Con el alharaquiento grupo de minusválidos me fui a topar en el parque público la mañana de ayer. A la llegada de los impedidos plegué el matutino y me puse a mirarlos jugar en los prados con silenciosa sinfonía de visajes, manoteos y aspavientos Con ellos, pastoreándolos, aquella joven de aspecto agraciado. ¿Sordomuda también? Lástima de tanta vitalidad en el goce de la vida de quienes así retozan con su alegría silenciosa, pensé. De repente válgame, el morenillo dentón, la travesura en los ojos, me arrebato el matutino y jugueteaba con él, y extendiéndolo ante sus ojos mirábalo con atención, y al descubrir la galena de fotos de primera plana la mostraba a todos, y entonces aquel revuelo de manos (alas frenéticas) y unos gestos y visajes que me pareció mostraban asombro, burla, indignación. Haya cosa…
Yo, indulgente con quienes mal pudiesen comprender el sentido de noticias y fotos, pensé la inocencia, bien, haya; estos desdichados viven de espaldas al áspero oficio del diario vivir en la táuna que retrata, el matutino, Pues sí, ¿pero por qué esas señas ante esta, foto, y esta otra, y la de más allá? ¿Por qué los meneos de testa y tales gestos rabiosos vituperoso, contra los de la foto? Me decidí. a señas interrogue a la joven sobre la reacción de los impedidos, y a señas me contestó, pero nada le entendía, «Condenada muda, quién sabe que picardías me esta diciendo». Ella, pronta de genio: «Condenada la suya (me regresó el matutino). Creí que el sordo mudo era usted».
– Oiga, ¿por qué se alteran viendo la foto?
Por groseros que son. Expresarse así de sus semejantes, aunque dudo que los de la foto sean semejantes de nadie si no de ellos mismos.
Miré las fotos, Aquí, hablando en su lengua materna (inglés). Calderón anunciaba un préstamo del Monetario Internacional 47 mil millones de la moneda nacional, o sea dólares, y aplaudiendo, entusiastas, Guillermo Ortiz, Carstens, banqueros, bolsistas, especuladores, industriales, comerciantes, políticos y demás picaros. De la burla al rezongo y las señas vituperosas, los sordomudos. Extrañado al silente alboroto intenté poner a prueba el candor «Señorita ¿me podría traducir sus burletas y señas ofensivas?»
– No será usted oreja de Gobernación que vaya a hacerla de SIEDO ¿verdad? – Se trabo con ellos en frenético jaleo de cejas, dedos, manos, brazos.
El lépero Pepín dice que los de la banca y la bolsa, manos abiertas al aplaudir dicen a Calderón ¿por que crees que a la de a (intraducible) te encaramamos? Ora a la de a intraducible, a pagar ¿O no somos cómplices?
Achis, achis, ¿Pues como interpretan la foto, pobrines? Ella tornó a las señas en contracanto con las de los impedidos. «Dice aquí El Camaleón que si está usted burriciego, que no ve las manos de los de la foto».
– Claro que las veo, si no estoy sordo. Veo a Carstens. ¿Y?
Según el Zenón, Carstens, al aplaudir con sus manos abiertas el tanto de 5 pulgadas está insinuando: «De la pachocha tóqueme el tanto así, quedare asegurado per secula seculorun, y no hablo de almorranas» ¿Ve a Guillermo Ortiz? Sus manos se han despegado no más de un centímetro. ¿Ve que esta sudando? «No, si el de la Función Pública, tan mansito con Montiel, Fox y los suyos, con los que Calderón nos trae entre ojos (entre antiparras) es perro».
Esas manos ahuecadas como si apapacharan un conejo pachón…
La vi trabarse a señas con el pecoso. «Dice Josefo que cuál conejo: cochinito de alcancía. ¿Ve al de las manos separadas y mirando con tristeza al de junto? «Mucho billete para el Gordo que va en caballo de Hacienda, pero a mí qué me tocará puro chicle; la parte del león se la va a llevar el Cordero de SEDESOL para ponerle piso de cemento a los votos azules. Banqueros, bolsistas y todo el cartel de especuladores, las manos abiertas al máximo, están indicando que, como siempre, para ellos está destinada la tajada mayor».
Calderón y sus manos abiertas el tanto de 10 pulgadas. ¿Obra social? ¿Obra qué? «Tengan sus 12 pulgadas. La pachocha es para la cuenta secreta «que ya no existe en México» y que voy a manejar a discreción. ¿Un robo? ¿Para qué crees que tengo a los Legionarios de Cristo y a las monjitas del Verbo Encarnado? Para que me la perdonen, ¿No reverendo?
Onésimo, sí, la señal de la cruz; «Ego te absolvo, pero recuerda: de penitencia mi mochada en el paraíso (el paraíso fiscal, en las Islas Caimán».)
Me encrespe: «¡Protestó! ¿De ese montón de millones cuánto para el paisanaje?» Miré a los inválidos: me miraron, ellos. El orejón, observándome, comenzó a hacer señas, y los otros la silenciosa carcajada general. No quise saber la interpretación. Para qué. (Total…)