pulque, que fue a comprar uno de los mozos de la Cámara.
– ¡Señores diputados: aquí tienen este vaso de tlachicotón! Dicen sus defensores que el Barón de Humboldt hace un panegírico de semejante licor. Pero no; el ilustre sabio dice que esta bebida tiene un sabor agridulce, grato al paladar, pero que para acelerar la fermentación, le ponen pulque añejo al agrio, resultando un licor que tiene un olor desagradable, de carne podrida ¡Sólo los que llegan habituarse al sabor del pulque dicen que esta bebida es nutritiva ¡Mentira! ¡Mentira vil! Aquí tienen una cacariza de pulque. ¿Cómo podemos decir que esto sea una bebida para personas civilizadas? ¡Señores diputados! ¡Aprobemos el proyecto de reforma a la fracción que nos presenta la comisión respectiva!
Rojo de ira, el diputado don Felipe de la Barrera trepó a la augusta tribuna «¡No obstante todo lo que dicen en contra del pulque sus malquerientes, yo puedo asegurarles que mientras más pulque entra en la ciudad, menos crímenes se comenten en su nombre ese día! ¡Puedo demostrar fácilmente que el pulque, señores diputados, es mucho mejor que el tequila!
Ademán de odio del diputado Carlos Cuervo, del distrito de Tequila. Sigue De la Barrera:
«¡Los vinos producen alcoholismo incurable! ¡El pulque, en cambio, produce apenas una suavísima borrachera que se cura con toda facilidad! ¡Lo que pasa es que nuestros pobres entran primero a una cantina, donde les sirven bebidas descompuestas! Cuando ya no tienen dinero y sólo el estómago perdido, acuden a la pulquería para tomarse un vasito de ese licor delicioso. Acuden a él para que los alivie del mal que les hizo el alcohol. ¡Cuando estos pobres salen de la pulquería pueden cometer un crimen, y entonces todo el mundo cree que la culpa la tuvo la pulquería ¡No, señores diputados! ¡Mentira! ¡Alguien dice que al pasar por una pulquería se nota un olor a cadáver. ¡Mentira vil, vil mentira! ¡Las pulquerías, señores diputados, tan sólo huelen a lo que huele el alma del pueblo, de este pueblo de nuestro México..!»
– ¿Y? De diputados a diputados, contertulios: ¿a cuáles le van?
Silencio. Nomás me quedé pensando que es México. (Mi país.)