Secuestros y asaltos, pandillas de criminales, carteles del narcotráfico, regazón de cabezas tronchadas en un almacigo de cadáveres descabezados y una organización criminal que genera ingobernabilidad porque dentro de la más abyecta impunidad es ya un Estado dentro del Estado y un poder dentro del poder. Mis valedores: ¿es México, como acusan autoridades de los Estados Unidos, un estado fallido? ¿Es el país de la narcopolítica? ¿Es, junto con Paquistán, un peligro para la seguridad del imperio del norte? ¿Tanto así? Yo, procurando respuestas, acudí al poeta filósofo indio y leí sus reflexiones en torno a la justicia Juzguen ustedes si cuadran a México, nuestro país:
– ¿No es mala una balanza que se inclina una plomada que desvía, un hombre justo e íntegro que se ha transformado en un bribón? Mira, la justicia arrojada de su sitio, se arrastra ante ti. Los altos funcionarios practican el mal; la rectitud se inclina hacia un costado; los jueces roban. Y más aún: aquel que deben prender a un hombre que ha desnaturalizado su palabra en su exactitud, comete él mismo una injusticia a propósito de dicha palabra
Aquel que debe dar aliento, yace sin respiración Aquel que debe aliviar, provoca nuestro jadeo. Aquel que debe repartir justicia, es un ladrón. El que debe alejar la pobreza es el mismo que la origina, a tal punto que la ciudad está sumergida en esa pobreza. Quien debe reprimir el mal, comete él mismo la iniquidad…
Tú eres como una ciudad sin gobernador, como una compañía de soldados sin jefe, como un barco sobre el cual no hay capitán, como una manada que no tiene pastor. Tú eres como un policía que roba, un gobernador que depreda, un jefe de gobierno encargado de reprimir el latrocinio y que se ha convertido en modelo de quienes actúan mal…
Tú has sido colocado en tu puesto para escuchar los pleitos, para juzgar entre las partes, para castigar al bandido, pero no haces más que dar tu apoyo al ladrón Uno deposita en ti su confianza y tú te has convertido en un prevaricador. Tú has sido colocado para servir de dique al miserable; cuida que no se ahogue, ya que eres para él un agua de impetuosa corriente…
No digas mentiras. Mira atentamente a los altos funcionarios: una cesta de frutas basta para corromper a los jueces. Se nutren de las mentiras, por eso su corazón las dice con desenfado…
Mira con tus propios ojos: quien debe repartir justicia es un ladrón; quien debe apaciguar es el mismo que causa aflicción; quien debe allanar las dificultades es el que provoca inquietud. El bellaco menoscaba la justicia; pero cuando se ha colmado la medida no es con trampas que se gana la justicia ni tramposo de prodiga ésta con exceso…
Ladrones, bandidos, saqueadores, he aquí los altos funcionarios que, no obstante, han sido nombrados para reprimir el mal; un lugar de refugio para el violento, eso son los altos funcionarios que, sin embargo, han sido nombrados para reprimir la impostura..
Piedad por la nación que está llena de creencias y vacía de religión.
Piedad por la nación que viste telas que no teje, come el pan que no amasa, y bebe el vino que no fluye de su propio lagar.
Piedad por la nación que aclama al vanidoso como héroe y juzga al oropelesco conquistador como hombre de bien.
Piedad por la nación que en el sueño desprecia el ideal, y en el despertar busca la esclavitud. Piedad por la nación que no levanta su voz sino cuando camina en un funeral, que no se vanagloria más que entre sus ruinas, y que no se rebela sino cuando su cuello ya está entre la cuchilla y la piedra
Piedad por la nación cuyo jefe es un zorro, cuyo filósofo es un impostor, y cuyo arte es el de remendar y remedar. Piedad por la nación que da la bienvenida a su nuevo gobernante con toda pompa, y lo despide a gritos, tan sólo para dar la bienvenida a otro con todos los honores.
Piedad por la nación cuyos sabios están mudos por los años y cuyos hombres fuertes están aún en la cuna Piedad por la nación dividida en fragmentos, y donde cada fragmento se cree a sí mismo una nación
A las acusaciones de los EEUU, contesta Gómez Mont, titular de Gobernación: «Inadmisible que se calcule al Estado mexicano como un riesgo de seguridad. Lo que aquí existe es el absoluto compromiso de todos».
Mis valedores: ¿ustedes a quién le creen? Yo ni a este ni a aquéllos. Yo, sólo a la historia y la realidad objetiva (Y ya)