Y me dicen: Tu pueblo, – tu pueblo desdichado, – entre el monte y el rio, – con hambre y con dolores, – no quiere luchar solo – te está esperando, amigo».
(Pablo Neruda, sí, hoy que el centro histórico se nos torna poético: Enrique González Rojo, José Emilio Pacheco, el monje poeta Ernesto Cardenal)
Media mañana de octubre en la Universidad Autónoma de Chapingo, hasta donde me llevó el intento de demostrar ante maestros y alumnos que el Dos de Octubre sí se olvida, porque (ignorancia o mala fe) se analiza como un hecho aislado y no como el proceso histórico que fue y es el movimiento social de 1968. De repente, en el aire de fiesta por la celebración de la Feria del Libro, la nación chilena como invitada especial, a la convocación de doña Mariel Bravo Pemjean, agregada cultural de la embajada de Chile en México, ahí el espíritu de dos poetas chilenos cercanos a nuestro país: Gabriela Mistral y Pablo Neruda. Tomo conceptos vertidos en la conferencia de la Sra. Bravo Pemjean:
Que de visita en México Pablo Neruda miró el mundo prehispánico y se maravilló, se deslumbró. «Se empapaba del espíritu y la creatividad de las manos indígenas. Decía que los mercados populares I son la esencia del país…»
Que durante su permanencia en la ciudad de México Neruda habitó en la misma casa donde había vivido Ramón López Velardle, y que ahí congregó a poetas como Carlos Pellicer, Octavio Paz y el republicano español León Felipe. Que visitaba a Alfonso Reyes. Muy hondo iba a calar en su imaginario aquel mundo poético y literario del México de aquel entonces. Fue en México, coinciden los estudiosos, donde Neruda comenzó su Canto General. Andrés Henestrosa recientemente fallecido, contaba que Neruda hacía regalos especiales a sus amigos de una edición especial. Recordaba especialmente los cien ejemplares numerados de su Canto General. Doña Mariel:
– Al poeta le gustaba divertirse y polemizar con sus amigos, apadrinarlos en su casamiento y en el bautizo de los hijos. En su casa bautizaron a Cibeles, hija de Andrés Henestrosa. Ese día su arrendador echó al poeta inquilino porque una buena parte de sus más de 500 invitados se subieron a los árboles para mirar el montaje de teatro primitivo en que actuaron el escritor José Revueltas y el propio Neruda. Qué tiempos…
Y de visita en Chile lo señaló a su hora Guadalupe Rivera, hija de Diego el pintor: «Neruda estuvo en México y trabó una soberbia relación de amistad con mi padre. Por cuestión de afinidad ideológica se veían frecuentemente. En las fiestas que se organizaban en mi casa era normal recitar las poesías de Neruda, con él presente. El poeta tenía una personalidad impactante, tanto como la de mi padre. Ambos eran dos fuerzas telúricas. Incluso se les advertía un parecido físico: altos los dos, y los dos de volumen prominente…»
Doña Mariel: Diego Rivera, uno de los pintores más importantes de la historia de México, y Pablo Neruda, uno de los poetas más trascendentes, se admiraban uno al otro. Rivera ilustró la edición de Canto General que lanzó Neruda en México para recaudar fondos por la paz mundial. En esa época la Alemania Nazi invadió la URSS y Neruda se adhirió al Comité de Ayuda a Rusia en Guerra, encabezado por el intelectual mexicano Antonio Castro Leal. En México tuvo su primer desencuentro con Octavio Paz y con el escritor español José Benjamín, quienes publicaron Laurel en 1940, una antología de poesía hispanoamericana con cuya selección discrepó. Posteriormente, las discrepancias con Paz iban a distanciarlos. La polémica literaria y política, cuando no filosófica, que anima los círculos poéticos en esos años de los grandes conflictos internacionales, ocupaba parte importante de la vida de Neruda, cuyo compromiso político era explícito, y en aquellos años influyó en su obra de una manera más vital que en otros tiempos.
En México se enteró de la muerte de su hija Malva Marina, ocurrida en 1942 en Holanda. Conmovido, decide volver a Chile. El 27 de agosto de 1943 los mexicanos despiden a Neruda con un festejo al que asistieron más de dos mil asistentes que, suceso inusual, decían adiós a un poeta extranjero. El primero de septiembre de 1943, el aeropuerto de esta capital recibió una muchedumbre que con cantos de mariachis decían adiós al poeta, algunas de cuyas letras se hicieron canción. Neruda, en el Canto General:
Aquí termino, México, aquí te dejo esta caligrafía sobre las sienes para que la edad vaya borrando este nuevo discurso de quien te amó por libre y por profundo. Adiós te digo, pero no me voy. Me voy, pero no puedo decirte adiós.
(Gabriela Mistral, más tarde.)