Una medida cruel

– Ya, pues, ni que fuera para tanto. ¿Qué acaso es la primera vez que te doy tu merecido, mujer?

Tal dice Felipillo de Jesús a María, la esposa, mientras acompasa el resuello después de la golpiza que le acaba de propinar. Es la madrugada de domingo, cuando el macho muy macho llegó a su católico hogar todavía a medios chiles, y más crudo que a medios chiles, y más vomitado que crudo, y más rabioso que vomitado, buscando desquitar el malestar físico con su víctima de siempre.

– Yo venía en son de paz, y tú nada de nada con mis chilaquiles, y luego me alzas la voz y te pones a reclamarme.

María arrecia un llanto sofocado mientras se entierra tres dedos en la boca. ¿Tirlangas de lengua? No, sólo un trozo de labio. Nada grave. El llanto, sofrenado porque ahí, las criaturas, nomás observando.

– ¿No oíste? Cállate. Va de por medio mi reputación si las chismosas vecinas te oyen lloriquear. Si no es para tanto. Otras veces has aguantado a pie firme, como aguantan nuestras admirables consortes mexicanas. ¿O será que ya los años comienzan a hacer mella en tu organismo?
Ella se toquetea las zonas afectadas, y lástima, un trozo de arete se desprendió de raíz. Pero no, qué bueno, se trata sólo de un trozo de oreja con los huesecillos de la audición Nada serio.

– Ándale pues. Échate unos puños de agua en la cara y ve preparándome unos chilaquiles para matizar el estómago.

Ella hace esfuerzos por abrir este ojo, el zurdo. Imposible. Trozos de carne tumefacta, pelos en las pestañas, astillas de pinabete de la tranca Las niñas, ¿cuáles niñas, si fueron violadas con el garrote? Se toquetea el bajo vientre. Esa protuberancia, ¿sería algún puntapié? No, que es la criatura, siete meses de gestación. María se alza una media, se limpia la nariz. Y el llanto sofrenado que le producen los golpes del muy católico Felipillo de Jesús: promesas incumplidas, desempleo, inflación, devaluación, empobrecimiento galopante, encarecimiento de los productos de la canasta básica Y qué desencanto le genera la antipática figura de ese embustero que tantas promesas le susurró al oído para a la hora de la verdad robársela sacarla con engaños del hogar y convertir la miel en hieles y las promesas en calamidades. El buen católico y buen mexicano se arrima a su víctima le toca el mentón:

-Ya, mujer, terminemos esta enojosa desavenencia conyugal. Calibremos el incidente en su justa dimensión, sin magnificarlo».

María, ese latido en las sienes, esa borrosa visión. Haciendo borrachitos (trágico contrasentido, ella que lo que más detesta en el mundo son los borrachos) toma esa cazuela, ese pomo de aceite, esas tortillas. Y a prepararle sus chilaquiles a Felipillo de Jesús; el cual, obsequioso, intenta congraciarse con su víctima «Si yo también sufro, no creas. Esta revoltura de tripas no se la deseo ni a mi peor enemigo. Vaya ni al Peje López, imagínate». Quiere hacer sonreír a su víctima ¿pero cómo, si el Felipe es un sangre pesada que tiene de carismático lo que yo de budista zen? María se muerde los labios y de repente se acuclilla, adopta la posición fetal y con el rostro entre los brazos suelta un llanto modulado con todo el desconsuelo de este desconsolado valle de lágrimas guanajuatízado. El golpeador:

– Levántate, mujer, y escucha con atención. ¿Me estás oyendo?

Silencio obstinado. De La Sagrada Familia llega la segunda llamada de misa primera, y Felipillo se la persigna (los reflejos de Pavlov), y luego: «Oye todo lo que hago por ti, para tu bienestar y el de tus hijos y los hijos de tus hijos. ¡Por un tiempito la gasolina ya no te la voy a encarecer! Un leñazo menos, ¿no? No y he decidido que el gas te lo voy a bajar en un 10 por ciento. Te ahorraste ese patadón. Al rato nos vamos a misa para que le des gracias a Dios. Pero éitale, ¿así me lo agradeces? ¡Estoy esperando mis chilaquiles!»

Las malas artes del camandulero, piensa María, y desprecia aún más al tramposo. Te encarezco las subsistencias; estiro la liga al máximo, y ya a punto de romperse te ofrezco frenar la escalada de precios. «No, y ahora el diesel, mujer. El nuevo aumento iba a ser estratosférico, pero yo te lo dejo ir con sólo un 25 por ciento de lo que ibas a pagar por litro. ¿Qué te parece?

Ahí, en el diario que envuelve los tlacoyos, la acusación de los pescadores: «La de Calderón sobre el precio del diesel, una medida cruel«. Este país, el de tan poco pan y PAN demasiado. (Lástima)

Del barrio bravo

La boca me sabe a sangre y los dientes a panteón No, un momento, ninguna bravata. El salobre sabor de la boca es producto de cierto episodio familiar que se produjo la madrugada del domingo anterior en el seno de un matrimonio católico y dentro de un católico hogar, incidente que ahora me dispongo a narrar para todos ustedes. La crónica:

Vecindad de barrio bajo, ya al punto de amanecer. Silencio en la vivienda 34 del segundo piso, junto a los servicios excusados. En este rincón cerca del cielo se ubica el hogar de don Felipe de Jesús y su dignísima esposa doña María, un matrimonio católico que Dios ha bendecido con tres, cuatro chamacos. Pues bien, pues mal, pues pésimo: aconteció que en rayando el alba del domingo de marras, de repente el estrépito: hasta el hogar arribó el católico Felipe de Jesús, más crudo que a medios chiles, y más mareado que crudo, y más rabioso que mareado, buscando pendencia con su católica consorte Y aquella estridencia que trizó el silencio de la madrugada

¡María, con una tiznada dónde estás, que no estás en la cocina, como Dios manda No me vayas a salir con que todavía no
me preparas mis chilaquiles!

Temor y temblor. Haciendo a un lado los calzones -que comenzaba a lavar antes de que las vecinas le ganen el lavadero-, la dicha María se limpió los grumos de detergente y caminó hasta la cocina donde había desembocado el marido, y encarándosele:

– ¡Briago otra vez, desvergonzado! Ya te habrás bebido el gasto de la semana ¿No es así, vicioso de miércoles?

– Ándale, pues yo estaba en que apenas era sábado o domingo. ¿Qué pasó con mis chilaquiles? Necesito que el mundo deje de estar dando vueltas frente a mis ojos. Todo se mueve, se menea y me estalla en mi cabeza..

– ¡Borracho, desvergonzado! Ay, santo Señor de Chalmna, que vivir con un vicioso nomás no es vivir.

– ¿Que qué? ¿Cómo te atreves a levantármela o sea a la voz? ¿Quién crees que eres tú para juzgar mis expansiones como hombre de la casa?
Y ándenle, que ahí, dentro del católico hogar, estalló la contienda verbal: gritos, insultos, reclamaciones, descalificaciones: «Y luego por qué se ve uno en la imperiosa necesidad de trompearlas como Dios manda Ora verás, deslenguada para que aprendas a no faltarle al respeto a tu señor».

Y que va busca y da con el leño, y con el leño da contra la infeliz a la que ha pepenado de los cabellos. Y ándenle, que garrotazos van y rodillazos vienen. Donde caigan. En pleno rostro el pestilente aliento de unas fauces resecas: «¡Yo te voy a enseñar a respetarme como Dios manda.!»

– ¡No, aguarda qué vas a hacer. Tus hijos nos están viendo. ¡Ay, maldito, aborrecido, que en la cara no, Felipito..!

Y ese escándalo, y esas carnes maceradas, y los vocablos envenenados, y esos insultos como sañudos escorpiones, y el estrépito del vidrio que se rompe, y las cacerolas que caen al suelo, y el llanto de las criaturas. «¡Ya papá, suéltela, que nos va a quitar la poca madre que nos ha dejado!»

Ah, los procedimientos de los machos muy machos…

Silencio en el interior del católico hogar. Curiosas, morbosas, las vecinas aguzan la oreja detrás de las puertas, contenida la respiración y entreabierta la boca

– A ver si no le dio un mal golpe que la mande otra vez a Urgencias.

– Fuéramos a inspeccionar el lugar de la refriega

– ¿Estás loca? Chance y hasta con el lugar de la refriega vayas a perder con el palo de ese macho sobrón.

– El narco de la vivienda 28 le prestara a la pobre María su cuernos de chivo, para que de una vez le quitara lo broncudo al carbón.
En la vivienda 34, silencio. Luego un llanto de criaturas. El silencio, una vez más. En La Sagrada Familia las primeras campanas de la misa primera Mis valedores: ¿lo miran ustedes? Ahí, a medio cuarto, el Felipe de Jesús ha bajado la guardia (la tranca, más bien); mientras intenta acompasar el resuello observa a la mujer que boquea y avienta sangraza por boca y nariz, desgarrado el refajo y con hematomas en brazos y pechos. Los chamacos mirando, nomás mirando. Ahí, abatido el garrote, habló el vencedor:

– Bueno, ya no la hagas de fumarola Como si fuera la primera vez…

María arrecia el llanto contenido. (Y esto sigue mañana)

Felipillo santo

Al Sexto Encuentro Mundial de las Familias aludí ayer aquí mismo, y que a la inauguración asistió el presidente de un Estado laico que al recibir la banda presidencial juró cumplir y hacer cumplir nuestra Carta Fundamental, y en el Encuentro de marras se aplicó a exaltar a las hermanas del Verbo Encarnado. En su discurso inaugural, el de Los Pinos se dirigió a la concurrencia con las siguientes palabras:

– También, y no puedo omitir el comercial, bienvenidos a la tierra del primer santo mexicano, que es además mi patrono, que es San Felipe de Jesús.

Aquí sigue el contraste de algunos conceptos del de Los Pinos con los de don Jesús Reyes Heroles, ideólogo que lo estipuló hace décadas, cuando nuestro Estado laico aún no sufría la embestida de capas pluviales ni madres del Verbo Encarnado:

«Respeto a la religión y respeto a la política, que no otra cosa es nuestro artículo 130 constitucional. Al clero se le trata como corporación humana, no divina, y sabiendo que, como entidad humana, dista mucho de ser inmune y ajena a los defectos y ambiciones propios de la naturaleza humana».

Yo, en plan de anécdota, conté el domingo pasado en Domingo 6, nuestro espacio comunitario de Radio Universidad, que allá por los años de mi niñez mi madre se refería al protomártir mexicano con aquella anécdota familiar: cuando joven, Felipe de Jesús llevaba una vida no del todo aceptable para la moral familiar. La madre, desencantada, exclamaba al ver su vida desordenada:

«Felipillo, ¿cuándo llegarás a ser santo?», «Cuando la higuera reverdezca», contestaba la mujer del servicio doméstico señalando una higuera seca, que nunca había dado fruto ninguno. Yo, azorado ante las acciones que observo en el presidente de mi país, entre mí pregunto:

Felipillo de Jesús, ¿cuándo serás un estadista, cuándo serás el presidente de un estado laico, cuándo serás el presidente de todos los mexicanos? O cuando menos, Felipillo: ¿Cuándo serás el presidente? ¿Cuándo serás un estadista? ¿Cuándo serás? ¿Cuando..?

«Cuando la higuera reverdezca», me responden la historia y la realidad objetiva. Según la anécdota de mi madre, cierta mañana se levantó la mujer del servicio, y ahí, frente a su estupor, la higuera reverdecida. «¡Felipillo santo!», exclamó, en tanto que en Japón un Felipillo martirizado, moría en la cruz. Felipillo de Jesús, pupilo del Verbo Encarnado: ¿tú cuándo?

Don Jesús Reyes Heroles: «Respeto a la religión y respeto a la política, que no otra cosa es nuestro artículo 130 constitucional. Al clero se le trata como corporación humana, no divina, y sabiendo que, como entidad humana, dista mucho de ser inmune y ajena a los defectos y ambiciones propios de la naturaleza humana

Variar nuestro sistema o admitir de hecho lo que la ley prohíbe, resucitaria viejos conflictos y haría que los mexicanos desperdiciáramos nuestra imaginación, capacidad, decisión y energías en conflictos viejos ya superados, en lugar de ocuparnos de los nuevos problemas que exigen la entrega sin reservas de todos.

Los problemas que fueron resueltos ayer o antes de ayer no tienen por qué distraer nuestra atención hoy. A los problemas de hoy debemos dedicarnos, y aquellos restauradores de problemas se encontrarán en el vacio, y sufrirán las conciencias libres de los mexicanos».

Calderón, mientras tanto, en el Sexto Encuentro Mundial de las etc.:

«Me preocupa el aumento de divorcios, porque propician la desintegración familiar».
A propósito, la leyenda india del XIX:

«Durante el primer año del reinado del rey Julief dos mil parejas se divorciaron de mutuo acuerdo ante el juez. Al enterarse, el rey se indignó de tal manera que inmediatamente abolió el privilegio del divorcio en el reino.

Durante el año siguiente, el número de casamientos en el país disminuyó en unos tres mil; se registraron unos siete mil casos más de adulterio, trescientas mujeres fueron quemadas vivas al envenenar a sus maridos, cien mil hombres fueron ejecutados por asesinar a sus esposas, y la cuantía de muebles y enseres destruidos en los hogares alcanzó los tres millones de rupias. Al ser informado de lo ocurrido, el rey Julief restableció de inmediato el derecho del divorcio».

México, mientras tanto: beato y en olor de santidad. (Dios...)

Acertijos

Y nada, que el domingo pasado serví de chofer a un monaguillo que acababa de ayudar al oficiante en la celebración de la misa con que se clausuró el sexto Encuentro Mundial de las Familias. De incógnito viajó y que le guardara el incógnito, me suplicó. ¿El destino final? ¿Huatulco, Cancún, o el sucio Tamaríndillo de Fox? Ni a la playa ni al balneario, mis valedores; a San Ciríndanguillo de Enmedio, hasta donde fue a realizar cierta campaña relámpago de afiliación tumultuaria al PAN. «El proceso electoral, tú sabes». Votos en racimo. Los payos, se nos quedaron viendo desde unos ojillos de zorros risueños; ellos, los muy ladinos, con la música por dentro:

– Las ponemos, cómo no, pero antes de que las pongamos, o sea nuestras güellas en los papeles, usté y su achichincle nos van a aceptar un cabrito en sancocho. ¿No,tú Melitón..?

Picoso el cabrito, dulce el ponteduro (postre, no albur), y un tinto de garambullo. Oliéndoselo (el bouquet), el catador de caldos finos:

«¿Añejo?» ‘Y bien añejo. Semana y media en barricas de pochote». Cuando el sol ya en declive: ‘Tero antes de que las pongamos en la credencial, y nomás por travesiar un rato, se va a echar uno de estos. Escoja, don».

Acertijos de alambre, ¿los conocen ustedes? Sí, una intrincada red de alambres engarzados entre sí y que aprisionan unos arillos que a base de mañas hay que liberar.

Y ándenle, que el monaguillo se abismó en el misterio de eslabones, aros y ringorrangos de alambre. Ahí fue el jurgunear aros, menear argollas y manipular eslabones que trataba de liberar de una intrincada red de alambritos vaciladores. Y ya acomodaba el arillo -de alambre-, y ya lo fruncía -el ceño-, y ya jalaba, borneaba, remolineaba el rodete -de metal-, pero el susodicho, como salir, salía pura madre, con perdón de la mía Los lugareños, aquellos ojillos que apenas se vislumbraban entre un tejaban, de cejas; ellos, la sonrisillabajo la palapa de unas cerdas de aguamielero:

– Ese ya se le cuatrapió, don, pero no hay pedro, no se la vamos a hacer de fumarola A ver, hágale la lucha a este otro, más facilito.

La tarde se nos fue en verlo menear ganchos, tironear argollas, forzar el arillo en las trampas de alambre y fruncir el arillo al impulso de la frustración. Bizqueaba Los lentes se le empañaban. Y el calorón. Desde el cogote, el sudor me rodaba hacia mis entrañables zonas abajeñas.’Ya casito, don». Casito madres, incluyendo a la mía

Y venga otro acertijo, y otro más. Exasperado y sin éxito, el chaparrito jurguneaba la enredada caligrafía de aros y argollas. «¡No le enchueque, meniéle nomás! ¡No la forcé, que tovía es virgencita!»

Así hasta el desgranar de campanas, esquilones y esquilas. Angelus, triduo, rosario. «Mejor así la dejamos, y se va usté al rosario. Con los acertijos de alambre nomás no pudo. ¿Sabe cómo le nombramos a este? «Creación de empleos». Tampoco le jallo al «Plan contra la pobreza», y se cuatrapió con el de la «Corrupción«. Ora que con el «Crimen organizao» del Chapo Guzmán las dio. Usté, pa los acertijos nomás Valentín Madroño, con perdón aquí del Tacotillo, menor de edá. Y si como es usté son todos los de su Acción Católica, nos la va a perdonar, pero nosotros, como afiliarnos, una tiznada que nos afiliamos al PAN ni votamos por la bola de biatos, así nos prometan millones de indulgencias. Sernos pentontos, pero Dios nos ayuda ¿No, tú, Melitón?

– ¿Nosotros, gente de bien, ir a votar por el PAN-PRI-PANAL y perrada de chuchos de Nueva Izquierda, talamanteros al servicio de Los Pinos? Nosotros no perdemos la esperanza de que el Peje asegunde, a ver si a San Ciríndanguillo el de Enmedio viene y le forja su segundo piso, ¿no, Melitón?

¿Que qué? ¿El qué? ¿El Peje, dicen? Ahí vi que el monaguillo se dio el levanton, trotó hasta el volks., abrió la cajuela y volvió con las pinzas. Y que pepena el montón de alambritos. «¡Éitale, qué va a hacer! ¡A la de a güevo no, don! ¡Eso nos toca a nosotros, cuando nos decidamos! Porque ustedes los panpriístas con las anchetas de alambre nomás las dieron. ¿Porque son bandejos? Qué va ¡Por ventajistas, avorazaos y saqueadores! ¡Las alicatas, nosotros! Nomás nos decidemos y tíznale, a darle en la suya a un gobierno que nos tiene ya hasta la madre! ¿No, tú, Melitón..?»

Volver con la frente marchita Yo, al volante, ironicé: «Lo que hubiese engordado el PAN con la afiliación tumultuaria La de votos para los devotos. ¿No, tú, Melitón?» «¡Tu tiz..!» «¡Cuidado!» Y el forcejeo. ¡El mezquite! Santo madrazo, porque el PAN y sus monaguillos se quedaron sin afiliaciones. Lástima ¿La identidad del acólito? (Nunca)

Justicia, México, impunidad…

Secuestros y asaltos, pandillas de criminales, carteles del narcotráfico, regazón de cabezas tronchadas en un almacigo de cadáveres descabezados y una organización criminal que genera ingobernabilidad porque dentro de la más abyecta impunidad es ya un Estado dentro del Estado y un poder dentro del poder. Mis valedores: ¿es México, como acusan autoridades de los Estados Unidos, un estado fallido? ¿Es el país de la narcopolítica? ¿Es, junto con Paquistán, un peligro para la seguridad del imperio del norte? ¿Tanto así? Yo, procurando respuestas, acudí al poeta filósofo indio y leí sus reflexiones en torno a la justicia Juzguen ustedes si cuadran a México, nuestro país:

– ¿No es mala una balanza que se inclina una plomada que desvía, un hombre justo e íntegro que se ha transformado en un bribón? Mira, la justicia arrojada de su sitio, se arrastra ante ti. Los altos funcionarios practican el mal; la rectitud se inclina hacia un costado; los jueces roban. Y más aún: aquel que deben prender a un hombre que ha desnaturalizado su palabra en su exactitud, comete él mismo una injusticia a propósito de dicha palabra

Aquel que debe dar aliento, yace sin respiración Aquel que debe aliviar, provoca nuestro jadeo. Aquel que debe repartir justicia, es un ladrón. El que debe alejar la pobreza es el mismo que la origina, a tal punto que la ciudad está sumergida en esa pobreza. Quien debe reprimir el mal, comete él mismo la iniquidad…

Tú eres como una ciudad sin gobernador, como una compañía de soldados sin jefe, como un barco sobre el cual no hay capitán, como una manada que no tiene pastor. Tú eres como un policía que roba, un gobernador que depreda, un jefe de gobierno encargado de reprimir el latrocinio y que se ha convertido en modelo de quienes actúan mal…

Tú has sido colocado en tu puesto para escuchar los pleitos, para juzgar entre las partes, para castigar al bandido, pero no haces más que dar tu apoyo al ladrón Uno deposita en ti su confianza y tú te has convertido en un prevaricador. Tú has sido colocado para servir de dique al miserable; cuida que no se ahogue, ya que eres para él un agua de impetuosa corriente…

No digas mentiras. Mira atentamente a los altos funcionarios: una cesta de frutas basta para corromper a los jueces. Se nutren de las mentiras, por eso su corazón las dice con desenfado…

Mira con tus propios ojos: quien debe repartir justicia es un ladrón; quien debe apaciguar es el mismo que causa aflicción; quien debe allanar las dificultades es el que provoca inquietud. El bellaco menoscaba la justicia; pero cuando se ha colmado la medida no es con trampas que se gana la justicia ni tramposo de prodiga ésta con exceso…

Ladrones, bandidos, saqueadores, he aquí los altos funcionarios que, no obstante, han sido nombrados para reprimir el mal; un lugar de refugio para el violento, eso son los altos funcionarios que, sin embargo, han sido nombrados para reprimir la impostura..

Piedad por la nación que está llena de creencias y vacía de religión.

Piedad por la nación que viste telas que no teje, come el pan que no amasa, y bebe el vino que no fluye de su propio lagar.

Piedad por la nación que aclama al vanidoso como héroe y juzga al oropelesco conquistador como hombre de bien.

Piedad por la nación que en el sueño desprecia el ideal, y en el despertar busca la esclavitud. Piedad por la nación que no levanta su voz sino cuando camina en un funeral, que no se vanagloria más que entre sus ruinas, y que no se rebela sino cuando su cuello ya está entre la cuchilla y la piedra

Piedad por la nación cuyo jefe es un zorro, cuyo filósofo es un impostor, y cuyo arte es el de remendar y remedar. Piedad por la nación que da la bienvenida a su nuevo gobernante con toda pompa, y lo despide a gritos, tan sólo para dar la bienvenida a otro con todos los honores.

Piedad por la nación cuyos sabios están mudos por los años y cuyos hombres fuertes están aún en la cuna Piedad por la nación dividida en fragmentos, y donde cada fragmento se cree a sí mismo una nación

A las acusaciones de los EEUU, contesta Gómez Mont, titular de Gobernación: «Inadmisible que se calcule al Estado mexicano como un riesgo de seguridad. Lo que aquí existe es el absoluto compromiso de todos».

Mis valedores: ¿ustedes a quién le creen? Yo ni a este ni a aquéllos. Yo, sólo a la historia y la realidad objetiva (Y ya)

«¡Mujeres y gays, a su casa!»

Esta vez, mis valedores, Ratzinger y el sexto Encuentro Mundial de las Familias, que el tanto de cinco días vomitó anatemas contra divorciadas, homosexuales, mujeres de minifalda y escote o que protegidas por la ley se atrevieran a interrumpir su embarazo. Esto me recordó los métodos con que los predecesores de Ratzinger indagaban la verdad o «legalizaban» la mentira Ayer, por salvarles el alma quemaban con leña verde a mujeres que previamente habían torturado. Hoy, a las que se declaran dueñas de su propio cuerpo, los torquemadas les dejan intacto el físico, pero su alma la condenan al fuego eterno. Aquí sigue la crónica de la sesión de tormento que en alguna de las cámaras de la apodada «santa» Inquisición, en la España del siglo XVI aplicaron el fraile dominico y sus torturadores a cierta desdichada a la que voces anónimas habían acusado de judaizante. Palabra a palabra el horror:

Ordenaron que apretasen más las cuerdas. Dijo: «Señores, ¿no sentís piedad de una mujer?» Le dijeron que sí, si decía la verdad. Dijo ella: «Señor, dime, dimelo». Volvieron a apretar las cuerdas y ella dijo: ‘Ya he dicho lo que hice». Le ordenaron que lo contase con detalle, ante lo cual dijo: «No sé cómo contar, Señor, lo que no sé». Separaron las cuerdas y las contaron, y había dieciséis vueltas. A la siguiente, la cuerda se rompió. Ordenaron entonces que la pusieran en el potro. Dijo ella:

«Señores, ¿por qué no queréis decirme lo que tengo que decir? Señor, ponme en el suelo… ¿acaso no he dicho lo que hice, todo?» Le ordenaron que lo dijese. Dijo: «No me acuerdo… sacadme de aquí…, hice lo que dicen los testigos. Señores, soltadme, pues no me acuerdo».

Le ordenaron que lo dijese. Ella dijo: «No lo sé. Oh, oh, me están despedazando… he dicho lo que hice… soltadme». Le ordenaron que lo dijese. Ella dijo: «Señores, de nada me sirve decir que lo hice, y he reconocido que lo que he hecho me ha traído estos sufrimientos… Señor, tú conoces la verdad… Señores, por el amor de Dios, tened piedad de mí. Oh, Señor, quita estas cosas de mis brazos… Señor, suéltame, me están matando».

La ataron en el potro con las cuerdas, la instaron a decir la verdad y ordenaron que apretasen los garrotes. Ella dijo: «Señor, ¿no veis cómo esta gente me está matando? Señor, lo hice., por el amor de Dios, suéltame». Le ordenaron que lo dijera Dijo: «Señor, recuérdame qué decir. Señores, tened piedad de mí…, lo hice… sacadme de aquí y recordaré lo que aquí no puedo».

Le dijeron que dijese la verdad o apretarían las cuerdas. Dijo ella «Recordadme lo que tengo que decir porque no lo sé… Dije que no quería comer la carne de cerdo. Sólo sé que no quise comerla y esto lo repetía Le ordenaron que dijese por qué no quiso comerla Dijo ella «Por la razón que dicen los testigos… no sé como decirlo… desdichada de mí que no sé cómo decirlo. Digo que lo hice y Dios mío, ¿cómo puedo decirlo?» Luego dijo que, como no lo hice, ¿cómo podría decirlo? No quieren escucharme.., esta gente quiere matarme… soltadme y diré la verdad». De nuevo la exhortaron a decir la verdad. Dijo: «Lo hice, no sé cómo lo hice…, lo hice por lo que dicen los testigos… soltadme… he perdido el juicio y no sé cómo decirlo… me están arrancando el alma., ordénales que me suelten… hice lo que dice la Ley».

Le preguntaron qué Ley. Dijo: «La Ley que dicen los testigos… lo declaro todo… oh desgraciada madre que me parió» (…) Ordenaron dar otra vuelta a los garrotes y la exhortaron a decir que Ley era Dijo ella «Si supiera qué decir, lo diría ¡Oh, mi corazón! ¡Oh, Señor, me están matando…!»

Le dijeron que si deseaba decir la verdad antes de que le echasen el agua que lo hiciera y así descargaría su conciencia Ella dijo que no podía hablar y que era una pecadora Luego colocaron en su garganta la toca (embudo) de lienzo y ella dijo: «Quitádmelo, que me estoy asfixiando y se me revuelve el estómago». Entonces vertieron una jarra de agua Ella pidió a gritos confesarse, diciendo que estaba muriendo. Le dijeron que la tortura continuaría hasta que dijese la verdad, pero aunque la interrogaron repetidamente ella había quedado silenciosa». Mis valedores:

¿Alguno se habla con Ratzinger? ¿Con Norberto Rivera, cardenal de la Iglesia Católica? De ser así, ¿quiere mostrarle esta crónica y ya que la lea preguntarle si como excretor de excomuniones no añora los métodos del «Santo» Oficio? Porque motivos para la añoranza ahí están. ¿Que ya no hay judaizantes? Pero sí homosexuales y mujeres de minifalda y escote, aunque lástima excomuniones en vez de potro de tormento. En fin. (Laus Deo.)

Lobos de Dios

Por su forma de vestir provocativa, la mujer es la causante de sufrir agresiones sexuales, físicas y verbales. A las mujeres que se visten de manera provocativa se les ven las líneas. ellas tienen toda la culpa de que las ataquen.

Estos y otros conceptos han sido expresados por arzobispos, obispos, monjas y legionarios de Cristo en el sexto Encuentro Mundial de las Familias, que, entre los días 6 y 9 del mes y con asistencia del presidente Felipe de Jesús, se llevó a cabo en esta ciudad. Y algo más: «¡Mujeres y gays, a su casa! Y que los legionarios ponen en marcha un curso para jóvenes en el que les van a enseñar como visten y se comportan «las señoritas decentes». (Dios.)

Mientras, en algunos estados del país siguen vigentes cárcel y excomunión para las mujeres que se atrevan a abortar, sin importar los días o semanas de gestación. Tal es la política social de Ratzinger, que antes de ser investido como pontífice desempeñaba el papel de inquisidor en la «Santa Inquisición«, ahora Congregación para la Doctrina de la Fe. Para conocer criterio y prácticas de semejantes, inquisidores hay que acudir a la historia, y qué material más adecuado que el episodio ocurrido en la España del siglo XVI que entregué a ustedes aquí mismo hace un par de años:

España del XVI. De protagonistas un monje dominico, su grupo de torturadores y una mujer a la que acusaba de judaizante Con su cargazón de realismo dramático, el documento de la «Santa Inquisición»:

A la desdichada la llevaron a la cámara de tortura Que dijese la verdad, le ordenaron. Ella- «No tengo nada que decir». Le ordenaron que se desnudara y de nuevo la exhortaron, pero guardó silencio. Dijo, una vez desnuda

«Señores, he hecho todo lo que se dice de mí y levanto falsos testimonios contra mí misma, pues no quiero verme en semejante brete, plegué a Dios, no he hecho nada».

Le dijeron que no levantase falsos testimonios contra ella misma, sino que dijese la verdad. Empezaron a atarle los brazos, dijo: «He dicho la verdad, ¿qué tengo qué decir? Nada, señor, nada tengo qué decir».

Le aplicaron una cuerda a los brazos y la retorcieron y exhortaron a decir la verdad, pero dijo ella que nada tema que decir. Luego chilló y dijo: «Decidme lo que queréis, pues no sé qué decir». Le ordenaron que dijese qué había hecho, pues era torturada por no haberlo hecho, y ordenaron que se le diese otra vuelta a la cuerda Exclamó: «Soltadme, señores, y decidme lo que tengo que decir, no sé lo que he hecha ¡Oh Señor, apiádate de mí!»

Dieron otra vuelta a la cuerda y ella dijo:

«Aflojadme un poco para que pueda recordar lo que tengo que decir, no sé lo que he dicho, no comí carne de cerdo porque me daba asco; lo he hecho todo, soltadme y diré la verdad». Se le ordenó otra vuelta a la cuerda, entonces ella dijo: «Soltadme y diré la verdad, no sé lo que tengo que decir… ¡Soltadme por el amor de Dios… decidme lo que tengo que decir… lo hice, lo hice., me hacen daño. ¡Señor…, soltadme, soltadme y lo diré!»

Le dijeron que lo dijese, y dijo: «No sé lo que tengo que decir… Señor, lo hice., me hacen daño, señor…, soltadme, soltadme y lo diré». Le dijeron que lo dijese, y dijo: «No sé lo que tengo que decir… Señor, lo hice… No tengo nada que decir… ¡Oh, mis brazos! Soltadme y lo diré».
Le pidieron que dijese lo que hizo y dijo: «No lo sé, no comí porque no quise». Le preguntaron por qué no quiso y replicó: «Ay, soltadme, soltadme… sacadme de aquí y lo diré cuando me hayáis sacado… Digo que no comí».

Le ordenaron que hablase y dijo: «Señor, no la comí porque no quise… soltadme y lo diré».

Le ordenaron que dijese lo que había hecho contra nuestra santa fe católica Dijo: «Sacadme de aquí y decidme lo que tengo que decir… me hacen daño… ¡oh, mis brazos, mis brazos!», lo cual repitió muchas veces y prosiguió: «No me acuerdo… decidme lo que tengo que decir… ¡Oh, desgraciada de mí! Diré todo lo que quieran, señores… me están rompiendo los brazos… soltadme un poco… hice todo lo que se dice de mí».

Le ordenaron que contase con detalle y veracidad lo que hizo. Dijo: «¿Qué se quiere que diga? Soltadme, pues no recuerdo lo que tengo que decir… ¿no veis que soy una mujer débil? ¡Oh! ¡Oh! ¡Mis brazos! ¡Se están rompiendo mis brazos! Se ordenaron más vueltas, y mientras las daban exclamó: «Soltadme pues no sé lo que tengo qué decir; si lo hice… lo diría.»

(El horror continúa mañana)

Un milagro, Señor…

¿Cuál es mi fuerza para esperar aún? ¿Y cuál mi fin para que tenga aún paciencia? ¿Es mi fuerza la de las piedras, o es mi carne de bronce? ¿No es así que ni aun a mi mismo me puedo valer..?

Y es como para preguntarse, mis valedores: ¿habrá desdicha mayor que la de aquel desastrado que, encaramado en la opulencia, de repente se precipitó en la desgracia y desde el fondo de su minusvalía se vive recordando su pasado esplendor? A algunos de ellos me referí el viernes pasado, ¿se acuerdan ustedes? A aquellos de ánimo contristado con los que nos topamos a la vuelta de la esquina, que mal-viven una existencia arrastrada y mal soportan el áspero oficio del diario vivir. Con ellos me he tropezado en esas callejas de los barrios bajos, y me he seguido de largo, como si nada…

Fue así como derribado en el cemento y encementado andaba el muchachejo al que me encontré un día de estos, y qué poca Tula la mía (Tula es mi madre): después de mirarlo seguí mi camino. Lo mismo iba a suceder días más tarde, cuando me topé con aquella mujer enroscada en posición fetal (¿enferma, drogada?) en aquel rincón del Metro Balderas. Desde una remota eternidad me miraron sus ojos, y aun intentó un amago de pedimento, de súplica, una mueca de dolencia. Yo, egoísta de miércoles (¿o era jueves?), apresuré el paso. Qué poca, dije antes.

Y fue entonces. Ahora sucedía lo del desdichado al que me referí en un principio, al Job que conoció tiempos de abundancia y hoy se arrastra en el arroyo (vehicular). Mi primer impulso al mirarlo fue huir; «y yo por qué», otro haga el esfuerzo de mirar por él. Ah, el humano egoísmo. Pero algo acá, muy adentro, me obligó a detenerme, pensando que la Moira aprontábale a este samaritano renuente una renovada oportunidad, y no iba a desperdiciarla. Me frené y me acerqué al desvalido que, derribado entre esputos y basurillas, se encontraba el peligro inminente de que el metrobus se lo antellevara entre las sellomáticas.

Me puse a observarlo, me quedé observándolo, y qué espectáculo: quién te conoció cuando eras y valías, cuando tenías peso y presencia y pisabas fuerte, y quién te mira a estas horas, marginado de todos, despreciado, minusválido, un ente venido a menos, todo sucio y astroso y en total desvalimiento, un Job sin tan siquiera el consuelo de Bildad, Elifaz y el resto de amigos que en la desgracia sólo la espalda te dieron, lástima..

Ya realizaba el impulso y extendía mi mano cuando dudé: ¿tenderle esta mi mano, limpia hasta hoy de todo contagio? Me hice el ánimo y venciendo la repugnancia me incliné ante el malaventurado, tendí mi diestra, lo alcé del arroyo (vehicular), lo traje conmigo a mi propia casa y créanmelo: frente a mí lo tengo al teclear, y excesos de una imaginación atorrenciada: aun parece percibirse en el desdichado una sonrisilla de agradecimiento…

Bien. Tranquila está mi conciencia una vez cumplida la buena obra del día y aquí un mensaje al autor de la parábola del Buen samaritano:

Señor: bien sabes que éste al que recogí de la calle nada vale, como tampoco mi acción, pero si algo de mérito le ve tu misericordia ¿a mí y al que alcé del arroyo (vehicular) nos darás a valer? Yo, un despojado de espacio propio en la radio donde ejercer cabalmente mi oficio de periodista El, un desgraciado que alguno (de inadvertido o de intento) arrojó a la media calle; este pesito mexicano que de ser el peso 07.20 sexenios atrás, hoy no vale lo que pesa Lo acabo de rescatar y lo tengo aquí enfrente, míralo.

¿Algún día lo darás a valer, y con él a todos los mexicanos, devaluados en la misma medida que el peso, y tan tirados al arroyo (vehicular) como el propio pesito que me acabo de encontrar? ¿En la misma medida y proporción devaluarás a los devaluadores, inquilinos sexenales de Los Pinos, ineptos los unos, mediocres los más, estos tan demagogos como aquellos sinvergüenzas, y donde el que no es embustero nos salió vendepatrias, y hasta algún espurio que participa de las taras de todos su predecesores..?

Tú a Job lo rehabilitaste. ¿Y a nos, Padre? A la corrupción he dicho – Mi padre eres tú – ¿Dónde estará ahora mi esperanza? Da a valer al peso mexicano para que los mexicanos volvamos a valer, porque de otra manera..

Claro, sí, la rehabilitación del pesito, como la de los mexicanos, sólo a los mexicanos atañe, y está en nuestras manos, pero eso no lo queremos entender y todo lo esperamos del pensamiento mágico. Un milagro, Señor. Para el peso, para los mexicanos. (Amen)

Anticipación a la muerte

Contra mi se juntaron todos – En las manos del impío Él me hizo caer – Próspero estaba, y me desmenuzó – Me arrebató por la cerviz y me despedazó -Y me puso por blanco suyo – Partió mis ríñones, y no perdonó…

Los desdichados esta vez, mis valedores. Los del ánimo contristado. ¿Por qué en ocasiones este despertar ceniciento, por qué semejante desánimo y la sensación de que ya todo es inútil, de que las labores de este día y las de esta vida, rutinarias, carecen de todo sentido, de que son las mismas que realizamos ayer, y que habremos de ejecutar mañana? Un Sísifo de petate; así me sentía esta mañana, y qué hacer…

¿Recuerdan ustedes a Sísifo, personaje de la mitología griega? Sí, ese malandrín al que los dioses condenan de por vida (de por muerte) a trepar un enorme piedrón hasta la cima de un cerro, para que de la ornare precipite hasta el suelo, y Sísifo baje para volver a treparlo, y que la piedra caiga otra vez, y otra, y otra vez a treparla, y así hasta la eternidad. Un Sísifo de pacotilla me sentí esta mañana, repasando las tareas por cumplir. Y aquel desaliento…

Fue así como un ánimo apachurrado me llevó a iniciar el presente artículo con el tema de los desdichados venidos a menos, esos que conocieron tiempos de dicha y días de abundancia; que fueron los consentidos de la fortuna y son ahora sus entenados que, de repente, cuando menos lo esperan, en pleno rostro reciben el aletazo de la desdicha, y a rodar sin rumbo y sin asidero. Mírenlos ahí, malaventurados que lamentan con Job los tiempos en que eran felices, y no lo sabían:

¿Por qué se da vida a los de ánimo en amargura? Porque antes que mi pan viene mi suspiro, y mis gemidos corren como aguas…

Así, arrastrando la cobija, inicié las labores acostumbradas, con la sensación de que nada le daba sentido a mi día ni a mi vida, cuando de súbito ahí, milagrosa, la trompeta de la resurrección: un toque. Un toque, sí, pero no de los que alguno sospecha, que conmigo licor y otras drogas toparon en tepetate. No, un toque de campana en la puerta, y sí, una tandada de desdichados que me volvieron a la vida; sus seres queridos, todos luchadores sociales, permanecían en donde el Estado de derecho reserva para esa clase de mexicanos: el calabozo. Y que la fianza, y que los abogados, y que…

Los recién llegados buscaban el valimiento oportuno de aquellos de ustedes que a base de humana solidaridad mantienen vivo y actuante el Centro de Acopio de El Valedor, que si creyentes o no creyentes, se atienen a la exhortación del Nazareno: «Sed compasivos como vuestro Padre lo es».

Un sentimiento que ilustra a cabalidad en una de sus soberbias parábolas. Relean, si no, esa del Buen samaritano que, a diferencia de la impiedad del sacerdote y el levita, «viendo al herido fue movido a misericordia, y llegándose a él vendó sus
heridas, echándoles aceite y vino».

– Haz tú lo mismo, aconseja Jesús al aturdido que lo interrogaba: «¿Quién es mi prójimo?» Y aun a poco andar, la requisitoria contra todo creyente: «¿Por qué me llamas: «Señor, Señor«, y no haces lo que digo..?

Pero en fin, que ni yo soy párroco ni están ustedes para escuchar fervorines, ni este el lugar ni el tiempo de la predicación, sino del ejemplo, y a esto quería yo llegar: ocurrió, mis valedores, que a un desdichado asaltaron y acaban de herir hasta darlo por muerto, y en viéndolo en la desdicha cierto samaritano de utilería le tendió la mano y, alzándolo del suelo donde yacía a medio morir, lo llevó consigo y le dio valimiento, y estoy seguro de que de este trance no ha de morir. La crónica del suceso, que ocurrió a la salida de la estación del metro Balderas:

Caminaba yo aquella mañana por la banqueta, abstraído en cierta figura que traía en mente (ojos que te vieron ir, mi única…) cuando miré al desdichado caído ahí, en mitad del arroyo (el arroyo vehicular), entre basuras y escupitajos. Desconfiadón, receloso, ya me disponía a seguir mi camino, pero un no sé qué me detuvo, y entonces me incliné y le tendí la mano (que a la hora de mi muerte, Señor, me lo tomes en cuenta…)

Esto de que la desdicha se me atraviese no es inusual espectáculo en la deshumanizada ciudad. Días antes del suceso que seguiré relatándoles, y en plena estación del metro aquel muchachejo tirado en pleno cemento, encementado él que hagan de cuenta un cadáver al que los viandantes, apresurados rumbo a rumbos imprecisos, ignoraban. (El lunes le sigo.)

Ese protagonismo desbozalado…

«Son intereses jacobinos los que intentan deslegitimar la misión eclesiástica. ¿Acaso es un crimen que los narcotraficantes arrepentidos de sus pecados se acerquen a la Iglesia? Ella, la Iglesia, no está obligada a rendir información sobre los recursos que le entran…»

(El fallecido Carlos María Abascal cuando Secretario de Gobernación.)

Si no es ahora cuándo, mis valedores. En un sexenio de yunques y legionarios los reverendos se ubican en el cogollo de la grilla política lo mismo que entre narcotraficantes y tras de las rejas del reclusorio. Curas encuentran ustedes en todos los rumbos, menos en uno de ellos; a ver: con el índice señalen al norte: ahí están; al sur: mírenlos; al oriente tanto como al poniente: ¿los distinguen? Señalen hacia abajo: un hervidero de curas. Apunten ahora hacia arriba allá ninguno pudiésemos ubicar. Hoy mismo, mientras un pederasta practicante de abusos erótico-sexuales amaneció en el calabozo, otros pelean por espacios de «fe y devoción» en la TV, al tiempo que algunos más claman por la educación religiosa en las escuelas y la formación de un partido católico. Aquí, de la ligazón entre curas y narcos, conceptos de Ramón Godínez, obispo de Aguascalientes:

– Las limosnas de los narcotraficantes se purifican al entrar a la Iglesia.

¿Que qué? El religioso Leonardo Boff: «Es profundamente antiético que jerarcas de la Iglesia Católica Mexicana se hayan visto envueltos en problemas con el narcotráfico. El poder religioso entra siempre en articulación con el poder político y el poder económico. Si el poder religioso no es vigilado, controlado, y si no mantiene su altura ética degenera en los negocios sucios…»

Las palabras del impulsor de la Teología de la Liberación fueron refutadas por el obispo Sergio Obeso: «Rechazo que la Iglesia utilice dinero del narcotráfico. Se pueden decir tantas cosas, pero hay que probarlas.

Carlos Quintero, obispo: «Claro que sí, en Tijuana hay familias que han sostenido parroquias con dinero del narcotráfico. Seamos realistas. Si, no podemos ocultar el mal, pero tampoco debemos omitir las cosas buenas del mal. Aquí hemos encontrado familias buenas que han ayudado a sostener el seminario y muchas otras que han aumentado el número de parroquias. Lo acepto: recursos del narcotráfico han llegado hasta las arcas de la Iglesia, particularmente en esta frontera».

Y un sacerdote José Raúl Soto, de la Universidad Pontificia de México:

«Aquí, en la basílica de Guadalupe, se los digo como párroco, los narcotraficantes son muy generosos. Sin dejar de ser traficantes de drogas, ayudan y dan limosnas que nosotros ya las quisiéramos hacer. Los más generosos hasta hoy han sido Rafael Caro Quintero y Amado Carrillo Fuentes».

Alberto Athié sacerdote: «La Iglesia Católica Mexicana se mantendrá siempre abierta a los narcotraficantes, sí, pero sólo para pedirles que abandonen su actividad Ellos, los narcotraficantes, son vistos como los más malos entre los malos, pero en muchas ocasiones son diferentes. No podemos identificarlos como personas esencialmente malas. Hay quienes tienen la inquietud de buscar el bien y con sus generosas limosnas hacer cosas a favor de la comunidad».

‘Yo sí reconozco que recibo sus donativos», afirma el sacerdote Ernesto Álvarez, amigo de la familia de Amado Carrillo Fuentes, al que se dice acompañó en un viaje por Tierra Santa y celebró, en El Guamuchilito, Sin.,la misa de cuerpo presente en el sepelio de «El Señor de los cielos».

Feligreses de Malpaso, Ags., acusaron al cura Samuel Jara Acuña «Mantiene relaciones con narcos. Ellos le obsequiaron una camioneta y una arma de fuego. Maneja una sola capilla de una población de tres mil habitantes, pero tiene dos cuentas bancarias, una con más de un millón 300 mil pesos».

Jerónimo Prígione, que fungía como nuncio apostólico de El Vaticano en nuestro país: «Fue el padre Gerardo Montaño Rubio el enlace entre los hermanos Arellano Félix y yo. Pero les prometo que no volveré a tener contacto alguno ni a entrevistarme con otros narcotraficantes».

El obispo, empresario taurino, bon vivant y golfista Onésimo Cepeda: «Nosotros los clérigos les podemos decir a Amado Carrillo y a los demás narcotraficantes: Vayanse, hijos, el Señor los perdona y no pequen más».

Fue en 1997 cuando apareció esta noticia «La Ley de Asociaciones Religiosas y Culto Público no prevé sanciones por el caso de las narco-limosnas ni habrá modificaciones al respecto». Y ya Es México, un estado de derecho, donde la Ley… (Dios.)

Perro que da en tragar huevos…

Vicente Fox, por ejemplo. Ya abrió la boca ¡y no se atragantó!

Luego de 10 años de vacas gordas con mucho crecimiento, el país entra en una temporadita de vacas flacas, pero de la violencia vamos a salir muy bien, con el carácter y la fuerza que está imprimiendo el Presidente Calderón.

Ante tal despropósito, ¿por qué mejor no dedicarle a Calderón hoy, hoy, hoy, las ironías que hace 20 años al presidente electo Salinas? El incidente:

«En pleno recinto legislativo y en la sesión del Colegio Electoral han ocurrido desórdenes sin cuento. Para aumentar el caos, el c, diputado Vicente Fox se levanta y con dos boletas electorales improvisa unas orejas, que exhibe ante el escándalo general…»

Para hechos, el diputado Fox pide la palabra y en su perorata pone en labios de Carlos Salinas ironías ofensivas. El C. Presidente del Colegio Electoral, Miguel Montes: «Con todo respeto se ruega al orador aclare los hechos que solicitó el uso de la palabra en su intervención (sic)»
Terco, obcecado, Fox simuló ser Salinas hablando a sus hijos con ironías que 20 años más tarde cuadran mucho más a Calderón. Juzguen si no:

– Yo, Salinas, tengo que cuidar, hijos, que por la vía democrática no llegue al poder la amenaza de la desordenada y anárquica izquierda.Ni tampoco, hijos, que participe el poder la reacción; pero mucho menos, hijos, podemos entregar el país a nuestros enemigos, quienes de llegar al poder, impedirían que todos mis amigos priistas, quienes viven holgadamente en sus posiciones políticas, puedan continuar sacando a México del barranco.

Aludía a lo dicho por De la Madrid, que entre todos sacaríamos a México del barranco. Sigue el imaginario parlamento de Salinas:

– Por otro lado yo, Salinas, siento miedo de no poder cumplir con México; miedo, porque la verdad es que la gente no votó por mí, sino mis amigos tuvieron que llenar las urnas; miedo, porque acabo de ver que Miguel, para poder informar al pueblo, tuvo que instalar el primero de septiembre un dispositivo de seguridad que abarcó más de ocho cuadras a la redonda del Palacio Legislativo, porque la situación es extraordinariamente critica…

Intervino el presidente de la Mesa Directiva: «Ruego a la asamblea guardar atención, pero ruego también al orador que el uso de la tribuna para hechos, no sea un pretexto para desviar el debate ni para hablar en contra del dictamen, sino estrictamente para lo que señala el artículo reglamentario».

Irónico, Fox: «¿Quién juzga eso, señor presidente?»

Montes: – La presidencia, señor diputado, la que conduce la asamblea

Siguió Fox: Yo, Salinas, tengo miedo, hijos. Miedo, porque la situación extraordinariamente crítica de la economía pone en entredicho el futuro y la viabilidad de esta nación; miedo, porque el pueblo no tiene qué comer y qué vestir, ni tiene cómo satisfacer sus más mínimas necesidades. Miedo, porque no puedo evitar cargar a mis espaldas la pesada y nefasta carga que se llama PRI. Estos momentos de reflexión, antes de enfrentar el triste destino que me espera, quiero recomendarles a ustedes que vivan una vida con verdad, que sean congruentes consigo mismos, que rijan sus vidas bajo principios sólidos, metas claras y honestidad en todas sus acciones. Cómo quisiera que el Colegio Electoral pudiera no sólo abrir los paquetes electorales…

Impaciente, el C. Montes García:

– ¡Ciudadano diputado Fox! Con todo respeto le ruego que no sea esto un pretexto para hacer el estudio literario que usted está intentando; refiérase por favor a los hechos para los que pidió el uso de la palabra. Se lo suplico.

Exasperado, Fox.- «¡Me está usted quitando mi tiempo!» Y siguió la farsa de que hablaba Salinas: «Cómo quisiera que el Colegio Electoral pudiera no sólo abrir los paquetes electorales, sino que en apoyo a la Constitución y al derecho pudiera legitimar y aclarar ante todo el pueblo mi triunfo electoral, o que de no haber sido un proceso electoral limpio se me relevara de la obligación de tomar este trago amargo de gobernar contra la voluntad del pueblo, y sobre todo se me relevara de tener que dar la cara a ustedes, mis hijos y mi esposa Pero todo esto, claro, es un sueño». Y así sigue Salinas soñando y soñando. Yo les pido que aunque tenga él que ser el Presidente de México, lo legitimen haciendo siquiera un buen dictamen, de acuerdo a la Constitución, a la ley, a los reglamentos y a la lógica Muchas gracias.

El Fox de las ironías contra Salinas alaba el carácter y la fuerza de un Calderón que, si hablamos de presidentes impuestos… (Ah, deslenguado.)

La Ciudad de los Dioses

«Cuando comencé a ver que taladraban la cima de las pirámides (¡más de 16 mil perforaciones!) sentí un angustia y coraje. Eso nos preocupó y llevamos la denuncia ante las autoridades».

Esto expresa Rubén Cabrera, investigador de la zona arqueológica de Teotihuacán, según reportaje de Javier Salinas C, en el matutino del pasado viernes, fecha en que inicié aquí mismo la trascripción del Decreto que en defensa de la Ciudad de los Dioses publicó Miguel de la Madrid en el Diario Oficial del 30 de octubre de 1988, que estipula en sus partes medulares:

Considerando… Que la Zona Arqueológica de Teotihuacan contiene los vestigios de una de las culturas prehispánicas más trascendentes en la historia de México, al tiempo que constituye uno de los logros urbanísticos y arquitectónicos de valor universal excepcional; Que la mencionada zona arqueológica es una parte del patrimonio cultural del pueblo de México que refuerza su identidad y cuyo interés histórico indudable hace necesaria su conservación para el conocimiento e investigación de nuestras culturas prehispánicas;

Que la riqueza de ese patrimonio está lejos de haberse descubierto y expuesto plenamente y que, por tanto, deben crearse las condiciones para su acrecentamiento y preservación; Que el proceso de urbanización al que está sujeta la zona de Teotihuacan puede producir un deterioro irreversible que significaría la pérdida de una parte importante de nuestro patrimonio cultural y la imposibilidad de alcanzar un mejor entendimiento de nuestro pasado; Que ese deterioro es observable no sólo en la zona de monumentos arqueológicos sino también en las áreas contiguas que influyen en las características visuales y ambientales de la propia zona de monumentos; Que, por lo anteriormente expuesto, se justifica adoptar precauciones contra el deterioro natural y el uso indebido por el hombre que puedan afectar la integridad de la zona;

Que los Gobiernos del Edo. de México y de los Municipios de Teotihuacan y San Martín de las Pirámides comparten con el Ejecutivo Federal el interés de preservar la Zona Arqueológica de Teotihuacan,- Que para atender convenientemente a la preservación del legado arqueológico que contiene esta zona, sin alterar o lesionar su armonía, el Ejecutivo Federal considera necesario incorporar la totalidad de la zona de referencia al régimen de la Ley Federal sobre Monumentos y Zonas Arqueológicos, Artísticos e Históricos y su Reglamento, lo que contribuirá a su protección integral, y Que en virtud de decretos expedidos en 1907 y 1964, una parte de esta zona ya se encuentra incorporada al patrimonio nacional, restando necesario extender a las áreas adyacentes con las medidas de conservación, restauración, recuperación y ordenación que prevé la legislación vigente, he tenido a bien expedir el siguiente Decreto por el que se declara zona de monumentos arqueológicos el área conocida como Teotihucan Art 5o.- El Instituto Nacional de Antropología e Historia, en ejercicio de sus acciones legales, vigilará el cumplimiento del presente Decreto (etc.)

Art 6°.-A la Secretaria de Desarrollo Urbano y Ecología, en el ámbito de su competencia, le corresponderá: (…) IV- Dictar las medidas necesarias para mantener el equilibrio ecológico existente o para restituirlo, en su caso, en la zona arqueológica materia de este Decreto. Art 10.- Las dependencias del Ejecutivo Federal a que se refieren los artículos anteriores promoverán conjuntamente y en coordinación con el Gobierno del Edo. de México y los ayuntamientos respectivos, una campaña de sensibilización y apoyo de la población a las medidas de difusión y preservación del patrimonio cultural dispuestos por este ordenamiento.

Y el 13: En la zona de monumentos definida en este Decreto no se autorizarán construcciones cuya función, diseño o ubicación alteren, afecten o distorsiones los valores monumentales o el uso educativo y de investigación a que la misma está destinada. En las Áreas Central y Ampliada de Monumentos no se permitirán construcciones nuevas ni ampliación de las existentes, con excepción de aquellas que realice el INAH para el rescate, revitalización y difusión de los monumentos y de la zona misma.

Hasta aquí los párrafos más significativos del Decreto presidencial. ¿Y? ¿Comparten el gobernador Peña Nieto y el de Los Pinos el interés por cumplir y hacer cumplir tal Decreto y preservar la zona arqueológica de Teotihuacan? ¿Ustedes qué opinan? Es México (Nuestro país.)

Perro y hombre, en ese orden

Espejo fiel del humano es el perro, lástima que el hombre no sea el espejo del animal. En mi vecindario qué de similitudes y semejanzas puedo advertir entre el hombre y el perro, o al revés. Por cuanto a las varias clases de canes…

Existen los de las regiones nevadas, animales que nacieron con un perro destino: para allá y para acá jalar el trineo, con el chicote en los lomos y tan bien trabajados como mal comidos. ¿A quién se parecen tales pobrines, si no al obrero de este país? El asalariado (pobreza, privaciones) jalando el trineo que enriquece hasta la náusea a los Slim, el chicotazo salarial en los lomos y a trabajar desde la mañana hasta la muerte del día y hasta el día de la muerte. Y cómo remediar su situación, si el perraco no tiene el don de pensar, y el obrero renuncia a ese don y se constriñe al reclamo, la exigencia y la toma de la vía pública…

El benemérito San Bernardo. Grande, grave, pacífico, servicial, misericordioso. Deambula por el mundo del desastre y la desolación con su barril de vida al cuello para entibiar esa vida que se congela en las nieves. Valedor de desvalidos como el humanista, el luchador social, el artista que entrega su arte, sin más; como el doctorcito que cura nomás por curar, no el que cura nomás por cobrar. El San Bernardo…

Por contras: el horror de esas fieras entrenadas por los represores para morder, desgarrar, triturar, arrancar a la viva fuerza tarascadas de sangre viva. Perros represores, sus doberman son la lanceta del campo de concentración, la cárcel clandestina, la celda de tortura. Rotweiller, pitbull, paramilitares asesinos de Acteal…

Los perros cautivos, desdichados a los que unos amos desaprensivos mantienen sepultados en jaulas y azotehuelas de este tamaño, miren. Nacidos para la libertad, se encanijan y agostan, y miden la jaula en un ir y venir obsesivo. A lo lastimero ladran a la luna, qué mas…

Ah, perros impúdicos de casa rica, de viuda rica, de solterona. Mantenidos en el lujo, la molicie, el salón de estética canina y la intimidad de sedas y encajes en el secreto de la recámara, son padrotillos y vividores complaciente de los desahogos de dueñas crepusculares. Ustedes, mis valedores, ¿han presenciado el beso de unos labios femeninos en unos belfos helados que lengüetean de placer? Asqueroso.

Los pobres perros de casa pobre. Tan mala vida es la suya que comen lo que sus dueños y viven como ellos. Son parte de la familia, y tanta familiaridad comparten que el chucho llega a cobrar rasgos de humano, y el dueño, del animal. Y no fallezca uno de ellos, porque el sobreviviente, ese duelo…

Los perros callejeros: duelo sin dueño ni hogar, nombre ni alias; anónimos cuerpos sarnosos y cuera tachonada de úlceras y mataduras, mapa vivo del áspero oficio del diario vivir una vida arrastrada. De calle a calle y de éste a aquel callejón van y vienen acezando su ternura a la vil intemperie, su amor desdeñado por los que a lo desalado se alejan rumbo a qué rumbos. Allá va el chucho callejero, en los ojos la pitaña y en la boca el corazón. Y ese impulso de llorar, y ese acabar gruñendo. El, allá afuera; yo, como él, pero acá adentro, encuevado en mi habitación. Pujando, gruñendo por no llorar…

Perros honestos, íntegros. No chuchos cooptados. No talamanteros. No gozques viciosos del pragmatismo utilitarista que se vivan acezando en procura de alianzas. No. Perros con toda su dignidad en los lomos. Bravo por ellos. (¿No?)

«Esplendor teotihuacano»

Vaya, pues. Todo sea por congraciarnos con el turismo de Falfurrías y anexas. A lo zafio, a lo ignorante e impune, los gobernantes de este país lesionan no únicamente el patrimonio petrolero y de materias primas, sino también el acervo cultural de los mexicanos. Ahí está el atentado a las supervivencias del mundo mágico que heredamos de nuestra raíz indígena, que ésos convierten en escenarios de un Hollywood tercermundista para audiciones de música, pasarelas de modas y bataclán. ¿Ante semejante desmesura gubernamental de qué sirven las protestas de arqueólogos, antropólogos y especialistas preocupados por nuestro patrimonio nacional? ¿Cuál de esos funcionarios mediocres, cultura de «Selecciones«, va a tomar en cuenta semejantes protestas?

Leo en La Jornada que en el Estado de México se cumple a estas horas y a marchas forzadas el tan anhelado sueño del gobernador y aspirante presidencial Peña Nieto de jugar un papel protagónico en el ejercicio politiquero y competir con las obras de beneficio social (no con «spots», al estilo Fox y Calderón) que en esta ciudad lleva cabo el equipo del aspirante presidencial Marcelo Ebrard. El de el Estado de México, con la complicidad del Instituto Nacional de Antropología e Historia ha otorgado concesiones a diversos mercachifles de la industria del espectáculo para que transformen Teotihuacán, la «Ciudad de los dioses«, en todo un espectáculo de fuegos artificiales, luces robóticas (lo que eso sea) y rayos láser «full color» (así, en inglés, para exhibir nuestra frustrada aspiración de convertirnos en gringos de segunda). Y en cuanto se eche a andar el sistema de luces «full color»:

– Ah, oh!, va a exclamar el turista texano…

¿La opinión mayoritaria? Todo un clamor de rechazo, disgusto y exigencia de que alguien amarre las manos de Nietos tan ignorantes que a base de quincalla y oropel van a dañar la majestuosidad de las supervivencias del universo prehispánico, el de nuestra raíz autóctona «Resplandor teotihuacano, dice Hernández Navarro en La Jornada del pasado martes, es un espectáculo multimedia estilo Televisa con el que se busca convertir el pasado prehispánico en show y la difusión de la historia en negocio para inversionistas privados. Es la última embestida de empresarios y políticos para beneficiarse del patrimonio histórico del país».

No la última embestida, por desgracia para el país; la más reciente, pero no la última Y ni cómo detener el espectáculo de la chabacanería, si hace algunos años, cuando la empresa gringa Wal-Mart inició los trabajos para abrir una sucursal en la zona de las pirámides se encendieron en tantísimos «medios» las protestas de antropólogos y catedráticos de la UNAM. ¿Y? Floreciente se alza la «Ciudad de los dioses, los de Wal-Mart». Es México, país gobernado por entreguistas y vendepatrias proyanquis.

Wal-Mart en Teotihuacán. Yo, agregándome a los descontentos, publiqué aquí mismo un documento con el texto siguiente:

Wal-Mart una vez más, mis valedores. Otra vez la trasnacional norteamericana en el ojo del huracán, por más que muy poco parece importarle Ocupada en la creación de su propio banco, qué atención le merezca la reciente acusación de lo consabido en esa y en todas o casi todas «las empresas de la iniciativa privada bajos salarios, cero prestaciones, horas extra sin paga y contratos con sindicatos de protección Lo usual.

Wal-Mart, hace algunos años, plantó una de sus sucursales en plena zona de Teotihuacán, sin que hubiese autoridad que se lo impidiera en un gobierno que fue, según dicho del difunto Fox (difunto políticamente, ya a estas horas sepultado en el desván de la Historia con todo y familia política, lo único político que conoce el de el apestoso Tamarindillo), «de empresarios, por empresarios y para empresarios». Y si trasnacionales, tanto mejor. Wal-Mart, del que se dolió en el matutino la periodista Silvia Ribeiro:

Como un enfrentamiento entre los poderes de la vida y la muerte aparece el símbolo vacio del gigante Wal-Mart. Sin conocer detalles provoca rechazo; conocer un poco más a esta empresa lo fundamenta sólidamente…

Yo, entonces, porque normásemos nuestro criterio en torno a una desmesura que así lacera o debía lacerar la conciencia colectiva, publiqué extractos del decreto que en defensa de Teotihuacán publicó el Diario Oficial un 30 de octubre de 1988, firmado por Miguel de la Madrid. Dice, y para lo que sirvió el tal decreto presidencial: (Lo que dice, el lunes.)

A mothernizar…

Ayer les dije mi nombre y hoy lo repito: Carlos me llaman mis enemigos, que los amigos de hijo de mala mamá no me bajan. Sigo la crónica del dramón que me remeció aquel primero de enero de 1994, cuando se me encabritó la zona sureste de mi organismo: el grueso, el delgado el apéndice, y ciego, y tuerto y compinches. «Nosotros te decimos: ¡basta!» Perro del mal, el duodeno: «¡El 6 de julio de 1988, ¿te acuerdas? ¿Habrás podido olvidar cómo fue que te encaramaste en Los Pinos, desde donde saqueas y medras hasta la náusea, depredador? ¿Ya no te acuerdas, dañero de miércoles?»

Yo, engarruñado por los espasmos: «Diálogo, compatriotas…»

– ¡Diálogo madres! ¡Nosotros te decimos basta!¡Fuego contra ese felón!

Y el estrépito de intestinos, y el dolorón. Ante el espejo mi imagen, tan varita de nardo, tornábase desgarbada, caricatura esperpéntica del autobombo, el engreimiento, la autopromoción. Pando y engarruñándome, culimpinándome, fuíme hasta el botiquín. «Ahora me los aplaco». Y que les mando una pronasolera ración de aspirinas. Pero las aspirinas nomás Valentín Madroño. Los «transgresores» arreciaron su agresión. Y qué hacer, sino pujar y dejarles ir doble ración de un pro-camposo bicarbonato. Pero el bicarbonato más los biencarbonó, y aquellas convulsiones, y el tronar de los gases, y yo defendiéndome con lo que tan buenas resultas me dio durante los cinco años de beatitud, los de mi bienaventuranza: chiqueadores de ruda, lo más ruda posible, y los parches porosos, y mejoralitos, embijadas de mentolato y atolito con este, miren. Lo usual. ‘Taz, paz», les decía, y ellos: «¡Pas, pas!» Yo: «Pacificación, reconciliación, diálogo. Unos acuerditos en San Andrés Larráinzar, ¿sí?» Pero mis músculos, adoloridos y levantiscos:

– ¿Paz, pacificación, reconciliación? Óiganlo. ¿Para eso nos levantamos, para charlar de pacificación con tus mediadores oficiosos? Olvídalo, neoliberal. ¡Nosotros vamos por todo, y estamos organizando a los órganos de todo el cuerpo! ¡Pronto comprobarás nuestra fuerza común, «compatriota»!

Yo, con un todo de voz una octava más agudo y trompicándome con las palabras: «Compatriotas, todo es posible en la paz. Si ustedes gustan y así lo prefieren, me los amnistío».

– ¡Amnistía a tu madre! ¡Nosotros vamos por’todo! ¡Ya! ¡Basta!

Ora sí que me creció por andármela jalando, la oreja Sudor y retortijones, caí de hinojos ante el retablo de mi devoción: «Santo señor San Clinton, torre de la alianza, salud de los enfermos, puerta del cielo». Pero mi ángel tutelar, como si nada Yo ya era un redrojo político. «La invasión del sureste, le susurré entre susurros intestinales, nos puede afectar, conste».

Ahí, el píloro, ¿o el compañón?: «No minimices el conflicto, «compatriota». Nació en el sureste, pero es todo el organismo».

Lo comprendí entonces: el píloro había sido yo, y el compañón, y el pobre duodeno, y el ciego. Tarde lo comprendía Sudé frío y me dejé llevar por el pánico. En medio del espanto, de la absoluta soledad, rumbo al sureste aventé cien mil unidades -de penicilina- con armamento pesado y listas para todo servicio, más sobrantes para reposición. ¡Y fuego graneado, fuego a discreción! ¡No respondo chipote con sangre, sea chico o sea yajalón!

Y rájale, a arrasar con todo: músculos, glándulas, nervios, tejidos recién nacidos, ancianos, todo lo que se mueva Todo lo que respire, y en lo que no, ya no gastar medicina y como dicen del Lic. Nerón, que tañía la cítara desde el balcón central del palacio: «¡Esta nodriza llega hasta todos ustedes bajo el Patrocinio de Gobernación, Patrocinio González! ¡Ah, el masacrar de intestinos, el aplastar de duodenos, el mascar los hígados! ¡Ah, el torturar páncreas y asesinar ciegos! Enloquecido. Unidades y más unidades de penicilina Cañonazos de penicilina Tanquetas de penicilina Bombardeos de penicilina ¡Sangre y fuego! (De penicilina)

Me sujetaron (no las leyes, aclaro). Yo, que me metí en camisa de once varas, por poco acabo metido en camisa de fuerza Y al hospital, a sirena abierta, y la bárbara curación. A querer o no. Es la Historia. Hoy, aparte de los millones, lo perdí todo: a Cecilia, a Raúl, a Eduardo. Pero tullido no soy; ya no tengo Cecilia, pero tengo Ana Pau. ¿De la grilla política? En un país de gobierno mediocre (sin piloto, sin guía, sin timonel) y atascado en un pavoroso vacío de poder, ¿quién creen ustedes que ha tomado el control para enderezar el barco o acabarlo de hundir? Yo, compatriotas, a 15 años de aquello sigo más vivo que nunca

¿ Y Marcos? ¿Ese qué? (Ah, paisas…)

Sicalíptica

Madrugada de ayer. Yo, en los preparativos de mi cita amorosa, trepé a la azotea y en el tendedero comprobé, para mi desdicha, que el chonchín morado, cocolitos magenta, seguía empapado, y qué hacer. En eso, y sin proponérmelo, observé en la habitación frontera del hotel de junto unas íntimas sedas, un catre rechinador, y encima..

– Ya cálmate, mejor lo dejamos para otro día. Para mejor ocasión.

– No dejes para mañana lo que puedas hoy.

– Pero es que hoy tú no puedes, ni pudiste ayer, ni en estos dos años.

– Oh, tú aguántate tantito. Paciencia, que ya casi, ¿ves?

Revuelta la escasa pelambre, sudor. El varón, cueros vivos, se agitaba en la imposible misión de rendir la plaza y entrar a saco frente a una muralla todavía incólume. Y cómo no, si la ceja bien parada, pero el ariete bien desmadejado. ‘Yo con otras nunca antes había fallado. Tú pónteme lacia, blandita». Fatiga, jadeos, amagos de angustia. «Tú aguántame, nena. ¿Ves? Son los nervios, pero creo que ya mero».

– Es que estoy muy magullada. Este de acá, mira, ya se me acalambró. Y como el tuyo, en lugar de acalambrarse, cada vez más aguado…

– Tranquila, nena, que orita reacciono. Si yo soy pero que mira, yo pa pronto, si hasta esa fama me he creado. Pero lo que es hoy…
Angustia, desesperación, intentos frustrados y aquellos jadeos. «Pero si para mí esto es PAN comido, mis meros moles. Me extraña que orita… A ver, si levantaras esta y te voltearas tantito así, mira, entibada, como si fueras a…»

– Me estás lastimando, Mejor lo dejáramos para otro día

– No me explico. Si yo, te lo juro, si te contara uh, yo la pura efectividad, para qué iba a engañarte. Hasta me decían qué bárbaro. Mira, si te flexionaras así, como dándome de frente para que yo tenga chance de…

Sudores, jadeos, resoplidos, pánico. «Ya me torcí, espérate. Ay, no, ya me entró, sí, pero la urgencia de acomodar estos músculos acalambrados».
– Tú floja de esa rodilla ¿Ves? Relax, relax, tú no me conoces, yo soy pero que todo un gallito de entrada A ver, no le frunzas.

– Ay, bárbaro, qué tallón. Yo así no, mejor párale.

– Eso es lo que quiero -jadeos, estrujones, Kama Sutra forzado, frustrado. A mí la lástima me había anulado la morbosidad. Pobrín del pobre hombre, pensé-. «A ver, así, mira, como si te colocaras en suerte para una intramuscular. Pero no intramuscular en el brazo…»

– Ay, ya estoy molida muerta de cansancio. Mañana u otro día ¿sí?

Vi el rostro del terco galán: desencajado, desmadejado, los ojos brillantes de pánico. «Me extraña si yo soy de los que pas, pas, y pa’ pronto».

– Pues sí, pero ya están cantando los gallos, y ese ladrar de chuchos…

– Yo a esos chuchos ni los veo, ni los oigo, ni los siento. Mira, reinita, necesito más flexibilidad, más apertura, muchas reformas en la maniobra o nomás no funciono. Y luego esa rodilla, la izquierda, que parece que va a cooperar, pero que sigue encajándoseme en el nervio, y así ni cómo inspirarme A ver: ¿has visto en los pinos a la conejita cuando se culimpina así, para luego pegar el brinco? Así, así, no te me descuadres, no te me salgas de la suerte, que voy a enfilarme para el descabello. Tensión, desesperación, impaciencia contenida impotencia que hagan de cuenta delantero mexicano del clásico pasecito a la red: llegue y llegue a la puerta contraria y al tirar a gol, vil cancetinazo. Por cuanto a esa pobre virilidad, moco de guajolote. Pero ándenle, que de repente, desgarrada voz:

– ¡No, Felipe, no, por dónde andas, qué haces, despistado de miércoles!

Yo estiré el pescuezo, pero en eso que apagan la luz. ¿Y ahora? Con desgano pensé en regresar al tendedero, comprobar que mi íntima prenda seguía empapada y enfilar hacia mi habitación, qué remedio. Pero esa morbosidad vouyerista.. Ya el escenario en tinieblas, me embebí en los ruidillos, y mi imaginación se encargaba de traducirlos, y fue entonces: de repente la sota moza se irguió -me imagino- y aquel ardoroso reproche:

– ¡Basta, Felipe. A pura lengua fíjate que no! Llevas dos años con la acción bien aguada, pero en cambio tu lengua, qué bárbaro: millones y millones de «spots» con los que quieres engañar almas candidas haciéndote pasar por estadista ¿Tú, mediocre irredento? Ay, Felipe, Felipillo, cuánto nos sale costando la factura de tus embustes en radio y televisión…

Nada de lo que oía logré entender. ¿Y ustedes? (En fin.)

Señor presidente espurio…

Esto lo redacto cuando aún desconozco la forma en que vaya a concluir esa parafernalia que usted preside en compañía de su esposa y sus validos, que a balidos le juran que su gobierno ha convertido en Jauja el país. Con el debido respeto a su investidura (que sus acciones de gobierno vienen arrastrando en el descrédito), le manifiesto mi descontento por una gestión gubernamental que para el país vino a resultar mucho peor de lo que yo, y conmigo millones, imaginábamos. No, por supuesto, yo no voté por usted, pero sufro las consecuencias del voto de los aturdidos que lo treparon a una altura mayor a la que alcanzan a dar sus merecimientos. Y no lo olvide, señor presidente: a usted un fraude lo instaló en la presidencia Recuérdela Señor presidente:

¿Pues qué aspectos positivos le verían esos aturdidos que votaron por usted, individuo de trayectoria política marcada por la mediocridad? ¿Analizarían, a la hora del voto, su desastrosa gestión como político menor, que lo exhibió de inepto tanto como del ventajista que tomó el poder para beneficiar no a los muchos que poco tienen, sino a los pocos que tienen todo? ¿A los tales, que lo treparon al poder sigue pagándoles la factura..?

Por mantener el espejismo de una economía floreciente, que apuntalara esperanzas desfallecientes, usted no ha vacilado en recurrir a artificios innobles como el «spot» en radio y TV Náusea provoca la perversidad con que prostituye el lenguaje y corrompe los más cristalinos vocablos: paz, justicia, democracia, libertad, que usted emporca, vacía de sentido y transforma en veneno y radioactividad Engrandecido por un poder por fortuna efímero, es usted un Tartufo que con el maquillaje de la religiosidad se finge hombre de bien Lo que es disponer de los medios de condicionamiento de masas que tanto medran con su gobierno, señor. Ah, el avieso cinescopio…

Pues sí, pero más allá de su «spotera» política engañabobos, sus bonos van en picada. En los candidos del voto a favor de usted hoy se advierten el desencanto, la desilusión, el rechazo, el repudio, el desprecio, y no más. Y cómo no, si el balance lo acusa: en unos años usted ha lesionado irremisiblemente el país. El catálogo de agravios sería interminable Ejemplos:

Un panorama político de pugnas y rijosidad; una macroeconomía en ruinas, casi tanto como la economía familiar; deterioro de las clases medias, pobreza creciente, desempleo; fracaso en el programa de educación; violación sistemática de los derechos humanos y deterioro de las relaciones internacionales. ¿Seguimos el recuento de sus asignaturas pendientes, esas que desembocan en el clima de crispación y espeluznos que ha llevado a grandes masas humanas al reclamo rabioso y la manta, la pancarta y esos ríos de iracundos que amenazan salirse de madre? ¿Con cuántos elementos de seguridad tiene que salir a la calle a estas horas? ¿En el diccionario quedarán insultos que no le hayan arrojado a la cara, comenzando con el de espurio? Y lo que falta, señor, lo que le falta por ver, por oír de una nación que algo le ofrece todavía: el repudia Por cuanto a sus partidarios..

Que algunos le quedan, es cierto, pero cada vez menos. Y si resulta, que mucho lo dudo, que en la ceremonia del autoelogio y la justificación escuche usted los aplausos con que esos inmorales le vienen oscureciendo la realidad y le ocultan, como los vasallos de la fabulilla, que el rey anda desnudo, no engañarse: va en el interés personal y ambiciones políticas de esos logreros «cultivarlo» al uso de Yucatán. Maquiavélico.

Pero la realidad es inocultable, señor, como el hecho para usted terrorífico de que ahí nomás, tras lomita, un cierto personaje carismático y líder de masas sociales aguarda la ocasión para arrojarlo de un sillón demasiado grande para nalgas tan escurridas como son las de usted. Ese, que usted se empeñaba en dar por muerto, es a estas horas el triunfador, y recoge para su causa todos los puntos de aceptación popular que el mal gobierno de usted ha perdido. El, y no usted, es la nueva esperanza de unas masas ansiosas de creer en sus iluminados, en sus predestinados. Y usted sabe (y a simple vista se advierte: la rabia impotente lo acalambra y retuerce) que él es ahora el mesías que nunca fue usted, falta de carisma y arrastre popular. Señor…

Convénzase: por inepto, inescrupuloso y cruel hasta el sadismo, esta partida ya la perdió y va usted, Leartjet en picada, directamente al desván de la Historia, que su gestión como presidente no dio para más. Y por mí, es cuanto, señor G.W. Bush. (Vale)

¡Guau, woow!

Los perros de mi calle y su sinfonía de ladridos. Por aquello de la inseguridad cada casa de la calle que camino a pie cada día tiene detrás de la puerta, como acechando mi paso, una estridente escoleta canina que a mí, no acostumbrado a ladridos, me produce espeluznos, respingos y taquicardias. Si ustedes vinieran a oír la escandalera de los ladridos, cuyos tonos, registros y tesituras van desde sopranos hasta tenores y uno que otro barítono que temo, por los sustos que me pega, vaya a rajuelearme el corazón. (De la casa rosada brota un ladrido con pujiditos a lo Juan Gabriel. Un falderillo, posiblemente.) La calle de mi barrio. Detrás de esta puerta ese ladrido desganado, de compromiso, del perraco que cumple por obligación apenas olfatea mi presencia. Pero en la puerta siguiente, válgame, que así ladrarían el tigre y el león si madre Natura los hubiese castigado con tal achaque. Tan estridentes ladridos me han aventado a la media calle. Mejor cinco toques de claxon o el riesgo de la clínica de Urgencias que el repentino sofocón del ladrido.

Y ocurrió que la noche del pasado lunes alguno de los zaguanes tenía la puerta entreabierta Yo venía distraído (pensando en ti, mi única) cuando de repente ya traía prendidas a mi nalga derecha unas fauces de este tamaño, miren, que en cuestión de segundos me secaron la
boca y me empaparon la frente con un sudor gélido. Intenté gritar. Me salió ladrido. Asustado, el pitbull (¡era un pitbull!) soltó mi carnaza y se refugió tras la querencia del portón. Y qué hacer, si en este país de las mordidas nadie está a salvo. ¿Prevenirlas, sancionarlas? Leyes existen. ¿Y..?

En fin, que tembloriqueando llegué a la tertulia, y cómo me verían los vecinos, que al relatar el sofoco, el joven juguera: «Órale, bigotón, hasta el fondo, para que le recoja la bilis». (Una cucharada de azúcar con el migajón de un bolillo.) «Es la tragedia de los pobres abstemios, porque un buen pegue de cacardí, y estaría usted como nuevo, y no me refiero a su edad. Ahora, por aquello de la rabia, a mantener su «parte» en observación». (Su «parte», dijo.)

– Me extraña -le extrañó a la tía Conchis-. ¿Por qué no corrió?

¿Y cómo correr? Yo calzo botines, y con ellos no se puede correrle a los perros, y aquí la paradoja mis botines son de orejeta Los de las mafias Mouriño, Salinas, Gordillo, Bribiesca, Sahagún, Fox y congéneres, en el remoto caso de que tuviesen que huir de los perros de la justicia (ladran, pero no muerden. Pregúntenle al calderonista Cordero que bala, de balar, en la Sec. de la Función Publica), qué facilidad de desplazamiento el de los tales, ya sea a Dublin o ya a San Cristóbal, aunque les apeste El Tamarindillo. Yo, simple ciudadano, a sufrir los ladridos, sean bajos, tenores o sopranos coloratura

Tuve que narrar la mordida detalle a detalle, y lógico: los comentarios fuéronse derrumbando hasta la enumeración de diversas razas de chuchos: San Bernardo, pastor alemán, tepexcuintles. Don Tintoreto se nos reveló como experto en el tema:

«Una carnada de chuchos conozco, de la perrera del antiguo «ni-ni-ni», o sea el Partido Socialista de los Trabajadores«.

– Achis achis, ¿y ni-ni-ni por qué?

– Porque ni era partido, ni de los trabajadores, y mucho menos socialista, un PST que por su vocación de logrero nombrábamos «pesetero», y que iba a terminar, escarabajo excrementoso, en el Partido Frente Cardenista de Renovación Nacional, perrera de mercachifles de la catadura de Aguilar Talamantes, tarifa y servicios al mejor postor. Fueron talamanteros los que en 1992, atejonados en su cubil del PFCRN, como chuchos de barrio:

– ¡Ya están dadas las condiciones para la reelección del Sr. Presidente Salinas de Gortari!

Esa fue la matriz que parió la carnada de chuchos de Nueva Izquierda que (su naturaleza) ya son la nueva izquierda de Calderón. Pero que el de Los Pinos se cuide, porque esos viven de morder, y sus mordidas inoculan la rabia

Eso, el lunes pasado. Mi nalga agredida como si nada ¿Rabia? Sólo cuando oigo mentar Nueva izquierda y demás chuchas cuereras, como ahora pronto esa que me faltaba nuevo vecino en la casa de enfrente, un falderillo «socialdemócrata», con chillones ladridillos de Farinelli el castrado:

– ¡Que el IFE revise los fondos utilizados por López Obrador en su gira por el país, y determine si los recorridos y mítines que ha encabezado constituyen actos anticipados de campaña y de dónde salen los recursos monetarios, que seguramente son de procedencia ilícita.!

Cría Díaz Cuervos y te sacarán los… por ahí va la cosa (¡Guau!)