De vocación carnicera

La pena de muerte, mis valedores. De repente, una vez más, como bocanada de un aliento podrido vuelve a aflorar en nosotros el instinto de los matanceros. Los linchadores de vocación se desbocan una vez más, exigiendo sangre. Yo, por pudor, hubiese querido hurtarle el cuerpo a un asunto indigno del humanismo, de la cultura y del denominado proceso civilizatorio de la humanidad, porque digo a ustedes aquí y ahora lo que en su momento expresé en el programa Domingo 6, nuestro espacio comunitario de Radio UNAM:

¿Habrá a estas alturas de la historia del orbe pretensión más grotesca que la de nadar a contracorriente de la historia, del humanismo y de los países civilizados que la de resucitar la pena de muerte para convertirnos en asesinos «legales»? Qué difícil resulta hacer entender a los de vocación carnicera los impedimentos (morales, legales, humanistas) que proscriben esa práctica demencial de castigar un crimen con otro crimen, y a una brutalidad perpetrada por un sicópata o en el trance de un arranque pasional, responder con una brutalidad perpetrada a sangre fría y al amparo de unas leyes cavernícolas que descienden del código del rey Hammurabi en la Babilonia de hace 37 siglos. Macabro.

Que aun la Biblia prescribe la pena capital, alegan algunos. Y sí, aquí un párrafo: «Mas si hubiere muerte, entonces pagaras vida por vida, ojo por ojo, diente por diente, mano por mano, pie por pie, quemadura por quemadura, herida por herida, golpe por golpe. Si un buey acorneare hombre o mujer, y de resultes muriese, el buey sera apedreado, y no se comerá su carne».

Más adelante señala de manera clara y categórica a quienes deberá aplicarse de inmediato la pena de muerte: al que mate, a la adúltera, al homosexual, a quien trabaje en sábado y a quien se querelle con sus padres. Entonces, si se trata de obedecer los ordenamientos de la Biblia, ¿no habrá por ahí alguno de estos cinco casos señalados por el denominado «libro sagrado»? ¿O qué? ¿Ahora salir nosotros con que pena de muerte en alguno de los casos que señala La Biblia, pero en otros no? A ver, un momento, que los filósofos moralistas y demás estudiosos lo afirman: quien acepta el todo acepta la parte. ¿Mató? Que lo maten. ¿Robó? Que lo roben. ¿Mutiló? Que lo mutilen. ¿Violó? Que lo violen. La barbarie, sin más. ¿Que se trata de un acto de estricta justicia, de justicia social, una acción que las masas reclaman? ¿Sí? ¿Y unas masas a las que el Sistema ha regateado estudios superiores tanto como la propia aplicación de la justicia, que mal conocen o, de plano, desconocen, están capacitadas para distinguir lo que es un clamor de justicia de lo que es una exigencia de venganza social, sin más..?

Pena de muerte Pero un momento, no dejarnos manipular.¿Habrá aquí y ahora cortina de humo más efectiva para desviar la atención de problemas que en verdad lastiman al paisanaje, como este de que la enorme mayoría de las familias mexicanas sobrevive con cuatro, seis salarios mínimos al día, y que su poder adquisitivo se deteriora día a día? Ah, pero para ocultar una realidad lacerante, la que se manifiesta a la hora de la comida, de la renta de la casa, de los gastos familiares, etc., el paisanaje ha sido manipulado con el miedo, el terror pánico que le administran los medios de condicionamiento de masas, donde se glorifica la nota roja con la exhibición del picadillo: cuerpos sin cabeza, cabezas sin cuerpo, droga, secuestros, policías delincuentes y delincuentes policías. El miedo, forma de manipulación con que Bush justificó la guerra en Iraq, que le dio tan buen resultado, es el recursos que aplica el Sistema de poder para desviar nuestra atención de una canasta básica ya inaccesible para el salario mínimo y el consiguiente empobrecimiento en la calidad de vida de las familias. Ahí, retumbantes: «¡Si no pueden renuncien!» «¡Lo que no tienen es madre!» Y México, las dos nalgas ante el cinescopio, qué atención va a aplicar en los aumentos a los productos básicos. Televisión. Exaltación de una nota roja que mantenga latente el temor social como formidable cortina de humo que nos oculte los reales problemas sociales. Y ahora, de súbito, espiga y fruta madura de la nota roja: ¡la pena de muerte!

Lo dicho, mis valedores: ya nos tomaron la medida Nos vencen por nuestra pura ignorancia, y como ironiza el cónsul de Gringo gallón, obra de teatro que tengo inédita y a disposición de grupos teatrales independientes: «Ah paisas, paisas, cuándo se nos quitará lo paisas…»

Gobernadores moreiras y priistas congéneres: ¡pena de muerte!

Seguiré con el tema. (Vale.)

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *