El club de la aureola

«Los Legionarios de Cristo inician una fuerte campaña para impulsar la beatificación de Mamá Maurita, la madre de Marcial Maciel. Tiene una pagina web donde se publica su oración, se invita a presentar nuevos milagros y se anexa una cuenta bancaría para depositar «a la causa…» (Milenio.)

¿Ustedes, mis valedores, ya se apresuraron a depositar una parte de su gasto semanal para que Ratzinger beatifique a la santa madre del ya casi beato padre (de familia) Marcial Maciel? Yo, renuente a aportar mi ración de dineros para la compra de aureolas, sí estoy dispuesto a jugarme el gasto del día de mañana en una apuesta levemente escalofriante: ¿cuál de esos dos será el que se encarame primero a los altares, la santa Madre Maurita o su hijo el berriondo padre de hijos naturales, paidófilo bisexual y fundador de los Legionarios de Cristo, manga de beneméritos cercanos al apostolado de Norberto Rivera, cardenal de la iglesia católica? ¿Cuál es su gallo para la primera aureola? Se reciben apuestas.

¿Difícil que un garañón de sotana como Maciel consiga la beatitud? No lo es, si es que Ratzinger prolonga la política de Karol Wojtyla, aquel «amigo» de México que hizo chuza de hasta 34 asesinos y torturadores cristeros a los que enjaretó la etiqueta de mártires. Y qué tufaradas de azufre exhala tan sospechosa arribazón de fanáticos al «club de la aureola». Y es que por estos días la santidad se abarata, se cosecha al por mayor y se nos torna pandemia Por santos no vamos a parar, que ahora se ensamblan a escala industrial. Santos tenemos, y beatos, para dar y prestar. ¿Los requisitos para la beatitud? Un currículo sucio. Sin más.

Y si no, mis valedores: ¿no consiguió patente de santo un personaje como José María De (este «De» se lo enjaretó a capricho) Escrivá, fundador de ese Opus Dei, que entre otros seráficos menesteres y al parejo de la CÍA ejecuta sañuda campaña contra Hugo Chávez, allá en Venezuela? Ese santo Escrivá pudo afirmar, como Don Juan Tenorio, «que a donde quiera que voy – va el escándalo conmigo». Edificante. ¿Que el susodicho tiene fama de déspota e iracundo, de franquista y dueño de riqueza inexplicable? Trépesele a los altares. ¿Que quien osó beatificarlo fue un pontífice reaccionario, socio de los Reagan, Tatcher y Lech Walesa, el polaco? ¿Que nos resultó, por añadidura, protector del padrillo padre Maciel? También de él mídese la beatificación. Fast-track, como decimos los gringos de segunda. Laus Deo.

Es así, mis valedores, como Juan Pablo II ya suelta un tufillo de beato junto con Escrivá, el toro padre Maciel y su santa Mamá Maurita, Dios. ¿O qué, iban a ser desperdicio los ríos de dinero que a manera de sobornos los legionarios han evacuado en las arcas de El Vaticano por aquello de que ya alucinan con el insaciable padrecito Maciel trepado en su niño de ermitas, capillas, templos, basílicas y catedrales? (Trepado en su nicho, quise escribir; travesuras del inconsciente. Vale) Aquí, de la cauda de detractores que forran de descalificaciones al santo franquista:

«Los opositores a la canonización de Escrivá denunciaron otros pecados del fundador del Opus Dei, aparte de la acumulación de riqueza, como aquella de que «El Opus Dei es peor que una secta, son mercaderes del evangelio, que destrozan vidas humanas…»

Pero ha sido beatificado, y Maciel, su Mamá Maurita y Juan Pablo II en esa agencias andan. ¿Lech Walesa también? Y, mis valedores, a esto quería yo llegar; a los métodos burocráticos que advierto en el criterio vaticano frente a la santificación de aspirantes, y lo ejemplifico con un santo mexicano al que hasta hoy nada me ligaba más allá de una perfecta indiferencia y por el que ahora siento una recóndita compasión; y no es para menos: Felipe de Jesús lo acaba de declarar públicamente su «patrón». Sí, al protomártir mexicano, San Felipe de Jesús. Escrivá murió de viejo, en su cama, y en lustros fue canonizado. Felipe de Jesús fue martirizado junto con sus compañeros de evangelización allá en tierras niponas:

«Cada uno fue sujetado a una cruz con argollas y cuerdas; dos de aquéllas se colocaron en las muñecas, otras tantas en los pies y una en el cuello. Felipe de Jesús fue el primer crucificado: alanceado en tres partes, dos por los costados y una por el pecho, murió murmurando el nombre de Jesús».

A diferencia de Escrivá, fue canonizado 265 años después de su muerte. Todo esto encierra su muy buena moraleja, ¿pero cuál? (Sigo mañana)

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