Esa vocesita…

Las desviaciones psicológicas, mis valedores. Hace años relaté a todos ustedes que durante mis años de seminarista me infundieron como ideal y proyecto de vida emular a los monjes cenobitas, y como ellos encerrarme en la celda de un convento y dar el resto de mi vida a la oración, la meditación y el más riguroso silencio por amor a Dios. Era aquella la mística, eran la fe y el temple de un adolescente que, ya de añejón, a base de hablar ante los micrófonos de la radio iba a redondear el gasto familiar. Los caminos del destino son inescrutables, que dijo aquél. Mi devoción de cuando adolescente y aquel exceso de exaltación religiosa no me iban a arrojar, a la manera de ese extraño San Simón el Estilita, a pasar el resto de mi existencia empericado en lo alto de una columna, para desde ahí, de hinojos y a coro con auras y zopilotes, loar al Señor. Laus Deo.

Por cuanto a las desviaciones de la personalidad, mis valedores: ¿alguno de ustedes habrá leído Bartleby, donde Melville refiere el caso de aquel escribano? Cierta mañana, al recibir de su jefe la orden: «Copie estos documentos», «preferiría no hacerlo», le contestó Bartleby. ¿Que qué? Y de ahí en adelante, en una extraña actitud de resistencia pasiva y rotura total del orden establecido, a todo y a todos contestó lo que sería su desgracia: «Preferiría no hacerlo». Así hasta un final acorde con tan extraña manía

Recuerdo en cierta comedia de un Jardiel Poncela que no respeto como escritor el caso de Edgardo, cincuentón y padre de familia que un mal día de hace décadas, como resultado de una decepción amorosa, decidió nunca más levantarse de la cama, donde llevó a cabo su vida de todos los días, hasta que cierta noche…

Leí de la chifladura del sabio aquel, personaje incidental de Mascaró, el cazador americano, novela de Haroldo Conti, que lo llevó a perfeccionar una bicicleta voladora con la que se dio a vivir en las alturas y desde su eminencia regodearse en orinar a los viandantes. Y qué decir del protagonista de El barón rampante, novela de Italo Calvino, al que pega la chifladura de vivir trepado a los árboles del bosque cercano a la ciudad, y ahí llevar una vida «normal» y mantener relaciones de amistad y convivencia con sus amigos y conocidos, sin nunca volver a poner un pie en tierra Extraño.

Oskar, personaje de El tambor de hojalata, de Günter Grass; un día a sus diez años de edad, decide nunca crecer, y es así como de adolescente transcurre su tiempo vital. ¿Alguno ha leído El licenciado Vidriera, de Miguel de Cervantes? En plena chifladura, el tal licenciado se cree forjado de vidrio, y toda su vida se cuida de que nadie lo vaya a romper. Y a esto quería yo llegar:

A ese otro, mis valedores, yo no le pido que de repente se sienta de vidrio y viva temeroso de que algún tabasqueño me lo vaya a estrellar. Cómo pedirle que se encarame hasta la punta de una columna y ahí se engarrote, de hinojos y en oración, hasta que levite. No le voy a pedir que de súbito decida no alzarse más de su cama y que desde la cama contemple el transcurso de los episodios nacionales, sin más. No le habré de suplicar que se encarame en algún armatoste volador, porque desde allá arriba seguiría emporcándonos con sus desechos corporales. No. Yo, de él…

De él sólo hubiera querido que, al modo de Bartleby, y tan medianejo como él, tuviese los ríñones que de pronto le salieron al escribano, de modo tal que cuando el gringo le impuso esa Iniciativa Merida o esos contratos de riesgo en PEMEX que tanto lesionan al país y tanto nos lesionan a los mexicanos él, de repente varón de tamaños en su nidal, a las exigencias de Washington hubiese replicado, y no más: «Prefería no hacerlo».

De él quisiera que, al contrario de El barón rampante, ya se bajara de la copa, me refiero a la de Los Pinos, que no están para sus pininos políticos, y que ya por fin, dejara de andarse por las ramas. Y lo mejor de lo mejor…

Que él, como los monjes cenobitas, el tanto de unos cuatro años intentase hablar con neuronas, no con glándulas salivales. Que dejara de opinar, declarar, recalar, recular, acusar, acosar, atacar, atracar, desdecirse; que pensara para hablar y no hablara para pensar y darnos a todos en qué pensar, y alarmarnos, escandalizarnos y detestar esa salivosa diarrea que a todos salpica Que el tanto de cuatro años, si llega, resistiera la compulsión. ¿Que tantea no poder? Mi hijo Ariel, psicoanalista, pudiera auxiliarlo. Una lavativa de Prozac, tal vez. De ansiolíticos, mejor. Una trepanación, lo máximo. ¿O vamos a seguir aguantando esa vocecita? (¡ Agh!)

Flatulentos flatu-rápidos

Los catastrofistas, mis valedores. Se aca­lambraban las economías en el mundo, pero el actual residente de Los Pinos, impávido, tranquilizaba a las masas sociales: En este país no habrá crisis. Se aplicará fé­rrea disciplina fiscal para combatir «burbu­jas» especulativas. A pesar de la cascada alcista, la Secretaría de Economía cumple con su deber.Y cuando la crisis tocaba a las puertas de México: «¡En esta coyuntura los mexica­nos no tendrán que apretarse el cinturón…!”

Y lógico, la crisis que primero negaba y mas tarde minimizó, nos cayó encima y afectó la macroeconomía y la economía familiar, aplastando finanzas y varios puntos del PIB mientras desmoronaba el peso, en­carecía la canasta básica y deterioraba el ni­vel de vida de unos mexicanos que descen­dieron varios escalones en su escala de po­breza. En una justipreciación de los daños habló en algún foro del Senado el ingeniero Carlos Slim, y al final su advertencia: «Para que más tarde no tengamos que llorar».

No lo hubiera dicho. Mascafierros de mecha corta, el de Los Pinos fulminó a «los catastrofistas». «En esta coyuntura lo importante es pensar en cómo apoyar a México y no en cómo generar más temor, sobre todo los que más hemos recibido de la Nación«. (Tíznale.)

Pero no generalizar, que sólo dos ele­mentos encuentro a los que se pueda ca­lificar de catastrofistas: 1) los estudiosos que con talento, objetividad, información e imparcialidad analizan la situación na­cional, y 2) la propia realidad nacional hoy día. Sin más, Y a propósito:

Catástrofe nacional, a mi juicio, es el uso de un arma letal que Calderón, miem­bros diversos de su gabinete y algún corte­sano están utilizando a estas horas: su len­gua; y qué lengua, mis valedores, que así es capaz de ventosear tantísimas aberraciones, comenzando con el catarrito económico y la excitación que causaba a Calderón brincar el charquito. Hoy, optimismo con calzador: «La fase crítica durará sólo seis meses». Esa lengua; esa vocecita, que Neto el del ventrí­locuo reprochaba a Titino. Esa vocecita…

Quita el bozal a su lengua un Rodolfo Elizondo, titular de la Sec. de Turismo: «De la creciente violencia en el país quienes tienen la culpa son los medios de información, pe­ro la inseguridad no afecta en modo alguno al turismo, y el tipo de cambio va a incre­mentar el flujo de turistas extranjeros».

Y sobre la sucesión de masacres que se perpetran en el país, la versión del de Los Pinos en Davos, Suiza «¿Violencia? Bueno, si ustedes ven ese polvo que sale por la ventana, es porque estamos limpiando la casa. Nuestra respuesta trae espanta­do al crimen».

Saca su lengua Patricia Espinosa, de Relaciones Exteriores, y ante el macabro panorama de un territorio claveteado de cadáveres deja ir estos conceptos que pro­ducen una respuesta a página entera del gobernador de Chihuahua, Reyes Baeza «En el país no se produce la violencia, fuera de tres zonas bien delimitadas en Chi­huahua, Sinaloa y Baja California.

No, y la declaración de un ingeniero industrial, ignorante de asuntos políticos, que acaba de llegar a Secretario de Econo­mía con un sólo mérito, que es el de la ma­yoría de los secretarios de gobierno: su amistad con Calderón. Ese mediocre Ruiz Mateos, queriendo quedar bien con Los Pinos, lo acaba de asegurar: «Lo más fácil hubiera sido dejar el problema del narcotráfico en el estatus en que estaba, pero si no hubiera sido por las medidas del presi­dente Calderón, el próximo presidente seria un narcotraficante».

Y otro que tal, un Joaquín Gamboa se­cretario de la CTM, al tomar posesión de su cargo temporal como titular del Con­greso del Trabajo, en la cara de Calderón ventoseó una declaración tan escandalo­sa, tan pestilente, como la voz del trasero cuando se decide a hablar en voz alta:

– Usted siéntase que tiene el gran res­paldo de una representación laboral. Que­remos a usted porque nos está dando cla­se de buen presidente, de valiente presidente. Nosotros no hemos de dejarlo mal. Los trabajadores lo apoyarán, aunque sea con la tripa a medio comer.

Y que al decirlo exhibía su reloj ¡de 70 mil dólares! Ese, por cierto, no es catas­trofismo. Es catastrófico sin más. ¿O será preferible la opinión de Norberto Rivera, político-religioso?

– El gobierno de México nunca mues­tra sumisión a Estados Unidos. Al contrario, siempre muestra verdadera libertad para tomar sus propias decisiones. ¿El PAN? Es un partido noble y honrado

El resto, mis valedores; el resto es si­lencio. Qué más. (Ah, flatulentos.)

Protesta frente a la catedral

La protesta contra la corrupción, hipocresía y doble moral de la Iglesia Católica y los curas pederastas, fue encabezada por Julia Klung, que cuando menor de edad fue violada por un sacerdote…

Y la chamusquina se aviva con la revelación que acaba de hacer un sobrino de Maciel Marcial en el sentido de que el fundador de los Legionarios de Cristo no sólo fue paidófilo, sino todo un bisexual, que con alguna amante procreó una niña. Mis valedores: yo estuve en el seminario, donde me troquelaron la fe en el sacerdote como elegido de Dios, flor y espejo de virtudes, inaccesible al deshonor. Luego iría yo conociendo las tiznaduras en la honra de curas, cardenales y un obispo Onésimo que acaba de declararlo:

«La Iglesia pierde feligreses, pero ese es problema de ellos. Si a mí me dices no robes, no mates, no hagas transas, no forniques, la gente va a decir que cómo no, si eso es tan sabroso».
Y el obispo de Toluca, Chavolla Ramos: «Yo seguiré metiéndome en política ¿O qué, sólo los políticos tienen derecho a ser protagonistas?» Por qué perderán feligreses…

Y qué a la medida de la reflexión el retrato hablado que de sí mismo mostraba a sus creyentes el sacerdote del XIX. Aquí, con su ortografía original, el documento que en 1872 publicó la Biblioteca religiosa: «El sacerdote en fuerza de la dignidad de la que se halla revestido, no solo supera á todas las dignidades y excelencias de la tierra sino también á las del cielo, y supera por tanto á los Angeles, Arcángeles, á los Tronos y las Potestades, á los Serafines y Querubines, y aun supera en cierto modo, á la dignidad de la Madre de Dios, porque la dignidad del sacerdote es la de Cristo. El sacerdote es superior en dignidad á todos los coros angélicos de la celestial Jerusalén, porque ellos aunque tengan mas poder y sabiduría curen á los enfermos, posean todas las lenguas, hagan asombrosos milagros, vean á Dios cara á cara y estén unidos a Él con todo el fuego de la caridad; sin embargo, jamás podrán alimentarse con su Sagrada Comunión, ni celebrar el santo sacrificio de la Misa, ni reconciliar la criatura con Dios, mediante el perdón de sus pecados. La Dignidad de Madre de Dios, ¿qué es? Es la suma de todas las dignidades y la reunión de todos los títulos. La Madre de Dios.

¡Oh sacerdote! Reflexiona reflexiona sí, sobre tu dignidad! Porque tú también eres Madre de Dios! Con la diferencia empero, que ese Verbo que tomó carne en el vientre purísimo de María, la toma de nuevo en tus propias manos. ¡Oh sacerdote, reflexiona y reflexiona bien, porque tu dignidad supera en algún modo la augusta y suprema Dignidad de la Madre de Dios, ya que María concibió á Dios una sola vez y en ti se verifica tan gran misterio tantas veces cuantas dices la santa misa! ¡Y la supera además, porque María, con todo su gran poder, no puede perdonar ni un solo pecado, y tú puedes perdonarlos en número infinito. ¡Oh sacerdote! Admírate de tu poder… La dignidad del sacerdote es la misma de Jesús. Entre el sacerdocio de Jesucristo y Jesucristo mismo, hay tal semejanza en el ministerio, que el sacerdote solo hace lo que Jesucristo, y Jesucristo lo que ya hace el sacerdote.

A la vista de esto, ya no digamos que el sacerdote es imagen de Dios; afirmemos mas bien que es, en la práctica el mismo Jesucristo; afirmemos, sí, que es á Jesucristo lo que los rayos son al sol; afirmemos que es tan igual a Jesús, que si este bajara en la Iglesia, en do confiesa el sacerdote, y ambos dieran la absolución al penitente, tan perdonados serian los pecados del uno como del otro. Afirmemos, en la práctica que es el mismo Jesucristo; Jesucristo recién nacido, en su vida oculta, predicando el reino de Dios (…) Afirmemos que no solo es el Padre de Jesús, sino que al mismo tiempo es su madre!!!, ya que al sacerdote se le dice por San Lucas: El Espíritu Santo descenderá sobre ti. La virtud del Altísimo te cubrirá con su sombra y el santo que nacerá de ti será llamado Hijo de Dios.

Afirmemos que el sacerdote es la parte más luminosa de Jesucristo, como si dijéramos su divino ojo; y es el Dios en la tierra, el Dios visible, el Cristo de los fieles; y es… pero, ¿por ventura dejará de sernos lícito repetirlo? El sacerdote es Dios y por esto dice: este es mi cuerpo; y aun es en cierto modo superior a Dios!!! Ya que se cumple en el, según toda la extensión de la palabra el que el mismo Dios le esté sujeto, poniéndose de hecho a su órdenes de un modo semejante á San Pedro, haciendo tales milagros, que no se lee que los hubiera hecho tan prodigiosos, Cristo Señor Nuestro!!!» Mis valedores:

¿Curas paidófilos y cardenales encubridores superiores a Dios? (Dios)

Onanismo mental

Que en medio de la noche y de un bosquecillo de pinos, dije ayer a todos ustedes, se alza un bunker custodiado por militares y vallas metálicas, y que en el intestino grueso del bunker el despreciado padece en sueños aquel tropel de pesadillas que lo cimbran y estrujan, lo acalambran y fuerzan a clamar al cielo implorando el milagro de que acuda en su auxilio el celeste espíritu que su devoción de hijo predilecto del Verbo Encarnado haya merecido. De repente, al conjuro del angustiado, en la evanescente región de las pesadillas se produjo el portento: arropado en capullo de vivas llamas, entre acezantes hocicos de lumbre y apestoso a azufre casi tanto como el convocador, el espíritu de ultratumba que el dormido merece ascendió hasta el cubil del desdeñada «Quién osa llamarme..?»

Tufos, tizne, pestilencias. Manos chorreantes de sangre. Sangre inocente. Díaz Hordas el espíritu merecido del feo durmiente. ¿Quién osa mentarlo en sus pesadillas..?

Ráfagas callejeras de metralleta; retumbar de bombazos, incendios, granadas de dispersión, apagados gritos, órdenes, retemblar de disparos, santo y seña de la ciudad. Rápido, a recoger los descuartizados, ¿esta vez cuántos..?

«Milagro. ¿Es usted mi patrón? Yo creí que era Felipe de Jesús.»

‘Yo, sí, el masacrador, perito en odios multitudinarios. Yo, que tras de la carnicería viví -si aquello fue vivir- apestado, execrado, canceroso (porque al que obra mal se le pudre el seculorum). Éste que ahora soy viene en tu auxilio. Levántate y anda».

«¿A dónde, patrón, si se puede saber?»

«A dónde ha de ser, a agasajarte con lo que hasta ahora y por falta de méritos no haz conocido. Vamos a donde escuches el son deleitoso de los aplausos, las ovaciones, las aclamaciones. Levántate».
El durmiente se remueve. Una babilla le escurre por unos labios de este grosor. «¿Aplausos a mí? Usted bromea, mi señor. ¿A mí, aplausos? ¿Aclamaciones a mi persona? Tendría que escucharlos de un disco, detrás de vallas de acero y ante un panorama de lomos y nalgas verde olivo que me traen de huelevientos».

«Hombre de poca fe, toma mi mano». (Hasta aquí, hasta el bunker, como amortiguados gritos de parturienta, un aullar de sirenas de ambulancia en contrapunto con las sirenas de los vehículos policiales. En los bandazos del viento, tufos de sangre. Fresca, recién derramada) «Afiánzate en mi mano».
«Se resbala, señor. ¿Se la untó con aceite de cártamo? Huelen a…»

Y ahí fue. En sueños, el malquerido fue transportado por el Mefistófeles cimarrón a través del éter hasta la ceja de alguna barranca umbría repechada entre roquedales. Ahí Fausto y su Mefistófeles de pacotilla hicieron pie. «Los lugareños la nombran Barranca del Eco. Es aquí donde yo, en vida -vida es un decir-, después del destazadero venía a consolarme sólito, que fue mi onanismo mental. Pon atención».

Y acercándose al filo de la barranca, Díaz Hordas toma aire y se echa a aplaudir mientras ulula a todo vuelo de voz: «¡Viva Díaz Hordaaas!

La Barranca del Eco, entre lúgubres desgarramientos: «¡íva-íaz-ordaas!» Y aquellos aplausos, ecos de aplausos, ecos de ecos. «¿Ves qué fácil? Anda, hazte ovacionar de gratis para que sientas lo que son los aplausos».

Y vamonos, que a la tentación de las ovaciones y en la medianía de una pesadilla que se coloreó en tono rosa (rosa mexicano), el hombrecillo del bunker se acerca a la ceja de la barranca, enarca la ceja derecha (la suya propia, no la de la barranca), y entonces se suelta aplaudiendo que hagan de cuenta que está viendo a Obama y al propio tiempo se pone a gritar, aguda voz, estridente: «¡Amigs, amigs, viva el se-ñr president.!»

Y el batir de las palmas. «¡Viva el president de ls mans limpiaaas..!»

Se detiene. Aguza la oreja Nada «Ni para eso te alcanza la voz. A ver, inténtalo otra vez, ¡pero con hovos y sin tragarte el final de cada vocablo!»

El susodicho toma aire otra vez. Un nuevo intento, desconfiadón: «¡Viva el presidente del empleooo..!» Y sí esta vez. Raudo, el eco. La peña viva, los peñascales, al «viva el presidente del empleo» todo el mundo mineral le retachó, a pulmón de roca, el pregón: «¡Viva López Obradooorr

Y válgame, qué claridad, cuánta contundencia Un último intento, a la desesperada «¡Viva el presidente con el mejor equipo económico del mundooo!» La barranca «¡Que viva el Peje, y tú vete muuu-cho aaaaa.!» (Aaah…)

Las yeguas de la noche

Así nombra el idioma inglés, frase expresiva, a las pesadillas, esas yeguas de la noche que, desbocadas, atropellan a algunos de conciencia en rescoldo. Al protagonista de la presente fabulilla, sin ir más lejos.

Es noche cerrada en cierta ciudad de embeleco a la hora en que se inicia el horror. Bajo la negritud del firmamento el caserío se tiende como arpillera en el pellejo de un valle parduzco. Aquí la zona residencial, minúscula pero ostentosa, que habitan los del negocio de la política y de la política del negocio. A conveniente distancia, el barrio de las clase medias y las medias bajas o de plano ya sin medias (los chicotazos de la crisis). Allá, en la entrepierna del yermo y la agrura del basural, donde no enchinchen, los arrabales del pobrerío. Vean, apiñadas aquí y allá desparramadas, las villas miseria y las favelas, los muladares y las barriadas que evacua nuestro mundo neolíberal-democrático. Allá, muy arriba, un firmamento grifo de luceros. Presidiéndolo todo, fría, hermosa y distante como tú, mujer, la luna.

Silencio. La ciudad duerme el sueño de los justos; de los justos que no padezcan de insomnio. Pues sí, pero no, que hay de sueños a sueños. Encuevado en el pétreo corazón del bosquecillo de pinos se alza ese bunker monumental, y atejonado en el bunker del bunker se rebulle en sueños un individuo, se agita bañado en sudor, zarandeado a cuartazos de pesadillas. Entre fruncimientos de ceño(s), los labios del hombre farfullan retazos de sílabas y agargajados estertores que lo estremecen, le humedecen el rostro y lo fuerzan a arquear hasta el máximo la ceja derecha. Espeluznante.

¿La causa de que las yeguas de la noche pataleen al durmiente? La debilidad, la impericia y una desbozalada corrupción que embija de lodo biológico todo el organismo gubernamental que el durmiente preside, organismo enfermo que enriquece a unos pocos ricos cada vez más ricos y empobrece a los muchos, cuya exasperación hace brotar salpullido de focos rojos en el rostro de la ciudad, que la mantienen al filo del estallido. Tétrico.

El durmiente se siente aborrecido por todos. ¡Hasta por sus enemigos! Y sí, todos lo detestan, y con toda razón, que sólo aborrecimiento se ha logrado granjear, y es así como odio, desprecio, desencanto y rencor repercuten en los sueños nocturnos del hombre del bunker. Y esta noche carga encima toda la repulsa, todo el rencor de un fregadaje al que sañudamente ha castigado hasta el límite. Y entonces, en la pesadilla, esa tronante voz del Angel de la muerte

«¡Alto, impostor! ¡Alto a tu impericia e insensibilidad social! Tú, aprendiz de brujo político, cuida de no continuar despertando la mala voluntad de tus víctimas. Mira que no todo el tiempo has de tener el apoyo de tu vecino del norte. ¡Duerme con un ojo abierto, aunque sea de la cara!»
Ándale, ¿catastrofista tú también? Rehuyéndose, el angustiado intenta conjurar la visión. «Santo Dios, ven en auxilio de tu
siervo, católico y apostólico del Verbo Encarnado».

Espada flamígera, el Angel: «Dos o tres te alaban. De carismático mesías no te bajan. Y tú, insensato, que te la crees. ¿No miras que al tanto más cuanto te queman incienso?»

«Santo señor Dios de los ejércitos, comenzando con los de mi guarnición personal: mira que por tu amor estoy volviendo beato un Estado laico. Manda en mi auxilio a alguno de tus ángeles, a algún querubín. Mándamelo, Señor, ¡mándame al espíritu que yo merezca a tus ojos!»

Y horror, que en lo más profundo de un hondón de llamas vivas se agita y revuelve ese perito en odios multitudinarios que el durmiente merece: «¿Quién me ha invocado? ¿Qué quiere de mí, el despreciado de los mortales?»

¡Díaz Hordas, claro! Al conjuro del nombre, el de la pesadilla clama, acalambrado, desde el mero cogollo de la esperanza:

«Díaz Hordas bendito, santo señor de los aborrecidos, patrono de los abominados, ven en mi auxilio, libérame de esta plaga de catastrofistas.
Los del bajo vientre se le acalambran. Retortijones. Aires. «Tú que supiste del odio popular; tú que en vida y muerte padeces la repulsa general. Tú que para todos serás el maligno per secula seculorum, y que de eso tuviste que morir, de maligna dolencia en el seculorum. Díaz Hordas, libérame…»

Silencio. Luego un aullar de bestias montaraces, y ese relámpago en seco. Ave María. Y entonces ahí, en el intestino grueso del bunker, el milagro. En sueños, pero milagro. (El tal mañana.)

Fulgores de aurora boreal

El día según esto del amor y la amistad, mis valedores. Mañana es la fecha que a la advocación de tan nobles sentimientos ha impuesto el comercio para forzar el bolsillo de sus dóciles marchantes a la compraventa y el toma-y-daca del consumismo. No merece tal fecha los fulgores de amor que aquí les ofrezco cada año, que para las masas decir amor y amistad es declararlo con el regalo en la diestra Tal vez aquellos de ustedes que habitan en ese estado de gracia que es el amor resulten mejor gratificados si a la chuchería añaden el lirismo de estos poemas en prosa, espejo y flor de la literatura oriental, que fue capaz de trovar las ternezas, la pasión y el ardoroso erotismo de El Cantar de los Cantares, con un amador que así exalta la belleza de la amantísima

«Iréme al monte de la mirra, y al collado del incienso (…) Nardo y azafrán, caña aromática y canela, mirra y áloes, fuente de huertos, pozo de aguas vivas». Sublime. Mis valedores…

Aquí entrego a ustedes estos a modo de fulgorcillos de aurora boreal, y ello con ánimo de que a su hora los digan a la única; quedo, de boca a oído, de boca a boca, a sangre, a entraña, a espíritu. Aquí los «siempre, siempre» y los «nunca, nunca», del amor que se enciende, fulgura y, si no se le aviva cada día, termina por erosionarnos el corazón con su llovizna de cenizas. Ah, si a la que aman la conmoviesen como la caja envuelta para regalo y el sello transnacional. En fin, aquí, de la abundancia del corazón, habla el poema:

«Maldije la lluvia que crepitaba sobre mi techo, impidiéndome dormir. Maldije el viento que sacudía mi jardín. Pero llegaste tú, y entonces di gracias a la lluvia, porque has tenido que quitarte tus ropas mojadas, y di gracias al viento, que apagó mi lámpara…»

«Habíamos agotado las palabras de amor. Callamos entonces, y al igual del silencio que se establece entre dos ejércitos que han de librar batalla, hubo un silencio profundo entre nosotros. Y libré la batalla de amor. El ruido de los sables estaba en nuestros besos. Los suspiros de los heridos en nuestros estertores. La algarabía de los carros de guerra estaba en las arterias…

Y te conservé, contra mí, como un estandarte destrozado…»

«Recuerdo esa mañana de Damasco y el silencio del jardín donde tú te adormías. La sombra de tu cuello era azul. Tus senos subían y bajaban con ritmo de fuente. Tus brazos, en abandono, eran dos arroyos de plata en la hierba; las mariposas se posaban sobre tus uñas, tomando-las por rosas. ¿Contemplaría mi padre, en ese instante, vírgenes más bellas en los jardines del Paraíso? Me extendí a tu lado, como un mendigo a la vera de una mezquita…»

«Aquella noche nevaba sobre el jardín. Yo tenía frío y tú no lo advertiste. Contemplabas los grandes árboles bajo los que antaño te esperé tantas veces. Toda aquella nieve caía sobre nuestro pasado…»

«¿Aquella promesa que me hiciste, ayer tarde, bajo la acacia en flor? ¿Dónde está el rocío que empapaba las flores de la acacia?»

«Dejaste caer en el polvo el tulipán rojo que yo te había dado. Lo recogí. Era blanco ya En aquel breve instante había nevado sobre nuestro amor…»

‘Yo había suspendido en su puerta una guirnalda de flores de manzano, haciendo exhalar a mi laúd un canto de amor. Al otro día la encontré. Unos claveles rojos que crecen en el jardín de mi vecino adornaban su traje. Me encerré en mi morada rompí mi laúd. Lloré…»

«Sus manos. La mañana de nuestro primer encuentro fue la mano derecha de mi bienamada la que me envió en gracioso saludo su corazón y sus labios. La tarde de nuestro primer encuentro fue la mano izquierda de la bienamada la que abrió su túnica para que mis besos se posaran sobre sus senos. Así, y por todo lo que les debo todavía, cantaré a las manos de mi bienamada… ¡Dolor, oh dolor! ¿Por qué despiertas? Mi bienamada partió, y cómo recordar algo más que sus dos manos sobre sus ojos en lágrimas…»

«Cuando el navio en que yo partía se alejaba de la ribera oí una canción de una dulzura desgarradora El mar tenía ya mil pies de profundidad, pero los sentimientos amistosos que te impulsaron a cantar para mí, oh amigo, ¡eran aún más profundos..!»

«Una canción a lo lejos… Es un mendigo. Puesto que este viejo, que nunca ha poseído nada, canta, ¿por qué Iloras tú, que posees tan hermosos recuerdos?»

De ti, amadísima ausente. Y uno aquí, aniquilándose (Amor.)

¿Paidofilia en el aula escolar?

El libro de texto gratuito, mis valedores. Fue un día como hoy, pero de hace 50 años, cuando Adolfo López Mateos, por aquel entonces presidente del país, emitió el decreto que iba a dar vida a una de las estrategias más positivas en materia educativa, dirigida a los alumnos de nivel preescolar, primaria y secundaria El libro gratuito benefició al propio tiempo, contra los altos precios del mercado, la economía familiar. Al día de hoy se han editado más de 5 mil millones de estos libros de texto. Espléndido.

Sí, pero no para todos. No para el poder económico, no para ese clero católico que aún hoy, en un estado laico como es el nuestro, sigue violando los derechos fundamentales del niño en lo que atañe a la educación científica con una educación dogmática basada en la religión, el milagro, el pensamiento mágico. Religión en el templo y el hogar. En el aula, matemáticas. Y ya.

Pues sí, pero… La jerarquía católica inicia una campaña para que el gobierno federal acepte introducir educación religiosa en las escuelas públicas. La Unión Nacional de Padres de Familia exige modificar el 38. Constitucional para que se reconozca el derecho de los padres a educar a sus hijos.

Una trampa verbal, porque a ver: ¿tienen los padres derecho a matar a sus hijos a punta de golpes? ¿A darles a comer hongos envenenados? ¿A educarlos según el criterio medieval del cura párroco, que así quiere aprovechar (que así aprovecha, en la práctica) su ascendiente sobre la grey católica? ¿Y entonces esos derechos del niño que proclama la Declaración Universal? De los tantísimos ataques que el libro de texto ha resistido hasta hoy, aquí el libelo que de forma anónima circuló hace tiempo en esta ciudad:

«Mamita, ¿no te enojas? Yo quisiera decirte: – no quiero ir a la escuela; no quiero ya estudiar. – ¿Por qué?…No sé qué pasa Las cosas que me enseñan, – el profe que tenemos, los libros que nos dan… – Y es que., (tú ya lo sabes)… no sé cómo decirlo – las cosas de la escuela yo creo que están muy mal..

Nos dicen, por ejemplo, que las revoluciones – en las que mueren tantos y roban a cuál más, – son siempre provechosas, que dan más libertades, – que buscan la justicia, que la «fraternidad». – Y de los guerrilleros, nos dicen que son buenos, – que son «libertadores», que ven por los demás… – Por eso, mamacita, quisiera preguntarte: – ¿Es bueno ser ratero? ¿Es bueno secuestrar?

El libro nos enseña la foto de un chinito, – que dizque fue un gran héroe, allá por el Viet Nam, – que «liberó» a su pueblo… mamita, te pregunto: – ¿Son buenos los traidores? ¿Es bueno asesinar..? -Que China es un ejemplo; que Castro es bondadoso; – que Cuba, un paraíso, que en Rusia hay libertad – ¡Que todos son iguales..! Mamita, te pregunto: – ¿son buenas las mentiras? ¿Se puede así engañar? Mamita, ¿no te enojas? Quisiera yo decirte: ¡No quiero ir a la escuela! ¡No quiero ya estudiar..!

Las cosas de la vida, las cosas del Amor, – que crecen con nosotros en nuestra pubertad, – las cosas que son buenas, las cosas que son santas, – que tú misma dijiste debemos de cuidar, – que son como una flor que se* abre cual capullo. – Y que después de un tiempo un fruto nos dará.

– Y que por eso mismo, para que no marchite, – con un pudor sagrado debemos de cuidar…De esas cosas, mamita, nos dicen en la escuela, -conceptos tan extraños que hasta vergüenza dan.- Tú misma me dijiste que nuestro cuerpecito – es un caballo brioso que quiere relinchar, – pero como un jinete, yo puedo dominarlo – si pongo’ gran empeño, si pongo voluntad. – También tú me enseñaste que debo de guardarme, – que mi alma es un tesoro, que debo entregar – el día que yo me case, y mientras, con modestia – con alma alegre y pura, guardar la castidad. – Que el cuerpo es bueno, es santo; que no debo mancharle,

– que si me estimo en algo, lo debo respetar.

– Y sin embargo, mami, el texto nos enseña -¡que las masturbaciones son algo natural!

Mamita, ¿no te enojas? Quisiera ya decirte: – no quiero ir a la escuela, no quiero ya estudiar. – Nos dice nuestro libro que todo cuanto existe, – que todo fue formado por vil casualidad, – que no hay un Ser Supremo, que el mundo se hizo solo, – que no hay Orden Perfecto, que no hay Eterno Plan. -¿Es cierto, mamacita, que de hoy en adelante, – los niños en el mundo tan huérfanos están? – ¿Es cierto que los niños, al terminar el día – se tienen que ir solitos y sin poder rezar? – ¿Es cierto que no existe mi Ángel de la Guarda, – que cuida con ternura mi sueño angelical? – Mamita ¿no te enojas? Quisiera yo decirte: – ¡No quiero ir a la escuela! ¡No quiero ya estudiar!»

¿Y a la hoguera el libro de texto gratuito? Ah curas, ah Felipe de Jesús. (Ah, México.)

El club de la aureola

«Los Legionarios de Cristo inician una fuerte campaña para impulsar la beatificación de Mamá Maurita, la madre de Marcial Maciel. Tiene una pagina web donde se publica su oración, se invita a presentar nuevos milagros y se anexa una cuenta bancaría para depositar «a la causa…» (Milenio.)

¿Ustedes, mis valedores, ya se apresuraron a depositar una parte de su gasto semanal para que Ratzinger beatifique a la santa madre del ya casi beato padre (de familia) Marcial Maciel? Yo, renuente a aportar mi ración de dineros para la compra de aureolas, sí estoy dispuesto a jugarme el gasto del día de mañana en una apuesta levemente escalofriante: ¿cuál de esos dos será el que se encarame primero a los altares, la santa Madre Maurita o su hijo el berriondo padre de hijos naturales, paidófilo bisexual y fundador de los Legionarios de Cristo, manga de beneméritos cercanos al apostolado de Norberto Rivera, cardenal de la iglesia católica? ¿Cuál es su gallo para la primera aureola? Se reciben apuestas.

¿Difícil que un garañón de sotana como Maciel consiga la beatitud? No lo es, si es que Ratzinger prolonga la política de Karol Wojtyla, aquel «amigo» de México que hizo chuza de hasta 34 asesinos y torturadores cristeros a los que enjaretó la etiqueta de mártires. Y qué tufaradas de azufre exhala tan sospechosa arribazón de fanáticos al «club de la aureola». Y es que por estos días la santidad se abarata, se cosecha al por mayor y se nos torna pandemia Por santos no vamos a parar, que ahora se ensamblan a escala industrial. Santos tenemos, y beatos, para dar y prestar. ¿Los requisitos para la beatitud? Un currículo sucio. Sin más.

Y si no, mis valedores: ¿no consiguió patente de santo un personaje como José María De (este «De» se lo enjaretó a capricho) Escrivá, fundador de ese Opus Dei, que entre otros seráficos menesteres y al parejo de la CÍA ejecuta sañuda campaña contra Hugo Chávez, allá en Venezuela? Ese santo Escrivá pudo afirmar, como Don Juan Tenorio, «que a donde quiera que voy – va el escándalo conmigo». Edificante. ¿Que el susodicho tiene fama de déspota e iracundo, de franquista y dueño de riqueza inexplicable? Trépesele a los altares. ¿Que quien osó beatificarlo fue un pontífice reaccionario, socio de los Reagan, Tatcher y Lech Walesa, el polaco? ¿Que nos resultó, por añadidura, protector del padrillo padre Maciel? También de él mídese la beatificación. Fast-track, como decimos los gringos de segunda. Laus Deo.

Es así, mis valedores, como Juan Pablo II ya suelta un tufillo de beato junto con Escrivá, el toro padre Maciel y su santa Mamá Maurita, Dios. ¿O qué, iban a ser desperdicio los ríos de dinero que a manera de sobornos los legionarios han evacuado en las arcas de El Vaticano por aquello de que ya alucinan con el insaciable padrecito Maciel trepado en su niño de ermitas, capillas, templos, basílicas y catedrales? (Trepado en su nicho, quise escribir; travesuras del inconsciente. Vale) Aquí, de la cauda de detractores que forran de descalificaciones al santo franquista:

«Los opositores a la canonización de Escrivá denunciaron otros pecados del fundador del Opus Dei, aparte de la acumulación de riqueza, como aquella de que «El Opus Dei es peor que una secta, son mercaderes del evangelio, que destrozan vidas humanas…»

Pero ha sido beatificado, y Maciel, su Mamá Maurita y Juan Pablo II en esa agencias andan. ¿Lech Walesa también? Y, mis valedores, a esto quería yo llegar; a los métodos burocráticos que advierto en el criterio vaticano frente a la santificación de aspirantes, y lo ejemplifico con un santo mexicano al que hasta hoy nada me ligaba más allá de una perfecta indiferencia y por el que ahora siento una recóndita compasión; y no es para menos: Felipe de Jesús lo acaba de declarar públicamente su «patrón». Sí, al protomártir mexicano, San Felipe de Jesús. Escrivá murió de viejo, en su cama, y en lustros fue canonizado. Felipe de Jesús fue martirizado junto con sus compañeros de evangelización allá en tierras niponas:

«Cada uno fue sujetado a una cruz con argollas y cuerdas; dos de aquéllas se colocaron en las muñecas, otras tantas en los pies y una en el cuello. Felipe de Jesús fue el primer crucificado: alanceado en tres partes, dos por los costados y una por el pecho, murió murmurando el nombre de Jesús».

A diferencia de Escrivá, fue canonizado 265 años después de su muerte. Todo esto encierra su muy buena moraleja, ¿pero cuál? (Sigo mañana)

Místico y futbolista

La picaresca política, mis valedores. El esperpento. De qué desfiguros no serán capaces los aspirantes a puestos de elección popular cuando, sin miedo al ridículo y por capturar marchantes, se arrojan a las maniobras más esperpénticas, desde ponerse a bolear zapatos como lo hizo Zedillo, hasta enarbolar, como lo hizo el segundo marido de la Sahagún (cura Hidalgo de pacotilla), el estandarte de la guadalupana Vergüenza ajena Vergüenza propia, más exactamente, porque bien lo afirman los entendidos en la ciencia política: de todo lo bueno y todo lo malo que ocurre en un país el responsable directo es el paisanaje.

De vergüenza y ridículo hablamos, y bajo tal signo actuó cuando candidato el hoy todavía presidente del país. ¿Se acuerdan ustedes de su estrategia para atraerse a los pobres de espíritu? El mismo que hoy, frente una crisis descomunal, remeda el optimismo del esperpento de San Cristóbal, en un momento de su campaña política se embrocó una camiseta de futbolista y unos calzones guangoches que le sentaron como aretes a acémila, y ándenle, que se avienta a remedar el clásico pasecito a la red; y fue entonces; por culpa de esa manipuladora de masas que es el duopolio de la televisión hoy tan rejego y ensoberbecido, el futbolista de mentirijillas metamorfoseó a los mexicanos (no a mí) en una Perra Brava a escala nacional. Esperpéntico.

Esto ocurrió en abril de hace tres años, cuando al candidato del Neo-PAN y hoy presidente de la patada de repente le prendió la ventolera de pelotear el esférico para la Perra Brava nacional. Metió varios goles en la puerta contraria, que los goles en la propia puerta los reservaba, junto con caballazos, calcetinazos y punterazos al pasto, para cuando trajera terciada la banda presidencial. Qué tiempos.

Recuerdo que yo, ligeramente indispuesto ante los desfiguros peloteros de Calderón (soy débil de estómago ante estímulos de esa ralea) un día de aquellos mandé un atento recado al futbolista chambón Hoy, clausurado el Sexto Encuentro Mundial para las Familias perpetrado (sé lo que digo) hace algunas semanas, donde el presidente de un Estado laico se confesó ahijado de San Felipe de Jesús, y que sus hijos (los de Felipe el vivo, que Felipe el muerto no los tenía) están siendo educados por las reverendas monjas del Verbo Encarnado; hoy, ante la revelación de la doble vida del padrecito Marcial Maciel, que todos conocíamos de paidófilo, pero no de bisexual ni de amante de féminas ni de padrecito de familia; hoy mi recado de ayer cobra renovada actualidad. Juzguen ustedes.

(Eran como a las 8 de la noche. El padre me dijo que me quedara y tuve relaciones sexuales con él. Me llevó a su recámara, me quitó el pantalón y él empezó a quitarse toda su ropa hasta que se quedó todo desnudo y yo sólo con mi camisa, y me obligó a que mi pene se lo metiera a él en la cola. El se ponía enfrente de mí y se agachaba y yo parado atrás de él y después así era como yo le metía mi pene y él se movía para adelante y para atrás…)

Señor Felipe de Jesús: ¿acostumbra en su dieta el garbanzo, el centeno, la coliflor? ¿Es adicto a los lácteos, las habas, las harinas refinadas? ¿O semejante cargazón, ese alboroto de efervescencias que como candidato presidencial me lo traen inflado, son efecto directo de los frijoles con epazote? Y no parece, señor, sino que esas fumarolas se le treparon a la cabeza, fenómeno que nada me iba a extrañar, y al contrario: así me podría explicar que de repente usted se nos haya puesto a arrojar por boca y nariz sus pestilencias en pleno rostro de los adversarios políticos, a los que por boca de ganso (Antonio Sola, español) acusa de ser «un peligro para México«. ¿Ese peligro no es usted mismo, si de chiripada llegase a la presidencia.?

Porque, señor Calderón, no me imagino que esa repentina hinchazón de su personita y esa retreta de flatulencias (humo y fétidos regüeldos) se deban tan sólo al agradecimiento de los medios de condicionamiento de masas por el regalo panista de esa nefasta «Ley Televisa«, que así me lo están infla que te infla en las «encuestas de opinión» hasta que (tal es el peligro) vayan a terminar reventándolo…

Pero no, mi señor; un discreto ejercicio de autocrítica puede llevarlo a la certidumbre: gases más, fumarolas menos, la condición de usted es la de un mediano total e irredento, como lo certifican biografía personal, historial político, una carencia total de carisma y semejante rostro fofo, mofletudo y ovachón como la totalidad de su físico. Y con su anuencia sigo mañana (¿Vale?)

Terrorismo visual

Televisa y TV Azteca, mis valedores. Con la actual «crisis de los spots» miro al duopolio exhibir al gobierno como lo que es, débil y medroso ante el poder del cinescopio. Examino reflexiones de estudiosos que analizan el papel de la TV en la alineación y manipulación de las masas y sí, negativa al ciento por ciento es la crítica del ciento por ciento de los analistas del fenómeno social.

Pero no, un momento; ¿al ciento por ciento, dije? No, que uno de ellos, articulista del matutino, todavía hace algunos ayeres se deshacía en odas (no odas, loas) ¡a Televisa! Yo, conforme lo iba leyendo, con dificultad soportaba la repugnancia ¿Habrá entre ustedes alguno que esté de acuerdo con el admirador de Televisa? Con tan desastrosa sintaxis, sus reflexiones:

«Observo con cierta extrañeza no exenta de curiosidad cómo algunos colegas arremeten despiadadamente contra la empresa Televisa Hombre de cierta edad con años en estos menesteres del periodismo estudiado, leído y releído las críticas y, por más vueltas no hallo un fundamento real que justifique tantas culpas como se le atribuye a esta noble empresa El firmante lleva decenas de años viendo televisión y ha captado cómo, este modelo, sí, he dicho este modelo, de empresa, ha ido escalando puestos ejemplificando con una línea que roza la perfección una organización excelente, un indudable acierto en la selección de sus participantes y sensata disciplina, madre de los éxitos en cualquier entidad que se precie de competente y seria

Con el impactante nacimiento de Eco un maratónico programa concienzudamente estudiado, magníficamente distribuido y fielmente desarrollado que impactó al mundo (…) el conjunto de esta gran empresa (…) ha merecido el calificativo de sobresaliente. Es más, ha supuesto para México un orgullo que cualquier mente sensata ha de reconocer como tal. Estos intelectualoides deben saber que una inmensa mayoría del pueblo mexicano está formado por gente sin preparación cuyo solaz esparcimiento (sic) degustan con algo que entiendan y nada mejor para ello que esas telenovelas con variedad de temas para todos los gustos que promueven su deleite. Además, estas telenovelas, algunas, son verdaderas obras de arte que aun en contra de recalcitrantes opositores han mantenido su categoría de estupendas.

Esto tantas veces confirmado por intelectuales de verdad y gente de refinado gusto que, separando un tiempo del que dedican a Beethoven y Shakespeare, se recrean extasiados en la pequeña pantalla apreciando complacidos la insuperable actuación de una María Rubio. ¿Verdad que sí? ¿Se debe seguir criticando a una empresa que ha contribuido tan directamente al engrandecimiento de su patria? Sí, dicho así, de su patria Hay muchas formas de hacer patria al margen de cuanto supone alardes malabaristas de demagogia Hagamos un recuento y seamos honestos. Agradezcamos sin pleitesías y sin actos de sometimiento los favores que nos ayudan a todos, Hoy, Televisa es causante a través de su comunicación que el glorioso nombre de México, timbre de orgullo para todos los que vivimos en este país, suene en todo el continente de América parte de Europa y Norte de África Más o menos en todo el mundo. No es mala consecución, ¿verdad?

Con información veraz, valiente, auténtica y fielmente descriptiva las programaciones informativas han cubierto siempre los deseos del teleespectador (…) Eso se llama ambición empresarial, cualidad legítima que ennoblece al que la practica y beneficia a sus colaboradores y al ingente (¡!) de lectores visuales que se recrean con sus enseñanzas. Esa creatividad ha dado últimamente como resultado, Eco, ¡Casi na! Pronunciado en andaluz. Y al frente de Eco designaron a un monstruo de reconocimiento mundial don Jacobo Zabludovsky. Otra vez ¡Casi na! Y ya han aparecido los que le encuentran defectos a Eco. Cómo no. El protagonismo y la notoriedad brotan como los cangrejos en las playas al calor del sol: nada más que este sol que alumbra a Televisa calienta y permanece para hacer verano duradero en todo lo que pretende el simpar (sic) consorcio. Nuestra felicitación, ¿a quién? A los vértices centrales de Televisa señores Alemán y Azcárraga o, Azcárraga y Alemán, tanto monta monta tanto, y sugerirles seguir por el sendero marcado sin rebajar un ápice en el entusiasmo y la norma de trabajo que, heredaron de sus mentores, figuras ilustres que han dejado envidiable estela como muestra imitativa de un brillante hacer para el bien de nuestra nación».

Tal dijo con esa sintaxis y siguió tan campante. (Agh.)

Se cumple esa oscura amenaza

Fue en el 2005 cuando envié a la señora este recado que reviste, a mi juicio, renovada actualidad porque empieza a ocurrir lo que tanto temía:

Ella, la cautivadora, como a Ulises-Odiseo la sirena del mito, ya comienza a cantarme. A lo lejos. Yo, como el héroe, con cera me tapono los oídos. Ella tiende sus redes. De carnada me apronta una imagen si no hermosa, sí hermoseada, relujada con primor. Yo, cerrando los ojos la dejo pasar; a ella que a la distancia me sonríe, me camela, guíñame un ojo. A ella, la maga Circe que se me quedó en la foto. Y no más. Mis valedores…

Miro su foto en el diario; la observo hasta bizquear. En ella advierto la imagen de una sirena más bien madura, rostro no bello, pero hermoso en lo enérgico de sus rasgos, en la apostura de su continente, en su presencia y en lo que el rostro evidencia del carácter de la mujer: firmeza, audacia, decisión, la pura mesura, la ponderación. Pues sí, pero no, que es mujer casada y, por lo que sé, de muy firme moral personal y arraigadas creencias religiosas. Como sea, tal parece que anda en agencias de ganarse mi voluntad, algo que no ha de lograr, de eso estoy muy seguro. Desconfío. Arisco, sí, por supuesto. Por ella misma conozco parte de su currículo, salpimentado de cualidades morales como mujer, hija, compañera de varón. Que ha logrado integrar una muy unida familia; que ambiciosa no es y que de modesta se precia, y de muy firme en amores y convicciones. La mujer fuerte de la parábola, pues…

Pues sí, pero no, que mi voluntad nunca va a conquistarla No a este perro viejo en el oficio de seducir y ser seducido. Digo entre mí: «Eso que me dice se lo dice a tantos». Y en lugar de que me le brinde, me le blindo y me parapeto frente a las artes de matrona seductora que se exhibe ante las niñas, ellas tan candidas (las de mis ojos). Al influjo de sus cantos de sirena me hice atar al palo mayor y, como ocurrió con Ulises-Odiseo la cera lacera mis oídos (de campeche, no cerilla por mi poca higiene), pero me evita el peligro de caer al hechizo de su reclamo musical. Yo, de tenerla enfrente, diría a la señora del cabello luengo, la mirada firme y, al parecer, el carácter roqueño: Señora mía (de su marido, más propiamente): bellas cualidades humanas advierto en usted, ¿pero qué tal si una vez que la declare mi soberana pega el soberano cambiazo? ¿Qué si al respirar los aires de las alturas (gracias a mí y a tantos más que cayeran al hechizo de sus cantos), aflora en usted ese pequeño Mr. Hyde que todos llevamos dentro y que, mal que bien, mantenemos encadenado? Porque usted bien conoce que los de allá arriba son aires enrarecidos, que marean y trastornan y absorben el seso.Señora:

No creo que usted diese ese cambio atroz. La percibo madona de espíritu, que es decir de razón, imaginación, lógica, vida interior, decoro, sensibilidad y la suficiente cultura como para no caer en los excesos de toda arribista Usted perdona mi exceso de suspicacia, ¿verdad? Porque, señora, yo le pregunto: ¿se tantea con la suficiente autocrítica como para no ir a caer en los alardes baratos, carísimos para mí y los demás, de nueva rica? ¿Quién me asegura que ya logrado su intento no perderá cordura y decoro, y entonces aflore en público toda la zafiedad de algunas otras, y la supina ignorancia de todas ellas, y su codicia desbozalada y rampante vulgaridad? ¿Qué tal si ya en pleno deslumbramiento usted también por nunca haber sido, busca, por compensación de no ser, tener? Sus derroches los pagaríamos yo y la multitud de aturdidos que hubiésemos caído en su hechizo. ¿Qué nueva catástrofe va a ocurrir si le brotan, salpullido de la mediocridad, esos instintos rupestres, pedestres, de la arribista, y a lo compulsivo le da por figurar, por atragantarse de protagonismo y alumbrar su figura con todo el fulgor de todas las candilejas, y a mis costillas se rodea de lujos, derroches y toda suerte de alardes de nueva rica? Señora

Tiene padres, tal vez; tiene hijos y toda una familia ¿Caerá en la abyección de atascar de dinero ajeno a toda esa parentela? ¿Dará mi dinero al padre, al hijo, al Espíritu Santo? Y lo catastrófico: ¿intentará heredar el sillón de Los Pinos cuando termine su sexenio de «primera dama», si es que su marido (catástrofes así suelen estallar) llega a la presidencia del país? No. Lo que es por mi voto usted nunca de los nuncas va a caer en el bataclán esperpéntico de «primera dama». Tengo la impresión, señora Margarita Zavala, de que usted vale mucho como para eso. Y ya Mis valedores:

Eso expresé en el 2005. Hoy, protagonismo, limosna juguetera, riñas con alcaldes, viajes de un lujo primermundista que entre tantos financiamos. (Dios.)

Humanísimo

El arte de estar solos consiste en la capacidad de asumir nuestra propia y radical soledad y, al mismo tiempo, sentimos identificados con una persona amada, con los demás, con todo ser viviente…

La soledad esta vez, mis valedores. Pudiese referirme a asuntos de requemante actualidad, como esa maniobra multimillonaria con que Obama intenta evitar más suicidios de desempleados, o el aquelarre de Davos, Suiza, donde Felipe de Jesús fue a turistear con todo y validos que a balidos le hacen segunda en el intento insensato de convencer al mundo de que pese a lo que denuncia a alaridos la realidad objetiva, nuestro país es el mejor de todos los mundos posibles y uno en el que todo producimos en grande, como pozoles aderezados con más de 300 cadáveres. De ello pudiese escribir, pero no…

No, que hoy voy a referirme a la humana soledad, que a tantos afecta a estas horas. Porque, mis valedores: ¿quién que es no es un ente abrumado con el sentimiento de la soledad, esa hija terrible y magnífica de la libertad humana que, a escala de mito, con el fruto del conocimiento se echaron sobre los lomos Eva y Adán para descubrirse dueños, pero también responsables, de sus propios actos? Así, como lo dejó asentado el filósofo existencialista:

«Los humanos estamos irremisiblemente condenados a la libertad».

Terrible y magnífico. Y es que antes de ser sólo éramos fetos, y de recién paridos sólo parte de la naturaleza circundante como lo son el árbol, el gato y los demás irracionales, pero con el uso de razón nos descubrimos ya no integrantes de lo irracional y lo inanimado sino individuos únicos e irrepetibles, y por ello esencial e irremediable solos. Yo, Atlas de pacotilla, cargo una soledad llevadera cuado fue compartida en compañía familiar; pero a la ley de la vida todos se fueron desperdigando con su soledad a otra parte, y yo me descubrí hablándome solo y solo contestándome, y entonces… (En mi soledad me abstraigo en la sinfonía de Bach, Mozart, Beethoven, pero un buen día se congregan mis gentes, y desde aquí donde esto redacto las oigo hablar allá abajo, y esa sinfonía de sonidos humanos opaca con ventaja a Malher y a Carlos Felipe Emmanuel Muy de tarde en tarde, lástima)

La soledad en su laberinto, ese que el mito ubica en lo más profundo de nuestro ser y donde reside el centro sagrado del que fuimos expulsados para nunca volver, como también lo misterioso de la esencia humana y su soledad primigenia (Sí, el laberinto de la soledad, que dijera Paz). Hace algún tiempo, como meter la punta del pie en el agua helada del charco, para redactar mis fabulillas comencé a utilizar la computadora Aislado de amistades y reuniones sociales, me arrimé entonces a la magia que atribuí a los mensajes del correo electrónico (yo, renuente a la metamorfosis de crisálida a gusanillo, me niego a convertirme en uno más de los gringos de segunda que usan los clones del ingles, en este caso los «mails»). Con mi ración de soledad encima lancé a los vientos de la rosa mis correos y me puse a esperar la voz de otros entes solitarios. Ya imaginaba a tantos seres anónimos que, mortificados por el achaque común, se comunicaban conmigo, y compartíamos la carga, y hablando nos aliviábamos. Y sí, de inmediato la variopinta respuesta

Visceral, la del tema político: López Obrador llegó para salvarnos. El Peje López, embustero, manipula acarreados y que el místico Felipe de Jesús cumple sus promesas, y que ese jetoncito es espurio, y que… válgame… Las ofertas de estudio: «Visítenos. Lo esperamos el próximo lunes. Estamos en calle Corrientes, Buenos Aires. Estudie en la mejor academia de la Región de Los Lagos, Canadá Las actividades sociales: que este domingo pase una tarde placentera en el Parque Popular, de Barranquilla, Colombia ¿El renglón económico? Diez, 15 ofrecimientos diarios me ofrecen 10,15 millones de euros, dólares o libras esterlinas. Los Irish News, los Euro PW, los M. Sankoura, desde unas supuestas Europa, Inglaterra y Sudáfrica, me ceden herencias. «Mándenos los datos de su tarjeta de crédito». Suertudo que no fuera Y cómo no serlo, si docena y media diaria de dadivosos desde su lecho de agonizantes me suplican, última voluntad, que me sirva aceptar esos millones de libras esterlinas. Diez, 15 correos diarios. Diez, 15 aborrecimientos, y tomar un ratón que mi rabia convierte en tigre de Bengala, y tíznale, mandar al canaco a los agónicos donantes. A mí confundirme con los pobres (de espíritu). Y más allá del cascajo, más allá del ruiderío…

En mi soledad y en mi correo todo se torna como mi vida ausencias, mutismos, distancia y bloqueo, indiferencia nada (Lástima)