La vida y la muerte, mis valedores. Aquí algunas reflexiones:
La grieta entre la vida y la muerte es mínima; cuestión de fracción de segundo; es, sin embargo, una grieta tan absoluta, que ninguna experiencia puede tender un puente entre ella. Sólo podemos estar en un lado respecto a la muerte. De este lado, la muerte aún no existe; del otro, ya no existe la vida. Eso es todo. Si somos, la muerte no es. Si la muerte es, nosotros no somos…
La muerte, esa presencia viva en la comunidad. Nunca antes, en tiempos de paz, nos había zarandeado como hoy. Delincuentes y criminales, miembros del ejército, civiles, policías, y ahora el estallido y el incendio, en todos sentidos, que terminaron por desgarrar a sus víctimas, Juan Camilo Mouriño y José Luis Santiago Vasconcelos, entre ellas. Y aquí mi problema personal…
La muerte mata, pero cómo suele hermosear al difunto. Y no, yo no voy a engranarme al coro oficial de maquillistas que a collares de adjetivos «embellecen» los cadáveres de Mouriño y Vasconcelos. Yo no, que no olvido los contratos de PEMEX ni la probable colusión con el narcotráfico.
Pero vivimos noviembre y acabamos de invocar las almas de los fieles difuntos; vale, entonces, que evoque a la muerte, ella que en montones de años y felices días ha terminado por hablarme de tú. (Me está oyendo. Me guiña un ojo, mírenla.)
La forma en que hemos vivido va a reflejarse en la forma en que hemos de morir. Tal como un día bien vivido lleva a un sueño feliz, así una vida bien utilizada lleva a una muerte plácida Si hemos vivido una vida de conflicto y emocionalmente perturbada, o una existencia egoísta y vacía, nuestra vida será agitada y difícil. ¿Que no sabemos morir? Por ello no preocuparnos, que a su hora la naturaleza tomará por su cuenta todo el asunto. Nosotros, sueltos, flojitos, anuentes. Oponernos de nada nos va a servir, conque…
Por cuanto a ustedes, ¿habrán leído a los existencialistas (Sartre, Camus)? ¿Recuerdan cómo se expresaron de la muerte? Que el destino a todos nos convierte en condenados a muerte, y que todos los crímenes que pudiesen cometer todos los hombres de todos los tiempos nada significan si se comparan al crimen fundamental de la muerte. Que la muerte, para el ateo, es un crimen sin criminal, y para el creyente un crimen perpetrado por Dios.
Y es que la muerte, según la Biblia, representa el castigo divino por la desobediencia del hombre. Si Eva y Adán, con sus descendientes, iban a ser inmortales, la muerte fue un castigo correspondiente al «pecado original». Así, la muerte deja de ser un accidente para convertirse en una fatalidad y una violación del orden natural. De esta manera y para algunos pensadores el mundo es una monstruosa, gigantesca prisión, de la cual la única salida que encuentran los condenados es la muerte. Que «cada día unos son degollados frente a mis ojos; vemos cómo seremos, a nuestra vez, degollados. Esa es la condición humana». Malraux.
Pues sí, pero al propio tiempo, la reflexión del filósofo: «una dicha para el hombre es su condición de mortal, pues gracias a tal condición su existencia puede hacerse dramáticamente intensa». (Tomen nota quienes, en vez de vivir su vida, persisten en el horror de vegetar en la mediocridad. Conste.)
¿Alguna esperanza de vencer a la muerte? Ninguna Los avances de la medicina la retrasan, pero hasta ahí. El nacimiento y la muerte son realidades correlativas; una y otra suponen una mutación de estado. No se pudiese abolir la muerte sin abolir la vida A la muerte la traemos en nuestro interior. Si acaso, circunstancias externas la activan, pero no más. Lástima
El humano sólo toma decisiones importantes en su vida cuando está presente el sentido de la muerte por el riesgo de dejar incompleta su obra. Vive cada instante de tu vida como si fuera el último.
Porque lo único que le da sentido a la vida es la muerte. La cortedad de nuestra vida (singular e irrepetible) en relación al tiempo, ¿puede privar de sentido a la vida? No. Precisamente este saberse limitado por el tiempo es el factor que motiva y apresura al hombre a cumplir su misión en la vida una misión que, en nuestra necesidad de trascendencia, juzgamos siempre incompleta Y después de todo, mis valedores…
La vida y la muerte caben en una frase: entramos, y un llanto; un llanto, y salimos. Y ya Piénsenlo. (Seguiré con el tema)