Sicalíptica

Madrugada de ayer. Yo, en los preparativos de mi cita amorosa, trepé a la azotea y en el tendedero comprobé, para mi desdicha, que el chonchín morado, cocolitos magenta, seguía empapado, y qué hacer. En eso, y sin proponérmelo, observé en la habitación frontera del hotel de junto unas íntimas sedas, un catre rechinador, y encima..

– Ya cálmate, mejor lo dejamos para otro día. Para mejor ocasión.

– No dejes para mañana lo que puedas hoy.

– Pero es que hoy tú no puedes, ni pudiste ayer, ni en estos dos años.

– Oh, tú aguántate tantito. Paciencia, que ya casi, ¿ves?

Revuelta la escasa pelambre, sudor. El varón, cueros vivos, se agitaba en la imposible misión de rendir la plaza y entrar a saco frente a una muralla todavía incólume. Y cómo no, si la ceja bien parada, pero el ariete bien desmadejado. ‘Yo con otras nunca antes había fallado. Tú pónteme lacia, blandita». Fatiga, jadeos, amagos de angustia. «Tú aguántame, nena. ¿Ves? Son los nervios, pero creo que ya mero».

– Es que estoy muy magullada. Este de acá, mira, ya se me acalambró. Y como el tuyo, en lugar de acalambrarse, cada vez más aguado…

– Tranquila, nena, que orita reacciono. Si yo soy pero que mira, yo pa pronto, si hasta esa fama me he creado. Pero lo que es hoy…
Angustia, desesperación, intentos frustrados y aquellos jadeos. «Pero si para mí esto es PAN comido, mis meros moles. Me extraña que orita… A ver, si levantaras esta y te voltearas tantito así, mira, entibada, como si fueras a…»

– Me estás lastimando, Mejor lo dejáramos para otro día

– No me explico. Si yo, te lo juro, si te contara uh, yo la pura efectividad, para qué iba a engañarte. Hasta me decían qué bárbaro. Mira, si te flexionaras así, como dándome de frente para que yo tenga chance de…

Sudores, jadeos, resoplidos, pánico. «Ya me torcí, espérate. Ay, no, ya me entró, sí, pero la urgencia de acomodar estos músculos acalambrados».
– Tú floja de esa rodilla ¿Ves? Relax, relax, tú no me conoces, yo soy pero que todo un gallito de entrada A ver, no le frunzas.

– Ay, bárbaro, qué tallón. Yo así no, mejor párale.

– Eso es lo que quiero -jadeos, estrujones, Kama Sutra forzado, frustrado. A mí la lástima me había anulado la morbosidad. Pobrín del pobre hombre, pensé-. «A ver, así, mira, como si te colocaras en suerte para una intramuscular. Pero no intramuscular en el brazo…»

– Ay, ya estoy molida muerta de cansancio. Mañana u otro día ¿sí?

Vi el rostro del terco galán: desencajado, desmadejado, los ojos brillantes de pánico. «Me extraña si yo soy de los que pas, pas, y pa’ pronto».

– Pues sí, pero ya están cantando los gallos, y ese ladrar de chuchos…

– Yo a esos chuchos ni los veo, ni los oigo, ni los siento. Mira, reinita, necesito más flexibilidad, más apertura, muchas reformas en la maniobra o nomás no funciono. Y luego esa rodilla, la izquierda, que parece que va a cooperar, pero que sigue encajándoseme en el nervio, y así ni cómo inspirarme A ver: ¿has visto en los pinos a la conejita cuando se culimpina así, para luego pegar el brinco? Así, así, no te me descuadres, no te me salgas de la suerte, que voy a enfilarme para el descabello. Tensión, desesperación, impaciencia contenida impotencia que hagan de cuenta delantero mexicano del clásico pasecito a la red: llegue y llegue a la puerta contraria y al tirar a gol, vil cancetinazo. Por cuanto a esa pobre virilidad, moco de guajolote. Pero ándenle, que de repente, desgarrada voz:

– ¡No, Felipe, no, por dónde andas, qué haces, despistado de miércoles!

Yo estiré el pescuezo, pero en eso que apagan la luz. ¿Y ahora? Con desgano pensé en regresar al tendedero, comprobar que mi íntima prenda seguía empapada y enfilar hacia mi habitación, qué remedio. Pero esa morbosidad vouyerista.. Ya el escenario en tinieblas, me embebí en los ruidillos, y mi imaginación se encargaba de traducirlos, y fue entonces: de repente la sota moza se irguió -me imagino- y aquel ardoroso reproche:

– ¡Basta, Felipe. A pura lengua fíjate que no! Llevas dos años con la acción bien aguada, pero en cambio tu lengua, qué bárbaro: millones y millones de «spots» con los que quieres engañar almas candidas haciéndote pasar por estadista ¿Tú, mediocre irredento? Ay, Felipe, Felipillo, cuánto nos sale costando la factura de tus embustes en radio y televisión…

Nada de lo que oía logré entender. ¿Y ustedes? (En fin.)

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