Esta vez el espurio

El mostrenco esta vez, mis valedores, ese chaparrito, peloncito, impuesto a la ley del hovo que «haiga sido como haiga sido» se enquistó entre nosotros, y al que tenemos que soportar con todo y su facha desagradable, su aplastante mediocridad, una voz ingrata a los tímpanos y su morbosa manía de colarse de culipronto en todas las «cumbres», en donde acude a engolosinarse de protagonismo (la droga del inferior), a exhibir su enanismo mental y a hacer el ridículo. Lamentable. Habló El Cosilión:

– La semana pasada se la pasó de gira en dos que tres «cumbres».

(«Cumbres». Lo que es la moda, pensé; ahora a toda reunioncilla de dos o tres pelaperros, insignificante y sin trascendencia ninguna, le plantan el título rimbombante de «cumbre».)

– Yo acompañé al espurio a las de la semana pasada.

¿Que qué? La confesión explotó en la tertulia como granada de fragmentación. ¿El Cosilión de acompañante del peloncito de lentes? ¿Un honesto vecino de Cádiz? ¿Un integrante de la tertulia? Silencio. Momento de reflexión Luego la voz compungida del aludido, marido de La Lichona,frutal sota moza enjarrada en unos pantalones blancos tres tallas más abajo de lo que piden, demandan, exigen sus formas:

– Yo lo acompañé. Caracho, cómo fue que me dejé convencer. Qué vergüenza, de plano.

– ¿Usted, Cosilión? De no creerse. ¿Pues cómo fue que hizo ronda con semejante mediocre? ¿Qué ganancia le fue a reportar?

– Puras vergüenzas (ahí, juicio oral frente a los contertulios, El Cosilión meneaba la testa, meneaba el pocilio, daba el amamantón a la de ixtafiate.) ‘Yo mismo me pregunto cómo y por qué fui a aceptar acompañarlo, aturdido de mí, y no a una ‘cumbre’, sino a tres. Tres dizque ‘cumbres’, a las que el espurio fue de entrometido nomás a estafar infelices y a ventosearles en plena cara un choricero de discursos que si ustedes lo hubieran oído. A ese mediocre madre Natura no le otorgó el don de la elocuencia.

(Pensé: no, indiscutiblemente. No le dio ese don. Tampoco ese.)

– Aborrecí el día en que nos enjaretaron al peloncito de lentes…

Uno al que cierto dos de julio nos lo fueron a embombillar con calzador. Recuerdo la negra noche en que lo vi entrar por esa puerta, invitado a nuestra tertulia de Cádiz. «Compatriotas, me tomé esa libertad», y mi primo el Jerásimo, licenciado del Revolucionario Ins., hizo la presentación. «Aquí El Chilillo), alias Lepe Madroño, michoacano de origen, viene nomás a conocer el ambiente y a ver si hay modo de forjarles alguna «cumbre». De política El Chilillo no sabe ni madre.

– Y pur madr que me interés. (Así, tragándose las vocales, habló el espurio, y esa fue su presentación oficial en nuestra tertulia de Cádiz). «A mí la polític me peg aquí, mim, en ls mers dests».

Y se jurguneaba los destos, y así fue como entró a formar parte de la tertulia el chaparrito, jetoncito, al que desde ese momento calificamos de espurio. Y ante unos contertulios recelosos siguió expresándose con esa su voz horrorosa, su sonsonete al hablar, su demagogia plagada de lugares comunes y ese defecto de tragarse las vocales:

«¡Ms amigs, ls asgur qu ant la criss internacionl nuestr economí est perfecta-ment blindad para resistr tods ls embaís del exterir!

Horroroso. La Maconda, la Lichona, la Jana Chantal y el resto de los contertulios contemplamos al recién llegado, le oímos su modo de hablar, observamos su comportamiento y de inmediato nos percatamos de que aquel zafio, semejante inculto y vulgar no congeniaba con los vecinos de la tertulia El aliento ardoroso de la tía Conchis, perejil y epazote en fermento, me sollamó el oído izquierdo:

– ¿Qué le parece el güey ese? Puro albur y expresiones de toreo pulquero. Si hasta parece hijo putativo del Chucho de Nueva Izquierda, el carbón. Quién le dio permiso al chinche Jerásimo, primo de usted, para embombillarnos a semejante chaparrito, jetoncito, peloncito, de…

Traté de calmarla: «Es sólo por hoy. Y le suplico un poco de compasión para el recién llegado. Inculto, sí, vulgarzón y mediocre, de aspecto zafio y vulgar, pero aun así, no creo que merezca la ofensa de emparentarlo con Chucho el talamantero».

¡Pero sí, que nos van resultando cómplices! Por cuanto a la crónica de sus «cumbres», muy pronto. (Aguárdenla)

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