Francisco I. Madero, mis valedores, un controvertido vitivinicultor, simpatizante entusiasta de Porfirio Díaz y, para completar el esbozo de retrato hablado, espiritista que en 1910 iba a provocar el salto de calidad en México. El, Madero, y no los Flores Magón Es la historia Del Plan de San Luis, emitido el 5 de octubre de 1910:
Los pueblos en su esfuerzo constante porque triunfen los ideales de la libertad y justicia, se ven precisados, en determinados momentos históricos, a realizar los mayores sacrificios. Nuestra querida patria ha llegado a uno de esos momentos. Tanto el Poder Legislativo como el Judicial, están completamente supeditados al Ejecutivo; la división de los poderes, la soberanía de los estados, la libertad de los ayuntamientos y los derechos del ciudadano, sólo existen escritos en nuestra Carta Magna
(…) Conciudadanos: no vaciléis un momento; tomad las armas, arrojad del poder a los usurpadores, recobrad vuestros derechos de hombres libres y recordad que nuestros antepasados nos legaron una herencia de gloria, que no podemos mancillar, sed como ellos fueron: invencibles en la guerra, magnánimos en la victoria
Sufragio Efectivo. No reelección. Francisco I. Madero.
Se entusiasmó Ramón López Velarde:
Este fronterizo vale, por su hombría, más que los políticos sin sexo de la ciudad de Méjico, en la que están domiciliados tantos misérrimos individuos. Al proclamar el antireeleccionismo tuvo Madero una actitud caballeresca, un gesto bizarro, una palabra de justicia. Madero me es simpático.
El por aquel entonces estudiante de Derecho agregó que, para su desgracia «el coahuilense se tornó en suicida político con la transacción que propuso desde la primera edición de su obra- que los anti-rreeleccionistas pueden admitir la reelección del Presidente de la República«.
El cambio de poderes se efectuó en noviembre de 1914. El editorialista de El País calificó como un suicidio la elección de Madero. «Hay que convenir en que ha podido llegar a candidato porque no inspira temores».
De La sucesión presidencial, obra publicada a finales de 1908:
Por el Señor General Díaz siento una gran simpatía (…) Yo, que profeso culto por todos nuestros grandes hombres, quiero que en el altar de la patria y en el corazón de cada mexicano, ocupe un lugar preferente nuestro eximio gobernante (…) Para que corone su obra, ayudémosle todos los mexicanos, y al hacerlo grande, haremos igualmente grande a nuestra querida patria
Dentro del contexto de sus principios liberales propios del siglo XIX, el gobierno de Madero se caracterizó por las amplias libertades políticas y de expresión únicas en la historia del país. En el Congreso Federal, los diputados debatían y votaban libremente las diversas iniciativas; los periodistas, por su parte, podían escribir prácticamente lo que querían, libres de todo tipo de coacción, y los grupos políticos podían actuar libremente; no obstante, esta gama de libertades obstaculizaron la buena marcha de la administración, e impidieron los proyectos del gobierno. La libertad de prensa por ejemplo, fue utilizada por sus enemigos políticos para atacarlo y ridiculizarlo, y así desprestigiar ante la sociedad la imagen presidencial.
La ofensiva contra la administración maderista estaba representada por los sectores sociales que habían sido favorecidos por el antiguo régimen porfirista, tales como los hacendados, banqueros, comerciantes, militares y periodistas. Inclusive dentro del propio grupo revolucionario que apoyó a Madero también hubo rebeliones, como la de los zapatistas, los cuales se distanciaron del gobierno por la negativa de Madero de cumplir con los postulados agrarios del Plan de San Luis.
Y es que en cuestión agraria y apenas subió al gobierno, Madero se apresuró a desconocer las promesas hechas y reiteradas, y en varias ocasiones declaró que su objetivo era el de crear la pequeña propiedad, que coexistiría al lado de las grandes haciendas. Por otro lado, aseguró que el fraccionamiento de tierras debería de realizarse por los medios legales, buscando mecanismos que impidieran lesionar los intereses de los propietarios.
La represión, como el descontento popular, no había desaparecido. «En Puebla un perico gritó: ¡Viva Madero! Su dueño fue a dar a la cárcel».
Hoy, los antiguos reeleccionistas nos borran o distorsionan la memoria histórica Cuidado, mis valedores, mucho cuidado. (Es México.)