Managua, 15 de dic. La solidaridad internacional con el escritor Sergio Ramírez, censurado por el gobierno sandinista, ya supera una lista de 300.
Y que en Nicaragua sigue la turbulencia que provocaron las elecciones municipales de noviembre. Piedras, palos, morteros y plomos intentan sustituir el dictamen oficial del triunfo sandinista sobre los candidatos del Liberal Constitucionalista. y lo más grave en la acusación del presidente Ortega: «Nicaragua está desfinanciada por la decisión de EU y la Unión Europea de congelar la asistencia económica tras el ‘fraude’ en las urnas». A ver:
¿Pues qué, sólo con las muletas de Washington puede avanzar un país al sur del Río Bravo? Porque fue así como hace décadas alguien echó al sandinismo del palacio de gobierno. Fue nada menos que una mujer, y enfermita de sus piernas, que a paso cojitranco llegó al palacio de gobierno. La plaza principal, enfiestada, hervorosa de dianas, entorchados y trajes de gala Aquella mañana de pólvora, sol y voleo de campanas, se cambiaba la presidencia del país. El corazón de Managua, un ascua viva..
Fue en los 80s. Al triunfo de la revolución sandinista sus comandantes conocían el nivel máximo de popularidad entre sus coterráneos y gobernaban el país; eran los esforzados hermanos Humberto y Daniel Ortega, el monje y poeta Ernesto Cardenal, el novelista y luchador civil Sergio Ramírez, y los todavía por aquel entonces íntegros e ínclitos Tomás Borge y el Comandante Cero. Fueron ellos, los sandinistas, quienes en nombre de la democracia y como por no dejar, al término del gobierno de Daniel Ortega llevaron a cabo el proceso de las urnas. Unas elecciones de mero trámite. El Frente Sandinista de Liberación Nacional seguirá gobernando, se aseguraba Lógico…
Pero no, y aquí lo increíble: la Nicaragua que fue de los vencedores de gringos, los héroes Estrada, Umanzor y Augusto César Sandino; la Nicaragua de León y el barrio heroico de Monimbó, que terminaron con la abyecta dictadura de los Somoza, ahora repudiaba al sandinismo y aplaudía a sus nuevas autoridades, quién lo creyera Ahí, bastón en la diestra y paso cojitranco, una modesta ama de casa, doña Violeta Barrios, viuda de Chamorro, por media plaza se desplazaba rumbo al estrado donde la aguardaba la banda presidencial. De no creerse: los nicas habían dado la espalda a los sandinistas y el voto a la viuda de un periodista asesinado por la dictadura somocista Cansino el andar y en el bastón la diestra, la señora ama de casa partía plaza entre los aplausos de los asistentes a la ceremonia Yo, los ojos clavados en el cinescopio, pregunté a mi amantísima «¿Lo entiendes tú? ¿Puedes entender cómo esa señora que trastabillea rumbo a la primera magistratura de Nicaragua desplazó a los luchadores de la revolución libertaria, los del Cerro del Común? Yo no alcanzo a entender».
– No lo entiendes porque algunos detalles te pasan inadvertidos. Los bastones en los que se apoyó la señora, pongamos por caso.
– Uno le miro en la diestra, en el que aligera la pierna enfermita
– No es un solo bastón, son muchos. Mira ahí. ¿Qué ves, amor?
Los vi, los observé, y válgame, con razón: entre discretos aplausos a la nueva mandataria distinguí los bastones que la apoyaron en su camino rumbo al poder. En el palco de honor, sonriendo apenas, los representantes de Washington; a su lado, sonriendo beatíficamente, el cardenal Ovando y la alta jerarquía católica; más allá, los rostros circunspectos de los dirigentes de organismos empresariales de Estados Unidos. Más acá, los capitostes de radio, TV y prensa escrita; más allá, ojo avizor, los entorchados del uniforme militar. «¿Comprendes ahora, mi amor?»
Comprendí, y di gracias al cielo. Se las di (nomás las gracias) porque México no es Nicaragua, y hasta mi país no alcanza la mano rapaz e invasora de Washington, ni hay un gremio empresarial que desde periódicos, radio y TV enajene aturdidos a punta de lemas envenenados repetidos hasta la náusea («¡un peligro para México!»), para que esas masas terminen dándole el voto a quienes las perjudican, ni la maldición de un clero católico que desde el púlpito y al engaño de la religión manipule a sus ovejas para imponerles una ultraderecha reaccionaria, yunquera y opusdeísta de cristeros tardíos. De pie, brazo en alto este dedo parado, miren, lancé a los cuatro vientos el vaticinio:
– Aquí, por fortuna, si llega a surgir un carismático líder de masas ¡nunca será derrotado por cualquier chaparrito, jetoncito, peloncito, de lentes!
Eso profeticé. Acertado que es uno. (México)